Templanza, paciencia y
felicidad. Atributos que no fluyen hoy en día.
Hablar de la guerra es
manifestar de manera oral y escrita el origen del ser humano. Es inherente, tal
como la pasión, la fe, la violencia, el perdón, incluso las ideas y
pensamientos que han construido al hombre y a la mujer en un mundo, en donde la
guerra, ha cobrado una trayectoria. El bien y el mal, la injusticia o la
justicia, lo correcto e incorrecto, aquí no hay cabida a ello. Permanece entre
una línea delgada, donde la locura y la cordura viven y mueren. La civilización
es clara muestra. En la actualidad, han perfeccionado la violencia, eso se debe
a los avances en la ciencia y la tecnología, han postrado la cultura
generacional de los países. Los medios de comunicación masivos, han enseñado
monstruos o pesadillas a una infancia y a una juventud susceptible a través de
producciones en la radio, televisión o cine. En el presente, los dispositivos
electrónicos y el gran supremo rey de la información, el internet. La elección
de aprender algo, no hace un elemento de beligerancia, el código genético tiene
un rol, pero la voluntad es el milagro de no serlo. Así como la agresión de una
simple voz a la inquieta frustración, el diseño de los seres vivos es una
constante cruzada de la naturaleza, una citadina conflagración, un dilema
hostil.
La guerra es el vocablo, y
sin duda alguna, la antítesis del amor. En donde el término detalla un recurso
para conquistar o apropiarse de un derecho, de lo que no nos pertenece y
forzosamente viola la libertad de todo. No es el poder ni el control de un
Estado, es una acción antropológica, así como social-política. Sostuvo el
filósofo chino y general Sun Tzu o Sun Wu (Señor o maestro de la guerra) a
través del tratado “El Arte de la Guerra”, que toda guerra está basada en el
engaño. Tal como la historia que nos domina, no es propia de una estrategia o
batalla, y francamente es la confrontación interna de cada uno. Es la psique y
el soma que prevalecen con el ego, quizá toma otras formas como la superación
personal, los prejuicios, la ignorancia y la supervivencia. Los factores como
la explosión demográfica, el desabasto alimentario, la crisis económica, la
carencia de valores como la ética, la moral y la civilidad, fragmentan en
múltiples direcciones, y los más peligrosos son los errores que matan.
Recientemente nos cimbran personajes en el mundo, noticias también, tales como
Kim Jong-Un, Mahmud Ahmadineyad, Vladímir Putin, Boko Haram, ISIS o EI, y la
desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa en Iguala. Así como los caídos
por las migraciones masivas, el caso del naufragio en la isla de Kos, donde
murieron decenas y el pequeño sirio de tres años de edad, Aylan Kurdi, y su
hermano de cinco años, Rihan. Un catálogo de violencia y muerte que no se puede
comprender. Tal y como la Primera Guerra Mundial, que se desprendió en Europa
el 28 de julio de 1914 y concluyó el 11 de noviembre de 1918. En Versalles, la
Gran Guerra encuentra solemnidad y calma. Tuvieron que pasar 21 años, para que
la Segunda Guerra Mundial implicará a grandes potencias, a través de aliados y
tácticas militares el conflicto se prolongó entre 1939 y 1945. Ahí se
escribieron esas hojas negras del Holocausto, y la lectura fue de 50 a más de
70 millones de víctimas.
Este día no hay que
preocuparnos de la existencia de un Alejandro III de Macedonia, alumno de
Aristóteles, quien extendió su reino al derrocar el Imperio Persa y cambiar el
Imperio Aqueménida. El liderazgo del macedonio de trece años lo llevó a
encumbrarse el título de Alejandro Magno. Otro es Atila, el divino caudillo de
la tribu de los hunos, él gobernó el mayor imperio europeo en ese tiempo,
conocido como El azote de Dios, sus posesiones se establecían desde la Europa
Central hasta el Mar Negro, y desde el río Danubio hasta el mar Báltico. No
podemos dejar fuera de la lista a Gengis Kan, el guerrero mongol que unió las
tribus nómadas del norte de Asia. Sus logros se comprendían de un vasto
territorio, el más extenso en la historia desde Europa Oriental hasta el Océano
Pacífico, y desde Siberia hasta Mesopotamia, la India e Indochina; apoderándose
de los imperios Corasmio, Tanguta, Jin, y el Kanato de Kara-Kitai. Uno más, el
gobernante y emperador de los franceses Napoleón I Bonaparte. El republicano
durante más de diez años, y la efervescencia de la Revolución, tomó casi toda
Europa Occidental y Central.
En los últimos quince
años, más de tres millones de personas han muerto en conflictos armados. Dos
millones eran niños y niñas. Por ende, han desplazado y obligado a 25 millones
de personas a irse de sus lugares de origen. Hace once años, un estudio subrayó
que los gastos castrenses en el orbe superan el billón de dólares; ejemplo,
cerca de 160 dólares por cada habitante de este mundo. Por qué no crear bondad
y misericordia, una industria olvidada. Pero no, la esclavitud de nuestra
realidad nos vence. Y detallo este texto con una frase de Albert Einstein que
dice así, “el arte es la expresión de los más profundos pensamientos por el
camino más sencillo”. Y finalizo con una frase propia. “Quienes piensan en la
guerra, no dejan de creer en la paz. Pero quienes hacen la guerra, pierden toda
paz”.
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