Teresa Gil/ Ralp Roeder, uno de los grandes biógrafos de Benito Juárez, dice que cuando éste murió, sólo perdió una de sus vidas. Y en efecto, junto con su permanencia histórica como Benemérito de las Américas, su frase, El respeto al derecho ajeno es la paz, surcó el mundo y se quedó para siempre, como esas verdades de razón, eternas, de las que habla Kant.
Pero es curioso que siendo un axioma mexicano, sea un sector del país el que desmienta cotidianamente su contenido.
En este momento, un mexicano, Gabino Antonio Fraga Peña, es expuesto en el extranjero e investigado por lavado de dinero, una secuela de la corrupción que agobia al país y que en esencia no es sino la sustracción, con mañas, de los derechos de los demás. Fraga fue uno de los operadores del caso Monex, parte de los extraños mecanismos que ayudaron al triunfo priísta en 2012, junto con las tarjetas Soriana.
Y la conclusión siempre lleva a lo mismo y se está viendo también con las truculencias del Partido Verde: sesgar un proceso como el electoral que debería de ser limpio y democrático, es violar flagrantemente los derechos de los demás. Los ejemplos se reproducen a montones en la decisión política cotidiana, en la violación de leyes que amparan a los grandes sectores del país y en el derecho de las mayorías a opinar y decidir. La corrupción cae como un fardo pesado que oculta lo preclaro de la frase de Juárez.
Quizá por eso dicen que Felipe Calderón y desde luego algunos políticos actuales, se sentían y se sienten molestos, teniendo el retrato del Benemérito a sus espaldas. A nivel de “las naciones”, de las que hablaba Juárez, sería largo mencionar la falta de respeto al derecho ajeno, ante todo de Estados Unidos. Véase lo que pretende hacer con Venezuela.
El estadounidense Ralp Roeder, historiador, poeta, dramaturgo y autor, escribió Juarez y su México(Fondo de Cultura Económica, primera edición 1972, la imprenta Nuevo Mundo había hecho una edición en 1952), una de las obras más completas que han abordado el período turbulento que le tocó vivir al indio oaxaqueño.
Obra de mil 100 páginas se extiende en seis partes sobre esos tiempos conflictivos, con la prevalencia de un Santana, la invasión francesa, la llegada y fusilamiento posterior de Maximiliano y la presencia agresiva de una jerarquía católica que se creía despojada con las leyes de Reforma. Roeder trató los temas con espíritu científico y con seriedad, según recalca Andrés Henestrosa en el prólogo, poniendo a cada quien en su lugar así se tratara de conservadores. Su libro es ya clásico.
Roeder vivió en México y aquí murió en 1969. Otro de sus clásicos El hombre del Renacimiento, también ha pasado a la historia literaria. Al cumplirse un año más del nacimiento de Juárez (1806-1872), cuando soplan vientos de fronda, siempre es bueno recordar aquella frase que surcó el mundo.