A
unos días del cambio de poder presidencial en México, los cortes de caja al
gobierno que se va, han incrementado su actividad y la mayoría de los que están
haciendo estas evaluaciones se han dedicado principalmente al tema de la
violencia y la llamada guerra contra el narcotráfico y que en números
conservadores nos señalan que en el sexenio del presidente Felipe Calderón
Hinojosa se deja una estela de víctimas de poco más de cien mil personas.
En
esta cifra no se distingue si fueron muertos en enfrentamientos, ejecutados,
muertes naturales o accidentales o los que eufemísticamente se les denomina
‘colaterales’, sin descontar los suicidios o feminicidios.
Esto
es, que en solo seis años, los mexicanos nos dimos cuenta de que en el país los
delincuentes y narcotraficantes habían ganado terreno al propio gobierno y
habían ocupado en forma por demás flagrante varias decenas de municipios en el
país como territorios propios y sobre todo que habían cooptado a los cuerpos
policiacos desde federales, estatales y municipales para que los protegieran y
ayudaran a delinquir en lugar de cumplir con su responsabilidad fundamental que
es la de servir a la comunidad que es la que les paga y provee de todo lo
necesario para desempeñar su actividad.
Los muertos de Calderón,
dirían algunos críticos del régimen, son principalmente víctimas de una
embestida irresponsable y una estrategia fallida, pues al final de cuentas, la
delincuencia no se ha detenido, los capos de las drogas continúan sin
alteración alguna su actividad demoledora y criminal y la depuración de los
cuerpos policiacos en estados y municipios ha sido lenta y sin sanción alguna para
los gobiernos que no cumplieron con su tarea en tiempo y forma lo cual provocó
que el combate contra las drogas y los criminales fuese menos efectivo.
Pero
no solo se ha hecho una evaluación al presidente saliente en base a su guerra contra
los cárteles de las drogas sino también en los renglones económico, social y
educativo.
Por lo
que se refieren al crecimiento económico global sexenal, este ha sido del 1.3
por ciento del producto interno bruto (PIB) anualizado lo cual queda muy lejos
de la meta que se tenía de un cinco por ciento anual.
Sin
embargo habría que recordar que entre los años 2008 y 2009 se registró la
primera hecatombe económica global del siglo XXI y que fue mayor, incluso, que
la llamada gran depresión registrada en los años 29-30 del siglo próximo
pasado.
Aún
así, el impacto negativo contra la economía mexicana no tuvo ni por asomo los
efectos perjudiciales ocurridos en el vecino país del norte y en otros países
del viejo continente, particularmente, Grecia, Portugal o Irlanda con sus
efectos posteriores en España e Italia.
México
tuvo un desempeño deficitario en esta gran crisis económica al instrumentar los
programas de recuperación y por lo tanto frente a los demás países latinoamericanos
fuimos de los últimos en recuperarnos lo cual no se hizo evidente a través de
los medios de comunicación masivos por haber consumido su atención en
cuestiones de índole político-electoral.
En
este segundo sexenio panista—el primero fue encabezado por el presidente
Vicente Fox Quesada—tampoco se logró revertir la tendencia negativa en
cuestiones de índole social y educativo. Muchos han sido los eruditos en el
tema de la evaluación de los marginados y los pobres de este país que han
mostrado y demostrado que los programas destinados a dar atención a los grupos
vulnerables no han sido del todo efectivos y en muchos casos han servido para
el manejo indiscriminado de clientelismo político.
El
incremento de la pobreza en el país se evidencia en los cientos, miles o
millones de personas que han abultado las bolsas de pobres, marginados,
miserables y ultra pobres.
Por
lo que hace al renglón de la educación, nuevamente el gobierno panista de
Calderón sucumbió, como lo hizo Fox, a los acuerdos ‘en lo oscurito’ con las
dirigencias del sindicato magisterial lo cual pospuso nuevamente la
modernización del sector y por ende se frustró la aspiración de mejorar la
calidad de los maestros y su impacto inmediato en la educación de las nuevas
generaciones.
Por
lo visto, este sexenio ha sido verdaderamente traumático para los mexicanos
pero como siempre sucede, una cosa es la visión de los críticos del sistema y
otra más es lo que nos dicen las evaluaciones de los científicos pertenecientes
a las distintas instituciones nacionales—públicas y privadas—sobre los tópicos
mas importantes para el desarrollo nacional.
Sin
embargo, cuando estas evaluaciones se entrecruzan con la percepción que tienen
los ciudadanos sobre el desempeño del gobierno calderonista, las respuestas provocan
sorpresas y admiración. En variadas encuestas de opinión bien elaboradas se
otorga un voto de confianza o aprobación al gobierno saliente. ¿Entonces? ¿A
quién le creemos?
Quizá
lo que podemos intuir es que la diferencia entre críticas y evaluaciones
interesadas con la percepción popular estriba en que los mexicanos con menoría
histórica no olvidan que en otros tiempos con gobiernos priistas las
consecuencias cada fin de sexenio eran funestas y los altibajos tanto en
economía como en libertades estaban por
abajo de países similares latinoamericanos por lo tanto, ahora, cuando los
resultados no son tan traumáticos el pueblo otorga el beneficio de la duda a
los panistas, sobre todo cuando tienen frente así el inminente cambio de
gobierno y probablemente una reedición de los usos y costumbres del viejo
régimen con nuevos actores.
La
verdadera evaluación del sexenio que está por concluir se hará posterior al
primero de Diciembre cuando todos los mexicanos hayamos asimilado lo ocurrido y podamos emitir
una sentencia definitiva. Hacerlo ahora parecería no solo un acto acelerado e
irreflexivo sino con tintes puramente de orden político y de interés personal o
de grupo.
La
verdad es que la violencia que se registra en el país hasta estos momentos ha
perjudicado mas que nada a nuestra forma de vivir y de movilizarnos y
principalmente en el terreno de la libertad de expresión, ya que en estos seis
años los periodistas en ejercicio de sus funciones o sus libertades de opinión
y manifestación de las ideas han sido el sector mas agredido y menos protegido.
Las
estadísticas están ahí con un número de poco más de cien comunicadores
asesinados, desaparecidos, agredidos, amenazados o exiliados. ¿Y los gobiernos?
Por
lo tanto, la violencia desatada por el combate de las fuerzas armadas contra el
crimen organizado ha producido una merma en el ejercicio de las libertades
fundamentales a la vez que la pobreza, marginación y miseria que abarca a poco
más del 60 por ciento de la población nacional nos indica que nuestra
democracia está en estado de coma y
solo tiene como fuente de oxígeno la libertad electoral, lo que objetivamente
es insuficiente para un país que aspira al bienestar, el desarrollo y la
modernidad.
La
pregunta obligada respecto a esta evaluación sería si creemos que el próximo
gobierno logrará llevar al país a mejores estadios de crecimiento económico y
la ampliación de nuestras libertades individuales y de grupo, lo cual lo
diferenciaría de los dos últimos sexenios presidenciales panistas?
El
primero de Diciembre está a la vuelta de la esquina. Esperemos conocer los
lineamientos del nuevo gobierno. Entendamos si habrá cambios en la estrategia
para combatir la delincuencia y el tráfico de drogas-
En
este sentido, será interesante conocer si la alineación de los políticos a
estos propósitos será fundamental o no.
Periodista/Analista Político*