Salvador Flores Llamas
Parecería que en México acostumbramos tropezar con la misma piedra, pues muchos absurdos públicos se repiten, ante la nula intención de enmendar.
La Operación Jalisco, que fracasó el 1 de mayo -con saldo de 15 muertos, 11 heridos y 10 detenidos, 54 narcobloqueos en Guadalajara, Puerto Vallarta, 32 municipios de Jalisco y 17 de Michoacán, Colima y Guanajuato- por un pitazo desde el gobierno al Cártel Jalisco Nueva Generación, lo que no es novedad, pues ha pasado recurrentemente otras veces.
Los mafiosos no iban a esperar a quienes querían capturarlos y, como siempre sucede, desataron la violencia. El Presidente y funcionarios juraron, de nuevo, que no quedará impune y detendrán a Nemesio Oseguera Cervantes “el Mencho”, líder del CJNG, cuya estrategia de protección superó del todo a la oficial.
El gobernador de Jalisco Aristóteles Sandoval se lavó las manos; dijo ser inocente, que heredó el problema de las mafias de gobiernos anteriores, y aunque afloren sus vínculos con ellas, que lo tomaron por sorpresa y nada pudo hacer.
No reconoció su falta de coordinación con la fuerza federal, la penetración criminal de las locales y que nada se ha hecho para mejorar la economía y educación de los jóvenes que puedan servir de sicarios a las mafias.
Dado a cultivar su imagen, porque Aristóteles quiere ser Presidente del país, cuando nadie le concede estatura, no digamos nacional, ni estatal, y hubo que jalarle las orejas desde el CEN del PRI y Los Pinos para que aquietara a su padre, el magistrado Alejandro Sandoval, que es quien manda y anda metido en la campaña en favor del PRI, como se denunció con insistencia.
En este país cualquiera puede aspirar a la grande, sin ninguna sindéresis, sólo por sus pistolas, el consejo de sus paleros y la orden de sus jefes criminales.
De nada sirven experiencias recientes y contundentes como en Michoacán, donde se veía que el gobernador Fausto Vallejo era cómplice de la Tuta, pues negoció el apoyo de las mafias para colmar la ambición de poder que tanto acarició como tripe alcalde de Morelia.
Sobran denuncias e indicios, pero hubo oídos sordos, y aun hoy es difícil se tomen en cuenta los videos de Rodrigo Vallejo, hijo de Fausto, con el jefe de los Caballeros Templarios, donde queda clara la complicidad y por qué Jesús Reyna, ex secretario de Gobierno y concuño de la Tuta fue gobernador sustituto
En 1986 Jorge de la Vega Domínguez, como jefe nacional del PRI, juzgó preferible que el gobierno subsidiara a los partidos los gastos de sus campañas a que éstos lo hicieran con dinero privado, pues el narco podría colarse por ahí.
Mas todo ocurrió: los mexicanos damos este año más de 5,000 mil millones a los partidos para campañas mediante el INE, y los cárteles los financian y abren camino a sus personeros para que escalen el poder.
Cuántas veces se ha sugerido que el gobierno mexicano olvide el combate a los cárteles por los fracasos evidentes y las complicidades, y diga a Estados Unidos que si no quieren que les lleguen estupefacientes, ellos frenen a las mafias.
México no sólo pone los muertos, sino enorme esfuerzo oficial gastos, a cambio de las limosnas gringas de la Iniciativa Mérida, y –eso sí- ellos les venden armas a las mafias y allá nunca hay noticias de capturas de los grandes capos que distribuyen la droga en todo su territorio.
Porque están muy bien conectados con autoridades de todos los niveles, lo muestran las películas: en una paradigmática “El Padrino”, por cierto, Don Corleone controla apuestas, prostitución y sindicatos, pero es enemigo de traficar con drogas.
Al entrar este gobierno criticó acremente a Calderón porque combatió de frente al crimen organizado, esa guerra inútil dejó miles de muertos, sólo exhibió una ineficacia nefasta, olvidó los derechos humanos en campanazos publicitarios y aun pervirtió el debido proceso para mafiosos.
Por principio de cuentas se anunció que ya no exhibirían a los capos que capturaran por ser mero exhibicionismo oficial e ir contra sus derechos humanos; pero ya se cayó en lo mismo, máxime que el gobierno de Peña Nieto ansía exhibir logros para tratar de revertir el descrédito en que se debate.
Sería mejor la discreción, descartar anuncios y programas de relumbrón que a nada llevan, pues no son reales, sino mera publicidad, y la gente ya tiene a éste por un gobierno de puro ruido y pocas nueces, o mucho canto y nada de ópera.
Inventar logros es contraproducente y no se acepta que los haya de verdad. Sería mejor emprender acciones por los más necesitados, pues la inmensa mayoría de familias anda en la quinta chilla y sufre las de Caín para llevar comida y vestido a sus hijos.
En contraste, vemos a líderes magisteriales y agitadores llevar vida de reyes por los subsidios que reciben del gobierno y les paga para que cesen marchas, tomas de plazas, calles y carreteras, casetas de cobro, asalto a camiones con mercancías, incendios de gasolineras, asaltos a edificios oficiales y privados y hasta cuarteles militares.
Y no sólo, todavía les otorga inmunidad para que vuelvan a desafiar a todo tipo de autoridades y se mofen de los indefensos ciudadanos.
Noticias de que las mafias son repelidas en Michoacán, Oaxaca, Guerrero, Tamaulipas y Jalisco, para no decir más, no traen beneficios tangibles; si acaso minimizan la acción de los delincuentes, que luego resurge con más furia.
Es tiempo de cambiar de estrategia y tomar vías sensatas para aliviar tantos males que sufre el país y se ahondan, pues el gobierno tarda en atender o siquiera hacer caso a los problemas, y no basta con pregonar que se lucha por un México de paz y tranquilidad.
Tlatlaya y Ayotzinapa lo corroboran y gritan a todo el mundo la impunidad e ineficacia que impera en el país.
Por juegos perversos de compadrazgos y complicidades se dejó crecer, por ejemplo, al criminal alcalde de Iguala José Luis abarca, cuya esposa está a punto que ser liberada porque el MP no le instruyó bien el proceso, como sucede tantas veces.
Esto lleva a subrayar la necesidad urgente de reformar a fondo al Poder Judicial, que es otro mundo de injusticia, corrupción y complicidad contra los mexicanos, sobre todo los sin dinero, como se ve reiteradamente y lo mostró el sesudo estudio del CIDE, solicitado por Peña Nieto.
Ya no por instinto de conservación, sino por vergüenza, el gobierno debería enfrentar ya en serio tales lacras, pero más parece desear dar la razón a López Portillo cuando previno: “corremos peligro de convertirnos en un país de cínicos”.