domingo, 9 de octubre de 2016

CONTEXTO POLÍTICO Por Efraín Flores Iglesias Ángel Aguirre y su sed de poder


EFRAÍN FLORES IGLESIAS

Su presencia es a todas luces incómoda. Cada vez que se deja ver en un lugar público con integrantes de su corriente o personajes de otros partidos políticos, genera polémica. Quiere reposicionar a sus cuadros de cara a la elección de 2018 y limpiar su imagen de los hechos ocurridos los días 26 y 27 de septiembre de 2014 en el municipio de Iguala.

No entiende que hay fuerte sector de la población guerrerense que lo repudia, en particular las organizaciones sociales que demandan la presentación con vida de los 43 normalistas que fueron desaparecidos durante su gobierno. 

En efecto, me refiero a Ángel Heladio Aguirre Rivero, el defenestrado gobernador, el cacique de Ometepec, el que bebía y bebía, mientras llovía y llovía la noche del 13 de septiembre de 2013.

El ex mandatario añora el poder. No le bastó haber gobernado en dos ocasiones al estado, la primera como interino (1996-1999) y la segunda por la vía de las urnas (2011-2014). Dijeran en mi pueblo: “No tiene llenadero”.

No se conformó haber jineteado y despilfarrado recursos junto con su amigo Jorge Silverio Salgado Leyva, quien fue su secretario de Finanzas en sus dos periodos como gobernador; así como tampoco le bastó heredar junto con su predecesor Rogelio Ortega Martínez, un déficit financiero de 18 mil 600 millones de pesos a la actual administración que encabeza el priista Héctor Astudillo Flores.

Ángel Aguirre se pasea como si nada y, peor aún, este domingo fue entrevistado en un restaurant del puerto de Acapulco, en donde cínicamente declaró a los reporteros que lo abordaron que “la interrogante sigue siendo que se diga dónde se encuentran los estudiantes desaparecidos”. O sea, pide a las actuales autoridades hallar a los 43 normalistas de Ayotzinapa que desaparecieron en su gobierno y castigar a los culpables. ¡Zas!

Tan pronto olvidó que lo ocurrido en Iguala fue a causa de su irresponsabilidad y de haber permitido que un grupo criminal (Guerreros Unidos) operara en la región Norte con total impunidad. Aguirre Rivero prefiere evadir la realidad y no acordarse de que su gobierno y él encubrieron hasta el último momento al ex alcalde de Iguala, José Luis Abarca Velázquez y a su esposa María de los Ángeles Pineda Villa, señalados como los presuntos responsables de ordenar el ataque armado y desaparición de los normalistas de Ayotzinapa.

Gracias al político ometepequense, Guerrero fue escenario de fuertes protestas y quema de edificios públicos, así como del incremento de la inseguridad. 

Habrá quienes le sigan siendo fieles, en particular los que se beneficiaron con cargos, obras y contratos en su administración. Pero la mayoría de los guerrerenses ven mal su regreso. Sólo basta preguntarles a los familiares de las víctimas de la delincuencia y de los normalistas que siguen sin aparecer.

Personajes como Sofío Ramírez Hernández, Mario Moreno Arcos, Alejandro Arcos Catalán, Humberto Salgado Gómez, Luis Walton Aburto, Jorge Salgado Parra, Víctor Aguirre Alcaide, Silvia Romero Suárez, Jesús Martínez Garnelo, Misael Medrano Baza, Demetrio Saldívar Gómez, Erik Humberto Armenta Adame, Everardo García Mondragón, entre otros, han de estar súper felices por el regreso de su jefazo.

Algo que todavía sigue vigente en la memoria de las organizaciones sociales, es la masacre perpetrada en una primaria de la localidad indígena de El Charco, municipio de Ayutla de los Libres, cuyo saldo fue de 11 personas ultimadas, entre ellos un alumno de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Los responsables fueron efectivos del Ejército, quienes supuestamente recibieron el reporte de que en ese lugar se encontraban miembros del Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI). Eso ocurrió la madrugada del 7 de junio de 1998 y Ángel Aguirre Rivero era el inquilino de Casa Guerrero.

Se estrenó por primera vez como gobernante a consecuencia de un hecho de sangre (Aguas Blancas) y en su segundo mandato se fue por otro hecho similar (ataque y desaparición de normalistas en Iguala). Ahora busca cobijo en otro partido. 

Durante más de 30 años fue militante del PRI. Del 2011 al 2014 fue perredista. ¿Qué partido lo arropará ahora? ¿Acaso el PRI le volverá abrir las puertas, pese a su traición en 2011 y negro historial? Son varias interrogantes.

Lo cierto es que Aguirre es un pulpo en la política, ya que tiene sus tentáculos llegan a todos los partidos. Es hábil para mover sus piezas, pero es pésimo para gobernar y, sobre todo, cuando el poder lo delega a sus familiares.
En el PRD no todos lo ven mal. Hay muchos que se le cuadran. De hecho, algunos dirigentes y legisladores lo buscaron hace unos meses para implorarle a que regrese al Sol Azteca; de hecho, Ángel Aguirre Herrera, su vástago, sigue en ducho instituto político, comanda la corriente Izquierda Progresista de Guerrero (IPG) y pretende ser alcalde de Acapulco.
Aunque, insisto, la presencia del ex gobernador o “Papá Layo” (como le llamaban sus aduladores) genera polémica y la sombra de Iguala lo seguirá por todas partes. 

ENTRE OTRAS COSAS… Al que se le complican las cosas para llegar a la Casa Blanca, es a Donald Trump. Gobernadores, senadores y ex líderes del Partido Republicano le han retirado su apoyo al magnate por los comentarios ofensivos y lascivos que hizo hacia las mujeres y que fue ampliamente difundido en un video. 

Falta un mes para que se lleven a cabo las elecciones en Estados Unidos y Trump va a la baja. Ni su esposa Melania está de acuerdo con su comportamiento y se ha mantenido bastante al margen de la campaña. ¡Zas!

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