POR SUPUESTO QUE todos
estamos contra la guerra, y en mi caso, venga de donde venga, porque en ella,
además de quienes participan, mueren inocentes, como los del atentado en
Francia, pero también, como los de Siria, entre ellos cientos de niños, a
consecuencia de los bombardeos.
Sin embargo, no me explico
cómo es que, por hablar de nuestro país, miles de mexicanos condenan los
atentados ocurridos en Francia, perpetrados por “Estado Islámico”, y se quedan
callados, mudos, y diría que hasta festejan, los bombardeos en Siria, siendo
que en ambos países murieron inocentes.
“Estamos contra la
guerra”, dicen aquí y allá, para justificar, por ejemplo, la bandera francesa
en su perfil de “face-book”, el día en que ocurrieron los atentados en aquel
país de Europa, pero no la cambiaron por la de Siria cuando al otro día, en
venganza, fue bombardeada.
Y es que, tanto en Francia
como en Siria, murieron gente inocente, que dicho sea de paso nada tienen que ver
con quienes hacen la guerra ni mucho menos se benefician de ésta. Sin embargo,
parece que más que estar en contra de ella, estamos en contra de la que afecta
a algunos.
Cierto es que, en términos
psicológicos, nos identificamos con quienes creemos que tenemos similitudes,
fomentando la unidad ante la amenaza, o por la empatía que tenemos con ellos,
pero entonces, no estamos contra la guerra y sus horrores, sino a favor de “los
nuestros”, o de quienes “son como nosotros”.
Por eso es que no
entiendo, como tampoco entiendo que ningún mexicano, incluido algún
guerrerense, tenga en su perfil la bandera mexicana, la de nuestro país, en
señal de duelo por los tantos muertos que se dan aquí, que al igual que en
Francia y en Siria, también muere gente inocente.
Sí. No entiendo esa
actitud de los mexicanos por manifestarse en contra de los atentados contra los
franceses, y por otro lado no manifiesten ningún sentimiento de condena y de
duelo por lo que en Guerrero ocurre, como si aquello les diera un plus, y lo de
aquí les causara pena. Neta. No encuentro tanta solidaridad a favor de los
guerrerenses, como la que se da a los franceses.
Será acaso, como bien dice
el dicho, que somos “Candil de la calle y oscuridad en la casa”? O será tal vez
que aún nos persigue la “maldición de la Malinche”? Que nos duele más —sin que
eso quiera decir que no nos duela y preocupe— lo que ocurre en otro país, quizá
porque su población es blanca, y nos callamos lo que ocurre en el nuestro, al
fin que aquí somos prietos, indios, huarachudos y pobres?
¿Será acaso que por ello
festejamos, o creemos como si fuera algo infalible, lo que nos vienen a decir
los del IGIEI, sobre el Caso Ayotzinapa, desechando lo que aquí se hizo, solo
porque los investigadores del país no son güeros y barbados como los
delincuentes que conquistaron, a sangre y fuego, al Imperio Azteca?
Será acaso que por eso,
los tres tipejos que vinieron al Congreso local a decir que vivimos como
cavernícolas, en la barbarie y en la vergüenza, recibieron elogios y reconocimientos
a “su investigación”, criticando incluso a una institución tan noble en la
entidad como lo es la Comisión de Derechos Humanos del Estado? ¿Será que por
ser blancos, los que tenían la obligación de obligarlos a retractarse de los
insultos, se quedaron callados?
Y es que salvo el
presidente de la Codehum, Ramón Navarrete Magdaleno, nadie más exigió que se
retyractaran, el mismo día en que un grupúsculo de extranjeros, de la Open
Society Justice Initiative, vino a decir que Guerrero es conocido en el
extranjero como fosalandia, en el marco de un supuesto informe que denominaron
Justicia fallida, primero porque su investigación es inconclusa y parcial, y
segundo, porque su dicho atenta contra la honorabilidad de los guerrerenses.
Es una pena que nadie más
haya salido a exigir a estos extranjeros, que se retractaran de su dicho, como
si los que vivimos aquí no supiéramos como estamos. Y es mucho más penoso que
los diputados presentes no dijeran nada, y es hasta vergonzoso que algunos,
incluso, festejaron los insultos.
Qué bueno que al menos
hubo uno que les salió al encuentro, porque el informe de marras no solo es
parcial, sino incompleto, y más aún, tonto. Qué bueno que Ramón Navarrete salió
a dar la cara, no solo por la Comisión de Derechos Humanos del Estado, sino por
todas las instituciones públicas de Guerrero, incluyendo al propio Poder
Legislativo, cuya presidenta del Tribunal Superior de Justicia, Lambertina
Galeana, por su edad, se la pasa durmiendo.
Y es que, tú lo sabes, el
informe de referencia no sólo descalifica al Poder Judicial, y a la Fiscalía
General del Estado, sino al propio Congreso local, hacedor de leyes, y también,
al Ejecutivo, que un día después dio por su parte una respuesta puntual a estos
mequetrefes.
Ojalá, espero, haya más
defensores de las instituciones, ante tanto jijo que en su país de origen no
los tienen por buenas gentes, ni mucho menos tienen de qué sentirse orgullosos.
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julio651220@hotmail.com