MOISES SÁNCHEZ LIMÓN |
Cuando
en julio de 1996 cumplíamos un mes con La Crónica de Hoy en circulación, el
entonces director del bisoño diario, Pablo Hiriart, me preguntó qué se decía en
la calle, en los corrillos políticos, entre los colegas, respecto del futuro
del periódico, al que por cierto todo el mundo ligaba al ex presidente Carlos
Salinas de Gortari.
Las
apuestas –le dije a Pablo--indican que por lo menos este año cargamos los
peregrinos, es decir, llegábamos a diciembre, pero nadie se atrevía a asegurar
que el diario sobreviviría en 1997. Sobre todo con el vacío publicitario en
contra y las ganas del gobierno perredista del Distrito Federal de
aniquilarnos.
Pablo
comentó que mi amigos y a quienes había escuchado comentar respecto del
periódico, eran muy optimistas. “A mí me dicen que no sobrevivimos tres meses”,
sintetizó el entonces director, creador e impulsor de La Crónica, que en unos
meses fue punto de referencia y piedra en el zapato del perredismo
lopezobradorista.
Hubo
intentos de cerrar el diario, de crear un sindicato que nos llevaría a la
huelga. En fin, visitas sorpresivas de inspectores del servicio de agua y hasta
de los sanitarios. Sobrevivimos y el diario fue una digna fuente de trabajo,
escuela para muchos y algo así como la especialización de otros.
La
frase “cargar los peregrinos” se plantea como la meta a superar al fin del año,
digamos: llegar vivo al mes de diciembre, no haber fracasado en el intento de
una tarea. En aquel año de 1996 cargamos los peregrinos con La Crónica y lo
demás fue historia. Las primeras planas con Lozano Gracia y Chapa Bezanilla en
calidad de bufones que hicieron de la PGR un circo, una dependencia
absurdamente desprestigiada.
Defendimos
la causa de Othón Cortés y los alegatos de Raúl Salinas. Me acusaron de estar
al servicio de la familia Salinas y, bueno, al final de cuentas el teatro
justiciero se cayó y Othón y Raúl salieron de prisión. La Crónica elevó
circulación, tiraje, ventas. Hicimos un diario modesto pero digno y
profesional. Vino otra época y Pablo se fue en pos de la gloria periodística y
empresarial.
Los
demás, quienes no lo acompañamos a La Razón fuimos en busca de lo nuestro,
nuestros espacios de reporteros que un día son premio nacional de periodismo y
al día siguiente los más pendejos porque se fue la nota pitera. Así es y será
esto, mientras la relación de las fuerzas de producción periodística no esté
nivelada como la economía de los reporteros demanda.
El
tema viene a colación precisamente porque hoy, con la Nochebuena, con el
encuentro de las familias de los reporteros en el festejo de la Natividad,
concluye el periodo de las posadas, y muchos podemos presumir que cargamos los
peregrinos, es decir, logramos alguna meta o por lo menos no sucumbimos en el
intento, tenemos vida, salud y felicidad con los nuestros, con estas nuestras
familias que saben que una mañana salimos a buscar la información, a ejercer
nuestro oficio de reporteros, mas no tienen la certeza de vernos regresar…
vivos.
Esa
es la realidad en este mosaico de contradicciones en la vida de los reporteros,
las historias públicas y las privadas de profesionales que se desenvuelven
cotidianamente entre dimes y diretes y escenarios de amores y desamores, encuentros
y desencuentros, caídas y victorias, así sean pírricas, de penurias y glorias
económicas, de pobrezas y miserias humanas, de amistades que se pierden cuando
se pierde el apellido, de perros que comen carne de perro, del vecino que le
mete el pie al de enfrente para que se caiga y lo corran del trabajo…
Historias
de reporteros, de vidas prestadas, como aquel colega que llegó al bar pasada la
medianoche y con media estocada y el alma partida por su realidad, esa de haber
estado tres días hospedado en una suite y debía llegar a su casa en un edificio
de medio pelo; la realidad de cientos de colegas que un día viajan en el TP-01
y comen en Cancún pero al llegar a su casa cenan lo que quedó de la comida del
día y duermen entre sábanas que se cambian cada dos o tres semanas porque no
hay más.
Historias
de quienes mueren en la miseria después de haber disfrutado de los placeres de
la vida y haber sido depositarios de galardones y dizque amigos de políticos,
de diputados o senadores, gobernadores o alcaldes que bien saben usar a los
reporteros y luego los niegan cuando éstos pierden el apellido, es decir, ya no
son Fulanito de tal periódico, radio, televisión…
Historias
de reporteros que en este periodo de posadas de la Navidad de 2012 nomás ya no
cargaron los peregrinos. A ellos, donde se encuentren, mi eterno reconocimiento
por sus enseñanzas, por su amistad. A los que ya cargaron los peregrinos, mis
votos por su salud y la de sus familias.
Sí,
éste es un espacio que hoy me dedico y dedico a mis pares, a mis colegas
reporteros, a sus familias. Sin demagogias, sin rollos. Conste.