Chepina, Quique y el Peje, párvulos de
indiciados por pretender ser presidente de México. En ese orden, los afamados
presuntos, no por el orden de los factores sino del grado de aplicación que demostraron
frente al inspector de área educativa continental, Joseph Biden, que pese a
considerar que no meterán las manos los maestros del pentágono en las
elecciones mexicanas, demostraron lo contrario debido a las bolas en la que se
haya el maestro rural de apellido Calderón Hinojosa que se ha peleado con
resortera y soldaditos de plomo durante seis años dejando una estela de sangre
visible aún desde los satélites guatemaltecos. En esa reunión de evaluación de
la calidad educativa del sistema de partidos mexicano, el examen a título de
suficiencia, fue malquistado porque la valoración no fue la óptima gracias a
que Chepina, llevó un acordeón de sonrisas displicentes y nerviosas; Quique, un
telepromter que fue de inmediato
retirado por los guardias del señor Biden (por poco y es Laden); al Peje, se le
prohibió sacarse flores de la manga y utilizar el lenguaje de los jipis
setenteros.
Mientras en las galeras del trirreme cuyo rumbo es el bipartidismo convenenciero,
los remeros del PRI, PAN y el PANAL, complacientes, ya decidieron con quién y
por qué van, y contra quién es la guerra.
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Acá en la aldea de las siete regiones,
Acapulco sale de pronto a flote, pese al regreso electoral de la violencia a
las calles del puerto. El crecimiento anárquico, fue considerado por algunos
expertos en urbanismo la primera experiencia neoliberal. Acapulco donde Acatl y
Quiahuitl se prendieron en un abrazo oloroso a espuma, lodo y mota. El puerto
transoceánico de la feria de la Nao en el México Novohispano y el
entrecruzamiento de mercaderías de todo tipo. Acapulco, puerta de oriente y
ventana de occidente. Lugar del encuentro y mítico centro de las luminarias del
celuloide en los sesentas y del Jej Set
Internacional. El Acapulco de la movida de panza y los lancheros. De personajes
como el Perro Largo. Del Hotel Flamingo,
y playa Tamarindos, Caleta, Caletilla y Tlacopanocha. El Acapulco de los sueños
infantiles en la Quebrada y los fogosos amores juveniles en las discos de los
sesenta. Acapulco: imán desgastado, limado, prostituido y expoliado. He ahí la
enorme contaminación de la bahía. No hay gobierno federal y estatal que la
norme y castigue a los infractores, que van de casuchas en el lecho del río del
Camarón a grandes hoteles cinco estrellas.
Este macro mundo que es Acapulco, ha
sobrevivido a diversas vicisitudes y alegrías tropicales: El nacimiento del
“Niño diablo”, la matanza de los copreros, las luchas y fama del Rey Lopitos,
la triste y decadente historia del burro etílico de la roqueta, las chafas
películas de Tin Tán, las borracheras
heroicas de Tarzán por los amores casquivanos de una changuita llamada “Chita”.
Lluvias y huracanes como el “Paulina”. Las telenovelas de televisa y festivales
bombón de la ídem. Pero el Acapulco del músculo, de las vertebras, del
desarrollo que no lo fue con ciudad renacimiento, y del alto turismo que ya es cadáver ante nuevos
destinos de playa que le apuestan a otro concepto acorde con las necesidades
espirituales y terrenales de los turistas.
Ah pero Acapulco, sigue siendo el imán.
Cientos de autobuses aparcan en Caleta en Semana Santa, puentes y vacaciones.
Miles de turistas con emparedado de jamón, chela en mano y su envidiable
hielera de espuma comprimida. Vagan por las playas con su vaivén de barco ebrio
en plena arena.
Ángel Aguirre ha iniciado una cruzada
titulada: Al rescate del Acapulco tradicional, como lo realizó AMLO cuando fue
Jefe de Gobierno del defectuoso. El Acapulco de los barrios bravos, cuyas
historias andan a la espera de ser publicadas. El Acapulco de las Siete
esquinas, oloroso a mojarra frita, a caldo de camarón, a cañería, agua
contaminada y basura, sigue igual. En este escenario de química pura de fin de
sexenio e inicio del nuevo, el gobernador Ángel Aguirre, convocó a personajes
de México como Carlos Slim, que en el ranking de Bloomberg, ha sido considerado
el hombre más rico del mundo; para “rescatar” el Acapulco tradicional y moverlo
a ritmo de las nuevas ofertas turísticas mundiales. Que bueno, mejor que los
festivales chafas y el olvido durante
los seis años que precedieron al actual ejecutivo.