martes, 5 de marzo de 2013

Entresemana Que el último apague la luz Por Moisés Sánchez Limón

Moisés Sánchez  Limón
La reaccionitis política es un deporte socorrido en todo el mundo. A una acción sigue una reacción, generalmente montada en un tema que vende y eleva bonos; aunque los hay con la peregrina idea de meter la zancadilla al autor del asunto.
Tal ocurre con lo dicho por el presidente Enrique Peña Nieto en la víspera del 84 aniversario del Partido Revolucionario Institucional de que no hay intereses intocables y el único interés que protegerá es el interés nacional, amén de que tomará las decisiones que exija la transformación del país.
Dicen que sobre advertencia no hay engaño. Aunque lo advertido por Peña Nieto se imagina como la tarea de pasar la escoba por la casa, so riesgo de romper el cristal cortado de la abuela y que aquello se convierta en un tiradero tan grave como la mugre que hay en la casa, acumulada durante más de ocho décadas en la que se construyeron cacicazgos de ofensiva condición para los 50 millones de mexicanos pobres que no pueden ser ocultados bajo la alfombra.
Bueno, pues apenas se apagaba el largo, obsequioso y disciplinado aplauso de los más de cuatro mil priistas asistentes a la plenaria de la XXI Asamblea Nacional del PRI, brindado al fiel de la balanza y renovado jefe máximo que es el presidente Enrique Peña Nieto, cuando los vecinos de enfrente se treparon al carro de la que pareciera símil de la renovación moral de la sociedad, consigna del entonces Miguel de la Madrid acuñada en su campaña en pos de enmendar los horrores de la solución somos todos de José López Portillo, que dicho sea de paso acabó con la demoledora paráfrasis de “la corrupción somos todos”.
Miguel Barbosa Huerta, coordinador de los senadores del PRD, convocó a conferencia de prensa para anunciar, cual Heraldo del eco social, que sí, que en efecto, aceptan el reto de que en México no existan más intereses intocables, aunque en realidad Peña Nieto no lo planteó como un reto, sí compromiso de su estilo de gobernar –Daniel Cosío Villegas dixit--.
Pero don Miguel Barbosa fue más allá y, amén de entender a su libre albedrío lo que dijo el Presidente, como para demostrar que una cosa es apoyar al Pacto por México y otra, harto diferente, los disensos que tiene con el tricolor en la oferta política, la que vende y atrae votos, porque no hay que olvidar que estamos en el dintel de un proceso electoral en 14 estados del país.
Y en ese boteprontismo, el senador poblano planteó la esperanza perredista de que Peña Nieto pase de las palabras a los hechos porque, enfatizó, “para que nuestro país avance no deben existir intereses intocables, comenzando por varios personajes que lo rodean y que se encuentran en su entorno inmediato, cercano o partidario”.
El senador no quiso usar el (aún vigente) fuero constitucional. De haberlo hecho, habría dado nombres y apellidos de esos personajes a los que se refiere. Su demanda habría sido devastadora, sobre todo con su referencia de que “la cultura del presidencialismo, la idolatría a la personalidad, la corrupción, las complicidades del poder, el tráfico de influencias y los privilegios a intereses particulares y de grupo, han propiciado la existencia de intocables en la sociedad, sus rostros son públicos, sus nombres como personas físicas o morales son perfectamente identificables”.
¿Por qué no los identificó sin eufemismos? Lástima que no se atreva a hacer una denuncia ante la Procuraduría General de la República, que ya vimos cómo procede bajo el mando de Jesús Murillo Karam. Pero, antes de que caigan todos los personajes que alude don Miguel, alguien debe decidir quién apagará la luz antes de cerrar la puerta del edificio donde moran los intocables. Digo.