domingo, 8 de septiembre de 2013

Entresemana ¿Y la modernización educativa? Por Moisés Sánchez Limón

La corriente oficiosa empecinada en descalificar a la lucha magisterial recurre a las encuestas para demostrar que un amplio sector de la población de la ciudad de México detesta las movilizaciones y plantones de docente afiliados a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) porque han generado problemas de diversa índole. Han desmadrado a la capital del país.
Mecanismos elementales de esa corriente que se identifica con el oficialismo, cuyo pecado es ser la parte gobernante del momento. Más de 19 millones de mexicanos votaron por Enrique Peña Nieto. Y en estos asuntos cada quien habla según la va en la fiesta o el color de la bandería a la que pertenece, defiende o denuesta.

Así, priista, perredista o panista, todo se justifica, hasta ser omiso en aplicar la ley; y del lado contrario se sustenta la beligerancia en la supuesta amenaza de perder el empleo. Aunque suele asumirse la amnesia política por el cobro de espacios y la apuesta por la prevalencia de cotos de poder que son cacicazgos como los hay en el magisterio disidente y el llamado oficial.

Unos tienen la ley en la mano, otros la educación de millones de escolapios que, en los estados de Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Michoacán y hasta en la ciudad de México se han quedado sin clases.

Empero, el del magisterio disidente es un asunto que se complicó cuando a la puerta de sus caciques tocó una nueva forma de relación con el gobierno federal, acostumbrados como estaban a consecuencia de la descentralización educativa, de manotear y arrinconar a los gobiernos estatales o de plano doblarlos en sus pretensiones, cuando no entrar en complicidades y prebendas con éstos, tal cual fueron los casos de Michoacán, Oaxaca y Guerrero, casualmente.
Las marchas contra la reforma educativa superaron a aquellas movilizaciones que, vísperas de discutirse el Presupuesto de Egresos de la Federación, se organizaban en la capital del país con una mezcla de maestros de la CNTE y del SNTE para presionar por el incremento al gasto educativo que, de suyo, implicaba aumento salarial.

Y no pasaba nada. Como nada ocurría con los artificiales movimientos de protesta magisterial en demanda de mejores condiciones de trabajo, vísperas de la celebración del Día del Maestro. Era el tema elemental de unas horas. Y punto.

Pero resulta que, desde el inicio de la administración de Carlos Salinas de Gortari, una vez defenestrado Carlos Jongitud Barrios del cacicazgo del SNTE, se impulsó la modernización educativa, a la que se opuso, por aquellas cosas de la vida política y la pretensión de posicionarse, la profesora Elba Esther Gordillo Morales.

Y el enemigo a vencer fue el entonces secretario de Educación Pública, Manuel Bartlett Díaz, quien renunciaría al cargo el seis de enero de 1992 y su tarea la seguiría acompasadamente y de la mano con la profesora Gordilla, Ernesto Zedillo Ponce de León. Bartlett se fue de gobernador de Puebla y Zedillo de candidato emergente y luego presidente de México; ambos dejaron en el archivo esa tarea a la que la profesora Elba Esther echó paladas.

Cuestiones de la vida. Hoy el senador Barlett, instalado en el otro lado de la acera política, desde la sui generis oposición del Partido del Trabajo, votó en contra de la Ley General del Servicio Profesional Docente. Es posible que en dos décadas haya olvidado ese mensaje que registra en su blog, publicado en su momento en La Jornada, nota de la colega Elvira Vargas, cuando renunció a la SEP. A saber:

“Manuel Bartlett Díaz, titular saliente de la SEP, dijo que ningún interés personal, de grupo o sector está por encima de la educación, “y me refiero también al mío propio”, aseguró.

“Según Bartlett, la modernización educativa del país se inició luego de un diagnóstico severo, “sin maquillaje”, que a dos años de haber sido implementado ha logrado avances. Un programa así, recalcó, no es fácil, tampoco imposible; “se está haciendo (y) habrá de concluirse”. Añadió que la calidad y la equidad de la educación es, más que un compromiso, un imperativo constitucional, moral y político.

“La Jornada. Ofrece el titular de la SEP continuar el proceso de modernización educativa. Rosa Elvira Vargas, p. 8”

Se trataba, indudablemente, de una tarea que habría permeado en una reforma constitucional en materia educativa. Pero ni Zedillo ni Fox y menos Calderón tuvieron interés en ir más allá.

Porque, mire usted, siempre de acuerdo con lo referido en el blog del senador Bartlett, “con base en las disposiciones señaladas en el artículo 16 de la Ley de Planeación, y en congruencia con el Plan Nacional de Desarrollo 1989-1994, se presentó el Programa de Modernización Educativa, resultado de la Consulta Nacional que se llevó a cabo en todo el territorio nacional. En esta Consulta participaron maestros, padres de familia, profesionistas, intelectuales, empresarios, representantes de los diversos sectores y la sociedad en general. 
Los temas que se trataron se divulgaron a través de  una serie de cuadernos que se titularon “Modernización educativa 1989-1994”, algunos títulos de esta serie de cuadernos son:

“Hacia un nuevo modelo educativo; Perfiles de desempeño para preescolar, primaria y secundaria; La educación media superior en México; Evaluación de la educación superior; Programa Nacional del Posgrado; Evaluación de la investigación científica”. Interesante, interesante. Y, bueno, ¿dónde se atoró la Modernización Educativa? Digo.