domingo, 19 de mayo de 2013

A QUE ESTAMOS JUGANDO: LA VOZ DE DIOS. JOSE MANUEL GOMEZ


François de la Rochefoucauld  escribió alguna vez que la libre comunicación de los pensamientos y las opiniones es uno de los derechos más preciados por el hombre. Toda la realidad, vista a través de las pantallas electrónicas, es algo tan inestable que puede ser fácilmente manipulado por aquellos que en teoría tienen la responsabilidad de darnos a conocer el acontecer de los hechos de manera veraz y objetiva. Hoy en día, en cuanto encendemos la televisión nos topamos con una camada de periodistas que aspiran convertirse en líderes de opinión, en intelectuales iluminados, poseedores de la verdad suprema. Vociferando de manera irresponsable opiniones tendenciosas, siempre sirviendo a los intereses de las distintas elites, políticas, económicas o de cualquier índole.
Los comunicadores de la actualidad, ataviados con ropas costosas, abusando hasta el cansancio de alguna frasecilla reciclada, para volverla su firma personal, ya que dicen los asesores de imagen que todos necesitan algo que los diferencie del resto de la manada; esos comunicadores concentran la aclamación popular, no por la capacidad de emitir un juicio de valor, sustentado en evidencias fidedignas y fuentes confiables, sino porque la cámara los convierte en la mentira que se repite siete veces al día, siete días a la semana, para convertirse en una verdad nebulosa, que en nada disuelve la incertidumbre que a la multitud aqueja.
En un país donde los gobernantes gastan en un solo dia, lo que los ciudadanos gastan en un año. Donde los funcionarios públicos de todos los niveles viven una vida extravagante solo comparable a los de los sultanes del medio oriente gracias al dinero de los contribuyentes, es cuando una prensa imparcial, sin vínculos con la clase gobernante, es indispensable para el sano desarrollo del país. El periodismo existió mucho antes que los periodistas, se gestó en las universidades, entre literatos y filósofos; las ideas, las teorías y los manifiestos eran su materia prima, el cambio social era su objetivo, en algún punto del tiempo, eso cambio y los charlatanes tomaron la batuta. Si de verdad queremos una sociedad de primer mundo, la prensa debe comprometerse con la verdad, cruda y objetiva. De lo contrario, caminaremos a ciegas, pensando que vivimos en un mundo real, tan solo de apariencias.