Moisés Sánchez Limón |
Patética y aleccionadora la
infidencia de Felipe Calderón respecto del papel jugado por el abogado
litigante Fernando Gómez Mont-Urueta, cuando se desempeñó como secretario de
Gobernación de su gabinete.
Evidencia, sin duda, de la
ausencia de un esquema de gobierno básico y de estructura profesional entre sus
integrantes. O, para ser más, claro, confirma cómo Calderón Hinojosa gobernó
con un grupo de amigos inexpertos, faltos incluso de compromiso con un proyecto
a futuro, quizá porque nunca lo construyeron como en alguna ocasión se presumió
con la posibilidad de que Juan Camilo Mouriño Terrazo fuera el delfín en la
sucesión presidencial.
Muerto Juan Camilo, el
proyecto se agotó en el intento de gobernar y reconstruir un entramado de poder
que sólo devino en excesos y venganzas políticas, cuyas consecuencias se viven
en este incremento de la inseguridad pública y la galopante corrupción que creó
una nueva camada sexenal de millonarios panistas y los amigos de éstos, con la
obligada reconstrucción del aparato gubernamental a cargo de los priistas que
retornan al poder.
Sí, impresiona y mueve a
compasión que el ex presidente admita públicamente la incapacidad que tuvo para
gobernar y designar a sus colaboradores, más preocupante –el daño está
hecho—que se haya elegido a un político de corta visión política que optó por
rodearse de una corte de incondicionales, ayunos de voluntad propia y con más
ambición de garantizar su futuro que de servir al país.
¿Por qué eligió a Gómez-Mont
o de quién le llegó la recomendación para hacer secretario de Gobernación a un
abogado litigante con quien tenía mala relación? Ese es otro factor que no debe
perderse de vista en la complicada mecánica que lo distanció de la relación, necesaria
y fundamental, con los partidos políticos en el Congreso de la Unión y en la
vida política elemental.
Las reformas
constitucionales y de leyes secundarias que pudieron haberse aterrizado en el
periodo 2006-2012, impulsadas como indica el manual desde el arranque de la
administración foxista, no prosperaron porque tanto Vicente como Felipe
perdieron de vista el vínculo fundamental que debe existir entre los tres
Poderes de la Unión.
Iniciativas enviadas al
congelador, rechazo a que ambos acudieran a la Cámara de Diputados a comparecer
–aunque Fox pasó la aduana de la ceremonia de toma de posesión--, ruptura en el
interior de la propia bancada panista, los arrebatos de sus coordinadores en el
Senado y en San Lázaro, las señales malentendidas de cómo negociar un dictamen,
el ataque y descalificación de jueces, magistrados y ministros porque sus
procuradores no procuraron justicia sino venganzas personales. En fin, dos
sexenios en los que hubo chamba para los amigotes, los compadres, las comadres
y toda esa fauna de oportunistas sexenales.
Y luego la opción de buscar
la alianza con la izquierda para evitar el retorno del PRI a la Presidencia,
pero de antemano minar la ruta del entonces gobernador mexiquense Enrique Peña
Nieto, fue elemento que nadie creyó prosperaría para tener un presidente de
izquierda o la perpetuidad de la derecha con concesiones a los enemigos del
Revolucionario Institucional.
Puede ser, entonces, esa
infidencia de Calderón respecto de Gómez-Mont una justificación de por qué no
prosperó, por ejemplo, la reforma laboral. Lo evidente es que, el PAN navega en
esos mares de la tempestad propia, inmerso en sus diferencias domésticas que
complican a sus operadores y los coordinadores de bancada los acuerdos con el
PRI, porque consideraron que, conforme con su recurrente invocación, el
gobierno les firmaba un cheque en blanco para orientar a su modo las
iniciativas de reformas constitucionales que el país requiere en este trayecto
a nuevos estadios de globalización.
Sin embargo, en una primera evaluación
y de acuerdo con lo referido por Manlio Fabio Beltrones, coordinador de los
diputados federales del PRI, el positivo el balance del trabajo legislativo en
los dos periodos ordinarios del primer año de la LXII Legislatura federal.
“El Pacto por México ha dado
rumbo a las reformas necesarias”, considera Manlio y, en efecto, ése ha sido el
eje de esta nueva relación del PRI-Gobierno con los otros dos Poderes de la
Unión y, en esencia, con la oposición partidista y legislativa.
Invocar factores coyunturales
en materia electoral, como pretexto para
romper el Pacto, es mero protagonismo del Partido Acción Nacional que no supo
en su momento impulsar lo que hoy critica y descalifica en el PRI-Gobierno que,
guste o no, sabe cómo hacerlo.
Y la izquierda opta por
abandonar la estridencia y los fundamentalismos. La elección intermedia está a
la vuelta de la esquina; además, el resultado de los 14 procesos que se dirimen
en las urnas en julio próximo, serán termómetro para el presidente Peña Nieto.
Preguntarán: ¿Vamos bien o nos regresamos? Digo.
sanchezlimon@gmail.com