sábado, 26 de abril de 2014

Rogelio Faz/El mojadito más pequeño

Rogelio Faz/Cartas desde Chicago. Para que las circunstancias adversas de la vida se tornen favorables, básicamente se requieren dos condiciones: Primero, tener la disponibilidad para convertir los hechos en positivos y, segundo, tener la visión y el carácter para aprovechar las oportunidades. Responsabilizar de todo a los demás por las condiciones negativas es como echarse la culpa uno mismo.
Quienes hemos dejado a México para radicar en los Estados Unidos, es supuestamente para tener una vida mejor. Sin embargo, muchos seguimos con la cantaleta de la tragedia política y social como argumento válido para justificar el haber dejado al país, donde supuestamente hay un gobierno pero que no gobierna. Que nos hace mirar hacia el norte. Para quienes no tienen nada que perder es la mejor opción, acción que a juicio de los que se quedan es como haber abandonado a la patria a su suerte.  
ROGELIO FAZ
Ya en EU no falta quien se siga quejando de la marginación, discriminación y racismo, que sin negarlos deben de tomar en cuenta que hay historias que han superado la adversidad y que deberían servir para hacernos un examen de conciencia; un juicio sincero de lo que nos impedía realizarnos como personas y por consiguiente como país.
Pero también hay quienes ya establecidos en EU, su “sueño americano” es comparar la troca anhelada solo con el afán de irla a presumir a la miseria de donde se salió, que no es más que exhibir la pobreza de espíritu. Y es que en EU, además de las oportunidades, se percibe en el ambiente la esperanza de superación, lo que muchos han logrado con mérito y dignidad.
Pero cuando se es niño y el destino de emigrar es decisión de los padres, ¿hasta dónde se puede acarrear el pasado?  ¿En qué momento se decide crear la propia suerte? ¿Se justifica olvidarse del origen?
Para Manuel Barbosa, un inmigrante mexicano su suerte fe echada casi al azar por sus padres al decidir irse al norte (1952) cuando él tenía 5 años de edad, para enterarse que en su nuevo sitio sería un “wetback”, como el gobierno estadounidense llamaba oficialmente a los indocumentados a mediados del siglo pasado, donde su futuro consistía en la pisca de algodón en Texas, por donde cruzó, donde también se padecía el desamparo. Pero como si hubiera sido una corazonada siente que puede cambiar su suerte y quizá hasta la mentalidad de quienes juzgan a los de su raza como instrumento de arado.  
Para el niño Manuel con el ánimo que dan los aires en EU, que posiblemente no tendría en su rancho La Barranca en el municipio de San Nicolás Tolentino, en San Luis Potosí, México. Y conforme iba asimilando su pasado, ya que su tío abuelo por parte de madre nada menos había sido el General Saturnino Cedillo, el último bastión militar rebelde de la post Revolución Mexicana inconforme con el gobierno socialista de Lázaro Cárdenas, lo que a fin de cuentas le costó la vida.
La familia que le sobrevivió no tuvo otra alternativa que emigrar ‘pa’l norte’. Por lo tanto aquel niño asumió sin proponérselo estar a la altura del arrojo del tío abuelo. Intuyó que el estudiar era la mejor forma para salir avante, y lo descubrió en los mismos campos de algodón donde la vida es realmente difícil. A los diez años de edad ya le decían el “abogadito” por servir como intérprete entre su gente y los agricultores texanos, hecho que probablemente lo hizo descubrir su vocación de abogado, como él mismo lo reconoce.
Así llega al estado de Illinois donde obtiene el título de abogado, para convertirse en juez federal de bancarrotas. Y presidente de la Comisión de Derechos Humanos de Illinois. Actualmente es parte de la mesa directiva de Metra, el tren de transporte público de Chicago y los suburbios. Puestos donde no había apellidos latinos.
Ahora con su jubilación quiere dejar constancia de su jornada en un libro titulado “El Mojadito Más Pequeño”, que presentó la semana pasada durante la Semana Potosina en Chicago, donde narra cómo desde niño se mentalizó, sin saberlo, para llegar a ser un inmigrante exitoso sin olvidar sus raíces. Para compartir de manera amena sus memorias sin perder el curso de la historia mexicana que estudió por su cuenta, con el propósito de comprender mejor su origen, donde expone no solo la realidad del inmigrante “wetback” o “illegal” en un país que pasaría a ser el suyo, donde con carácter y visión supo sacar provecho a las adversidades de la vida.
El libro expresa lo que marcó su vida, desde antes de cruzar la frontera por el rio Bravo/Grande de manera ilegal utilizando ‘pateros’ donde se mojan las espaldas, para ser del mojadito más pequeño a un abogado y defensor de los derechos humanos.  
Durante sus visitas a su tierra natal encontraba a los viejos sobrevivientes donde uno de ellos le decía “el destino es justiciero”, en referencia a que la historia pone todo en su lugar. Sin embargo, el ahora juez retirado Manuel Barbosa a sus 67 años, como para que no sea a destiempo, en su libro menciona lo dicho por el recién fallecido premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez: “la vida no es la vida que uno vivió, sino la que se recuerda”, poniendo como ejemplo al general Saturnino Cedillo, quien murió en un momento inapropiado  cuando la historia no le haría justicia por sus servicios a la patria, al no haber estado de acuerdo con el ‘héroe’ nacional del momento, el Presidente Cárdenas. Saturnino Cedillo Martínez fue gobernador de San Luis Potosí (1927-31) y secretario de Agricultura y Fomento de México (1935-37).