Teresa Gil/ Quienes defendieron a Lorenzo Córdova –fuera del INE--, usaron argumentos que a lo mejor se querían aplicar ellos mismos. Uno, la presencia de una ilegalidad en la grabación que lo marcó y otro, mal de muchos, que el mexicano en general es discriminador y que acusar a alguien por ello, es ser hipócrita. Ninguna de las dos cosas se pueden negar, pero agarrarse de esos argumentos resulta muy débil. No le sirven a su defendido. Si desde la profundidad de sus posturas el mexicano no ha podido liberar su historia racista y discriminadora, al menos debe racionalizarla. Todos hemos sido testigos e incluso protagonistas, de que perdida la calma aflora lo peor de nosotros. Mel Gibson perdió mucho de lo que había ganado, cuando se lanzó contra los judíos llevado por el odio. A menudo algún famoso tiene que dar marcha atrás para pedir perdón, pero la pregunta es si sigue pensando lo mismo que lo llevó a ofender. Por ello los santones -de la política, el intelecto, los medios, etcétera-, que ahora aparecen en escena para autoexculparse en la persona de Córdova, deberían hacer realmente autocrítica. Y tratar de comprender lo que es motivo de su burla y desprecio. El porfirista Federico Gamboa escribió Santa (Colección universitaria de bolsillo 2006) en un entorno en el que la discriminación tenía un toque burdo, cruel y por otro un tono de conmiseración. La mujer pobre seducida por un canalla y que es presa de los tratantes de la época, es mirada por el escritor como una víctima que puede ser llevada a la sublimación a través de la muerte. En la novela se toca otro aspecto que es discriminatorio, la ceguera. Hipólito, el pianista, también roza los linderos de lo sublime no solo por su amor incondicional a Santa, sino por ese sacrificio un poco retocado que exhiben los que se sienten inferiores. Pero Hipólito, pese a su ceguera y su dejadez, es un artista, un hombre sensible que interpreta música. Por los componentes burdos y conmiserativos -preludio de las telenovelas, una de las cuales la reprodujo en 1978- la novela tuvo una buena acogida y se ha filmado varias veces, con actores que repuntaron en Hollywood como Ricardo Montalbán en el papel del torero, el Jarameño. Gamboa, diplomático del porfirismo, encabezó en México la novela naturalista que florecía en otros países sobre todo en Francia, cuando él escribióSanta en 1903. Sobrevivió el triunfo revolucionario y murió en 1939. Otro aspecto que atañe al menosprecio personal. Entre miles de ejemplos, es la posición ideológica de algunos personajes, como fue el caso de Monseñor Arnulfo Romero, recién nombrado beato de la iglesia católica que en su momento lo ignoró y lo repudió por oponerse a los explotadores salvadoreños. Todavía se recuerda la huida brusca del primado de México Ernesto Corripio Ahumada, después del asesinato de Romero en El Salvador. Por años, los jerarcas ignoraron el martirio del gran predicador. Lo discriminaron.
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