jueves, 31 de enero de 2013

Entresemana Responsabilidad informativa; calma, calma… Por Moisés Sánchez Limón


Moises Sánchez Limón
Descabelladas, apresuradas, alarmistas y hasta ofensivas al sentido común las conjeturas varias que comenzaron a tejerse inmediatamente después de conocida la lamentable noticia de la explosión ocurrida este jueves 31 de enero en el edificio B-2 del complejo administrativo de Pemex en la capital del país.
Hay quienes critican que el gobierno federal haya aludido, en un primer informe el número de muertos y lesionados a consecuencia de dicha explosión. Lo cierto es que si Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación, no se adelanta con datos oficiales, los oficiosos y voladores de la  información le habrían ganado para mal informar a la opinión pública.
Hemos vivido experiencias de esa naturaleza que sólo generan pánico y zozobra social. Decir sin elementos de sustento que fue por una acumulación de gas o un artefacto, que se había acordonado el área desalojándose a habitantes de inmuebles próximos al área, porque había tal o cual cantidad de muertos y el riesgo de una tragedia mayor, simplemente provocó pánico.
Vaya el ejemplo de Carlos Loret de Mola  que entiende a la primicia como el boteprontismo de dar carácter oficial a la versión primaria y no confirmada que se tiene a mano, el rigor requerido en el manual básico de quienes somos reporteros. Se vale utilizar el habría, podría, e incluso enfatizar en términos de “hasta el momento” o “datos por confirmar”.
Y es que, mire usted, salir inmediatamente con dizque información oficial de Ignacio Durán, que cobra como director de Comunicación Social de Pemex, de que había cinco muertos y 75 heridos, más que ganar la nota implica irresponsabilidad del funcionario y de Loret, quien poco más tarde debió asumir la versión del secretario Osorio Chong, cuando el presidente Peña Nieto encabezaba labores de rescate y atención a afectados en el lugar de los hechos.
¿De dónde diablos sacó Ignacio Durán esa información a los pocos minutos de ocurrido el percance? Ganas de quedar bien con quienes se asumen dueños de la verdad, de un irresponsable comunicador que ha sacado el bulto a un tema como fue el de Florence Cassez y llevó a la picota del despido a dos reporteros, Pablo Reynah y Ernesto Zavaleta.
No estamos para comparaciones, pero vale recordar que cuando el terremoto del 19 de septiembre de 1985, la tragedia fue mayúscula pero los reporteros, los periódicos, las estaciones de radio e incluso la televisión, con sus sistemas de información reducidos, se portaron a la altura y evitaron el amarillismo. La situación era de crisis y no podía alimentarse más con la alarma.
Entonces, dentro de las urgencias y el dolor de miles y miles de ciudadanos, se procedió con calma, con respeto al dolor ajeno. Vaya, recordemos a Jacobo Zabludovsky con la voz entrecortada que transmitía la reseña de lo que encontraba a su paso, mediante un teléfono móvil en su auto. Ni un dato más, ni un adjetivo fuera de lugar, sin exageraciones ni falsas conmiseraciones, simplemente lo que se veía, en tanto se recuperaba un sui generis ritmo de vida.
La solidaridad de los mexicanos volcada sin estridencias, así sencilla, elemental, como ordena el sentido común en ayuda y respeto al prójimo para no alimentar a la ya de por sí severa crisis económica que nos agobiaba en eso tiempos.
Hoy, en escenarios inéditos con el retorno del PRI a la Presidencia de la República y cuando comienza a regatearse el apoyo brindado en principio al Pacto por México, cuando pareciera que hay mensajes cifrados en el incremento de homicidios y feminicidios en los estados de México e Hidalgo, ocurre esta tragedia que estuvo en riesgo de generar pánico social con declaraciones irresponsables de funcionarios novatos y de socialité, con conjeturas descabelladas, lo que debe prevalecer es la calma. Esperemos a las versiones oficiales, creíbles, no maquilladas. Por la salud del país. Conste.