La transa fue con Bello
Gómez, su mejor fruto político, hasta arribar a esta comarca cafetalera. El de
un “Bello Atoyac”. La falacia, el mentiroso. ¿Y el fraude del PRD, nacional? El
megalómano de barro.
Dejó a los universitarios
atoyaquenses, con un palmo de narices, al prometer un terreno y la edificación
de aulas. Engañó a estudiantes y ciudadanos, con la promesa de prodigar internet (wi-fi) en “todo el zócalo, para que
tengan acceso libre”. Otro de sus embustes. ¿Los juegos infantiles de Sedesol?
Algo que jamás hizo por
iletrado en la administración como ciencia, Carlos Armando fue seleccionar a
colaboradores competentes. Ni una persona de su gabinete tiene distinciones
académicas, fama pública decente. Nadie era honorable, modesto ni eficiente. Pellejo,
pedacera, maleza, fue su constante
Destruidos los archivos, manipulada
la información, quemados los papeles, mal
escondidas las estafas y los fraudes a los sierreños. Ni el peor de los
gánster tuvo en sus mejores días una calamidad tan indecente como la del
anterior gobierno municipal-
Promesas de caminos
vecinales, no se llevaron a cabo. Construcción de puentes, engañó. Hasta
prometió un rio, si el caso lo ameritaba. Menos cumplió, La locura del pasajero
poder y el dinero que no era suyo, hizo acopio de su persona. Con éste mandó a
sus serviles achichincles y cronistas de sus minucias y nimiedades, a viajar;
unos, a Estados Unidos de Norteamérica. Otros, a Alemania.
Miente al tratar de utilizar
la fábula de “Pedro y el lobo”. Esta vez la auditoria arroja un desvío de 171
millones de pesos; cuando el vocifera, con el lodo en el cuello, que son 55
millones, 300 mil pesos. ¿Quien miente, el arqueo desinteresado o la lengua
larga y maníaca de un enfermo, que trata como el gato de ocultar sus heces
fecales, cuando la hediondez, es kilométrica? Además. 60 millones de pesos, es
demasiado, para esta comarca cafetalera. Una infamia de deuda.
Anuncia con voz trémula que
pagó 30 millones de pesos en juicios; cuando evadió irresponsablemente el
asunto de Rubén Arellano, que esquilma el chilango a la sociedad atoyaquense
con más de dos millones de pesos, que olímpicamente ya le quitaron al raquítico
presupuesto de la administración.
Embargados los camiones de
recolección de basura. ¿Y el dinero de Hábitat, Carlos Armando? Embargada la
Unidad Deportiva ¿Y el dinero de Sedesol, Bello Gómez?
Escuelas del municipio, sin
los enseres propios, los cuales usó como limosna para imponer a un candidato de
sus preferencias de antecedentes no muy claros; y poco proclive a la vergüenza
y la verdad. Durante más de tres años, se careció de maestros, pizarrones y
mesabancos para la mejor impartición de una educación en éste municipio.
Bello, llego a la
administración a robar, menos a administrar, independientemente que desconoce
este procedimiento. Tal dinero tiene que ser devuelto a la Federación, junto
con los intereses generados.