domingo, 27 de enero de 2013

En defensa del libro y la lectura Por José RODRÍGUEZ SALGADO




A Naú Aguilera Álvarez, con mi anticipada felicitación
por la inminente publicación de su libro.

La semana pasada la Agencia Informativa Reforma difundió una noticia alarmante respecto a que “el porcentaje de mexicanos que leen libros cayó diez puntos en el último sexenio, según la Encuesta Nacional de Lectura 2012. Precisó que el 56 por ciento, que la población mayor de 12 años, que decía leer libros en el 2006, bajó a 46 por ciento. Menos de la mitad de los mexicanos leen libros de cualquier tipo y formato. Se demuestra que hasta la fecha la lectura sigue siendo una actividad “estrictamente educativa o escolar”, y no se están formando lectores autónomos desde las escuelas. Lo anterior se traduce como que el acceso a la lectura está seriamente restringido para la mayoría de la población.  Lo peor de todo es que las encuestas señalan que ese 10 por ciento define “que la lectura no sirve para nada”.
Recuerdo que hace aproximadamente 20 años, un conocido ciudadano guerrerense presumía sus éxitos políticos argumentando que en esta vida lo que cuenta es tener padrinos y pertenecer a un equipo influyente y en ascenso. Confesaba sin rubor “yo no he leído nunca un libro completo y miren, tengo poder, dinero, amores, bienes materiales y altos cargos públicos; en cambio, otros se pasan leyendo siempre y carecen del bienestar más indispensable, sin mayores oportunidades en la administración y con múltiples obstáculos en la escala social. Obviamente tamaña desmesura no mereció comentario alguno.
Es desolador el panorama de la falta de lectores en el país. El Rector de la UNAM Dr. José Narro Robles, anuncia que a partir del mes de abril, la Máxima Casa de Estudios, iniciará un Programa de promoción de la cultura del libro y de la lectura. Sostiene su propuesta en que “para disfrutar la lectura se requiere cultivar sistemáticamente esta actividad humana y para ello se necesita educación, más y mejores niveles”. No obstante los presupuestos y grandes programas emprendidos por la SEP, en la materia, los resultados siguen siendo restringidos, el mexicano no lee. Ante este drama debemos convencernos que no basta saber leer, resulta indispensable querer leer, tener voluntad de leer. Se ha dicho que hay libros malos, pero ninguno que haga mal. Esta afirmación debe tomarse con reserva.
Un viejo amigo lector empedernido me comentaba cierta vez, en este camino hay cuatro placeres inmediatos: se toma el libro, se lee, se subraya y se habla de él, más tarde vendrán otras satisfacciones en el disfrute del sabio ocio de leer. Todo ello hace que de lector se pase a bibliófilo y de bibliófilo a bibliómano. Ahí descubrimos que el libro persiste con singular terquedad. Una observación oportuna en este tema es que por necesidades de la época moderna, la gente aprende a leer rápido, perdiendo así el placer de la lectura. Son los nuevos pregoneros de la llamada lectura dinámica. Tan sencillo como entender que saborear un libro, una buena prosa, un bello poema, un sesudo ensayo, una amena narración, o el encuentro o redescubrimiento de una idea, demandan tiempo y maduración. Y es que al paso del tiempo la letra se rebela y la prosa establece alianza o complicidad con el tiempo lento que el disfrute del libro exige.
La actual comunicación social no puede captar el sentimiento, el pensamiento, lo subjetivo y el libro vuelve a vencer. En este propósito manifiesto mi solidaridad con quienes defienden al libro, sabiendo que a la larga éste se defiende sólo y respalda a los que lo hacen y creen en él. Un aspecto obligado en este apartado es el tema de saber leer, por razones de espacio lo dejaremos para próxima entrega. Basta citar en el presente artículo que el chilpancingueño ilustre, Maestro Arturo Nava Díaz (qepd) manifestaba su interés porque los diputados obtuvieran por lo menos de manera elemental las técnicas básicas para hacer uso de la palabra en la respetable tribuna popular. Escribió en Vértice del jueves 18 de septiembre de 1997: “¿sería mucho pedir que hubiera cursos de lectura para algunos diputados?” Ocurre que la suerte me llevó al recinto cameral, a fin de oír ponentes sobre el Primer Congreso de Anáhuac. Uno de esos afortunados elegidos, con fuerte aspecto de estibador….leyó muy mal lo que su romo destino le permitió fusilar con las prisas del caso. El pueblo merece respeto. Si supieran que Plutarco escribió Vidas Paralelas, hallarían la razón de cómo Demóstenes elaboraba sus discursos y junto los empeños plausibles de Cicerón. Hasta aquí la cita. Esto es, no se trata de ganar la carrera. No, debe comprenderse lo que se desea comunicar. Ni más, ni menos.
Viene a mi memoria lo que nos dijo al respecto el maestro Alfonso Sierra Partida, en una memorable ceremonia: “tenemos la convicción de que cuando muchas piedras pierdan significado y algunas civilizaciones desaparezcan, los libros subsistirán y seguirán desprendiendo su luz e iluminando los senderos del hombre”.