Son
muchas las cosas que nos podemos cuestionar, pero pocos somos los que nos
aplicamos a dilucidarlas y sobre todo exponerlas. Transcurren los tiempos y la mentalidad
madura y se estabiliza; Como consecuencia se vuelve permisiva con la audacia,
la osadía, lo arriesgado; Vamos, con lo aventurado e imprudente.
Todo
esto viene a colación porque innumerables veces al leer o escuchar las notas de
reconocimiento, hacia la labor de nuestros funcionarios públicos de
responsabilidad popular; Se ponderan y magnifican sus acciones, como si de una
labor altruista se tratara. De hecho lo que hacen, forma parte de su
responsabilidad y compromiso, es importante la observación, ese acervo genético
que les posibilitamos en el imaginario colectivo, los hace reinterpretarse en
dimensiones incomprensibles para el común de los ciudadanos, les modifica y
transforma en entes excepcionales acorde a su formación humana; he allí el
distanciamiento que ellos establecen para ser accesibles ante los ciudadanos
que los requieren.
En
los difíciles procesos de cambio donde la mentalidad social se conflictúa,
llega el justo medio y deja instalado en el imaginario colectivo el pasmo con
un sabor y sentimiento de rechazo y abandono que genera con el tiempo, dolor y
violencia. Como consecuencia de todo ello, la sociedad se convierte en una
participante muda, sorda y ciega; Las normas que la rigen se trastocan, los
valores que la equilibran se ocultan, los ciclos de cambio que permiten una
recapitulación, se tambalean. En tanto, llega la masacre como una pandemia en
una sociedad débil, débil por el cansancio de luchar contra una imposición del
poder, construido a partir de su sometimiento.
Ser
demócratas es ser tolerantes, pero sobretodo, considero que debemos transitar
de la cultura de la simulación y la no participación, al camino del compromiso
y la participación activa y militante a través de las organizaciones que
existen para ese propósito “El derecho a contribuir en el cambio de nuestra
sociedad: ¡SE EJERCE, NO SE MENDIGA!