MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN |
Llama la atención y preocupa el desdén con el que la máxima
autoridad de la Universidad Nacional Autónoma de México ha tomado el caso del
Colegio de Ciencias y Humanidades, violentamente activado desde el plantel Naucalpan
por un puñado de delincuentes que se asumen estudiantes.
¿Será que el rector José Narro ha medido el riesgo de entrar
en una espiral de crisis que lo lleve a dimitir al cargo que ejerce en un
segundo periodo? Sin duda el conflicto tiene aristas que van más allá del
rechazo a un nuevo plan y programa de estudios.
Hay estudiantes que dicen que se ha mal informado a la
prensa respecto de alguna otra causa del conflicto, como es el tema de la venta
de drogas en el plantel y el comercio ambulante dentro del mismo, aunque es un
secreto a voces que el narcomenudeo existe en escuelas y facultades de la UNAM,
como igual el uso de salones para la venta de alimentos y hasta como dormitorio
de supuestos estudiantes.
Pero, sean cuales fueren las causas de este nuevo conflicto
que enrarece el clima en la Universidad Nacional Autónoma de México, no parece
casual que ocurra al inicio de la nueva administración federal, es decir, del gobierno
de la república, ni cuando el rector José Narro no ha aparecido, como es su
costumbre, para poner orden.
Y es que, el conflicto surgido en el plantel Naucalpan del
Colegio de Ciencias y Humanidades ya se centralizó en la Dirección General de
los Colegios de Ciencias y Humanidades, a un costado de la alberca olímpica y a
unos metros del edificio de la rectoría.
La postura del rector Narro ha sido de tolerancia, amén de
abogar por el diálogo. Sí, pero resulta que cuando la situación se violentó y
hubo agresiones de dizque estudiantes contra verdaderos estudiantes, maestros y
trabajadores de la UNAM, el doctor Narro simplemente ha hecho mutis.
Bien vale preguntar, frente a este escenario que nada tiene
de casualidades, de quién o de quiénes es la mano que mece la cuna en este
conflicto. Porque la impunidad con la que se mueven los delincuentes embozados,
no más de medio centenar por cierto, preocupa sobre todo en tratándose del
campus universitario que ha sido caldo de cultivo para movimientos que
trascienden a la UNAM.
Docentes, estudiantes y trabajadores sindicalizados han
demandado públicamente la intervención de la autoridad civil y universitaria
para frenar la que amenaza con convertirse en una escalada violenta que, a
partir de un mártir fabricado, replique en otros centros de educación superior.
¡Qué fácil olvidaron la irrupción del movimiento #YoSoy132
en plena campaña presidencial! Preocupa el desdén con el que desde el gobierno
federal y el de la capital del país, pero sobre todo desde la rectoría de la
UNAM, se observa este asunto del CCH. Después no se llamen sorprendidos. Conste.