El Universal
En México, la corrupción provoca desvío de recursos públicos con
fines privados, falta de respeto a las normas establecidas y
confrontación entre quienes deciden cumplir la ley y los que viven al
margen de ella, consideró Daniel Márquez Gómez, del Instituto de
Investigaciones Jurídicas (IIJ) de la UNAM.
Con motivo del Día Mundial contra la Impunidad, que se conmemora este
23 de noviembre, el especialista señaló que esa práctica está enraizada
en la identidad nacional, pues desde niños, a los mexicanos se les
educa en la mentira para eludir responsabilidades y así, en la vida
adulta, recurren a prácticas como el pago de contraprestaciones ilícitas
(mordidas) para evitar sanciones al violar normas de tránsito.
Mediciones internacionales advierten que las familias del país dedican entre 70 y 170 pesos por día a prácticas corruptas.
El problema no radica en el diseño normativo o en los organismos
dedicados a combatirla, sino en ideas heredadas desde hace siglos.
“Existen condiciones que favorecen la presencia de estas conductas.
No hemos sido capaces de superar esta cultura, de la que se nutren el
machismo, la violencia contra niños y mujeres, el callarse e inclinarse
ante los poderosos y la imposibilidad de autocrítica y de enfrentar este
lastre”.
El investigador expuso que la impunidad la podemos advertir desde el
hogar, en la vida cotidiana y en el proceder de funcionarios que
utilizan los recursos a su disposición para su beneficio, sin ser
sancionados. Vivimos en una anomia institucional, es decir, sin respeto a
la ley ni al orden establecido, indicó.
Uno de los problemas de las estrategias para combatir estas prácticas
es su carácter reactivo. Se enfrentan a través de leyes o la creación
de instituciones como secretarías, contralorías, fiscalías
especializadas, pero no a nivel ciudadano.
La no interiorización de las normas, con el pretexto de que las leyes
regulan conductas externas, representa un obstáculo. Además, la
identidad nacional y el sentido de pertenencia no son promovidos como
valores sociales deseables en una colectividad que quiere vivir con un
mínimo de respeto y estabilidad.
“Es necesario generar una ética más allá de ideologías e intereses personales”, precisó.