Rogelio Faz/ Hace una semana circuló en los medios de comunicación algo que parecería un chisme de farándula: El pleitito que se trae el músico británico Elton John contra los italianos diseñadores de moda Dolce y Gabbana.
Lo que llamó la atención fue cuando el músico hizo un llamado para boicotear a los modistos, a raíz de que estos desaprobaron la fertilización in vitro con intención de formar familias entre parejas del mismo sexo. Llamando a los hijos “sintéticos” o “de química”. Como los de Sir Elton.
Como supongo usted ha de saber, digo, por chismes que llegan de carambola sin que uno se lo proponga. De que Elton John es homosexual y está matrimoniado con otro hombre y son padres dobles de dos hijos de manera no convencional. Y que los dos diseñadores también fueron pareja pero que aceptaron su condición con resignación natural como para no tener hijos.
Hay un dicho o refrán que reza: la vida es un papalote y cada quien la echa a volar como puede. Pues sí, que tampoco está a discusión, sino las condiciones y circunstancias para hacerlo. Elton John como muchos otros incluido Ricky Martin para justificar los reajustes sociales de su generación dicen: “ya estamos en pleno siglo XXI”. Como si eso bastara.
Por supuesto de que hay que ir ajustando las normas a las necesidades modernas del ser humano.
Pero entonces ¿la moral y la ética en la sociedad deberán ajustarse a los avances de la ciencia? ¿La moral quién la define? La religión ya está bien quemada y a las nuevas generaciones parece no importar los principios que la sociedad ya había establecido.
No obstante, si se reconoce por ley que dos personas del mismo sexo pueden convivir como pareja con sus deberes y obligaciones, pues que así sea, además, si ese es su deseo quién se lo va a impedir con o sin matrimonio. No se conformaron con la unión civil. Quieren ser como otros aunque no lo sean. Como no lo es un hombre y una mujer aunque esto no limite sus derechos.
Muchos pensaran que no aceptar ciertos criterios en la diversidad sexual es sinónimo de homofobia. Pero no. Si en algo ha evolucionado la sociedad además de la tecnología, es en el entendimiento y comprensión a las variantes en la orientación sexual. Y en que todas las personas merecen respeto y a sus garantías individuales. No solo en género o a la diversidad sexual, también por raza, edad, discapacidad, etcétera.
Pero, ¿la ciencia determinará hasta dónde puede llegar nuestra moral o ética? ¿O los parámetros que rigen la selección natural señalados por Charles Darwin? ¿O por Dios según la religión?
Los diseñadores italianos, y vaya que son liberales, manifestaron no estar de acuerdo con que se utilice a la ciencia para forzar a la naturaleza para complacer lo que no se da. Uno de ellos dijo “soy gay, no puedo tener hijos”.
Todos tenemos a un familiar o amigo con diferente orientación sexual, y por lo mismo exigimos se les respete como personas. ¿Pero de eso a torcer a la ciencia a capricho, sobre todo cuando no hay compatibilidad de género natural para concebir?
Ahora, supongamos que ya estamos en el siglo XXV, y que la ciencia ha avanzado tanto que se puede hacer que los perros o perras se parezcan a su dueño o dueñas, no como tradicionalmente se dice. Sino por vitro o vaya usted a saber qué método para que una mascota tenga la cara tal cual de su amo porque ambos se quieren mucho. Después de todo, estos animales seguido resultan más fieles que los familiares.
Ya que si se llega tarde a casa lo reciben contentos y sin renegar, si no le da de comer no le reclaman, y por si fuera poco darían la vida por uno a cambio de nada. Así que, por qué no habría de utilizar a la ciencia a los deseos. Quien se niegue es un perrofóbico inhumano. Y eso para entonces va a estar pero bien penado.
Quienes adquirieron los discos de Elton John por su calidad musical, mal harían tirarlos a la basura al enterarse de su homosexualidad. En cambio él, cuando alguien de su misma condición cuestiona como se utiliza a la ciencia para forzar a la naturaleza lo que no le dio, lo ataca como vil homofóbico.
Esto lo podemos tomar como chisme farandulero pero, en los hechos, la moral y la ética moderna en la sociedad nos estaría llevando a concebir familias químicas o sintéticas, que al paso del tiempo y al perder al “familiar” lo vamos a lamentar como quien pierde a una mascota. Para después permutar en otra.