Moises Sánchez Limón |
Hay quienes critican que el gobierno federal haya aludido,
en un primer informe el número de muertos y lesionados a consecuencia de dicha
explosión. Lo cierto es que si Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de
Gobernación, no se adelanta con datos oficiales, los oficiosos y voladores de
la información le habrían ganado para
mal informar a la opinión pública.
Hemos vivido experiencias de esa naturaleza que sólo generan
pánico y zozobra social. Decir sin elementos de sustento que fue por una
acumulación de gas o un artefacto, que se había acordonado el área desalojándose
a habitantes de inmuebles próximos al área, porque había tal o cual cantidad de
muertos y el riesgo de una tragedia mayor, simplemente provocó pánico.
Vaya el ejemplo de Carlos Loret de Mola que entiende a la primicia como el
boteprontismo de dar carácter oficial a la versión primaria y no confirmada que
se tiene a mano, el rigor requerido en el manual básico de quienes somos
reporteros. Se vale utilizar el habría, podría, e incluso enfatizar en términos
de “hasta el momento” o “datos por confirmar”.
Y es que, mire usted, salir inmediatamente con dizque
información oficial de Ignacio Durán, que cobra como director de Comunicación
Social de Pemex, de que había cinco muertos y 75 heridos, más que ganar la nota
implica irresponsabilidad del funcionario y de Loret, quien poco más tarde
debió asumir la versión del secretario Osorio Chong, cuando el presidente Peña
Nieto encabezaba labores de rescate y atención a afectados en el lugar de los
hechos.
¿De dónde diablos sacó Ignacio Durán esa información a los
pocos minutos de ocurrido el percance? Ganas de quedar bien con quienes se
asumen dueños de la verdad, de un irresponsable comunicador que ha sacado el
bulto a un tema como fue el de Florence Cassez y llevó a la picota del despido
a dos reporteros, Pablo Reynah y Ernesto Zavaleta.
No estamos para comparaciones, pero vale recordar que cuando
el terremoto del 19 de septiembre de 1985, la tragedia fue mayúscula pero los
reporteros, los periódicos, las estaciones de radio e incluso la televisión,
con sus sistemas de información reducidos, se portaron a la altura y evitaron
el amarillismo. La situación era de crisis y no podía alimentarse más con la
alarma.
Entonces, dentro de las urgencias y el dolor de miles y
miles de ciudadanos, se procedió con calma, con respeto al dolor ajeno. Vaya,
recordemos a Jacobo Zabludovsky con la voz entrecortada que transmitía la
reseña de lo que encontraba a su paso, mediante un teléfono móvil en su auto.
Ni un dato más, ni un adjetivo fuera de lugar, sin exageraciones ni falsas
conmiseraciones, simplemente lo que se veía, en tanto se recuperaba un sui
generis ritmo de vida.
La solidaridad de los mexicanos volcada sin estridencias,
así sencilla, elemental, como ordena el sentido común en ayuda y respeto al
prójimo para no alimentar a la ya de por sí severa crisis económica que nos
agobiaba en eso tiempos.
Hoy, en escenarios inéditos con el retorno del PRI a la
Presidencia de la República y cuando comienza a regatearse el apoyo brindado en
principio al Pacto por México, cuando pareciera que hay mensajes cifrados en el
incremento de homicidios y feminicidios en los estados de México e Hidalgo,
ocurre esta tragedia que estuvo en riesgo de generar pánico social con
declaraciones irresponsables de funcionarios novatos y de socialité, con
conjeturas descabelladas, lo que debe prevalecer es la calma. Esperemos a las
versiones oficiales, creíbles, no maquilladas. Por la salud del país. Conste.