Jorge Luis Falcón Fernández Arévalo |
“Se dice que los ladrones
respetan la propiedad. Sólo desean que la ajena se convierta en propia para
respetarla mejor” - Gilbert Keith
Chesterton-
Si en Guerrero están perfectamente identificados
los ex presidentes municipales ladrones y los políticos cleptómanos. Los
gandallas, están en la mira de la sociedad guerrerense; tan solo eso, en la
mira. Pero lejanos de la aplicación de la justicia ¿Qué se espera de ellos, en
otros puestos de elección popular? Lo mismo
¡Perro que come huevo,
aunque le quemes el hocico! Así decían las abuelas cuando se referían a alguien
que actuaba de cierta manera y que difícilmente cambiaría su naturaleza.
Esos ejemplos de impunidad,
son los que asume la otra sociedad para convertirse en ladrona, en cuatrera, en
gandalla, en valemadre. La casta cínica.
¡Madre, no me pidas ser
decente, si en la TV y radio, están y aparecen cotidianamente los
deshonestos! -Oído al azar-
En tanto haya impunidad. No
se podrá hablar de democracia. Ni de verdades, ni de proyectos de desarrollo.
Los ladrones están allí agazapados.
“Robar es encontrarse las
cosas antes que al dueño se le pierdan”, lo dijo acertada y decentemente Alonso Fernández de Avellaneda, en
“El Quijote de Avellaneda”.
Cuando el negocio es grande,
el crecimiento y los beneficios esconden una multitud de pecados. Los tres
niveles de gobierno -como los astros- deben estar perfectamente alineados para
lograr el botín; perdón, el objetivo. Sin uno, la máquina del latrocinio no
camina; sin el otro “beneficiado”, pues, lo demás es solo un leve y sensible trámite.
Esta especie bípeda cree que
el dinero lo hace todo, y terminan haciendo todo por dinero; pero, que no es
suyo. Eso se llama robo, malversación.
Esas personas que son
realmente muy extrañas y proclives al hurto, al timo a la rapacería han asumido
posiciones claves y provocan terribles
impactos en la historia de los pueblos, estados o países. ¡Que cursilería manifestar
que somos un país rico en petróleo!, si somos lumpen en sociedad necesitada,
saturada –eso sí- de hampones y esquizofrénicos.
No sabe el imbécil que de su
ignorancia política nace la prostituida política de “bondades”, del mal diseño
de prodigar asistencia social, de la manera más burda y ruín: la limosna.
¿Dónde queda la honestidad? No hay flojo que no se venda por unas sucias monedas.
“El impúdico, finge lo que
es, pues que se sea lo que se finge”, es
su praxis protocolaria. Y de facto la asumen. Genética marca destreza.
Carlo Alberto Pisano Dossi,
el escritor italiano manifestó: ¿Qué pasa si la honestidad no tiene miedo a la
prisión? ¡Nada! Porque los encargados de impartir, de conceder la justicia, son
engranaje de esa misma podredumbre.
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