Cuando de negocios inmobiliarios se trata, si bien no es lo mismo construir viviendas de interés social en una ladera o en río seco de Guerrero o de Oaxaca que edificios, penthouse y oficinas corporativas en la llamada “Pequeña Manhattan de la Ciudad de México”, al final la corrupción y en ocasiones las tragedias alcanzan por igual a todos.
Construida sobre tiraderos de basura, minas de arena, ciudades perdidas y cuevas que eran territorio de bandas de adolescentes en los 70´s y 80´s, Santa Fe se convirtió en los últimos años en símbolo de la modernidad urbanística de la Ciudad de México y del país.
Al inicio de los 80´s en estos terrenos inició la construcción de la Universidad Iberoamericana y con ello el boom inmobiliario que atrajo centros comerciales, corporativos automotrices, de medios de comunicación, laboratorios, líneas áreas y un sinfín de negocios que convirtieron a Santa Fe, al poniente de la capital, en una zona cosmopolita, exclusiva y que aglutina al poder financiero del país.
Edificios de cristal, de acero, obras de ingeniería que copiaron esquemas de Nueva York, de urbes asiáticas y europeas, con el problema de que este gran hoyo urbano es una especie de queso gruyere, con minas, cerros cercenados, túneles, barrancas y lomas que hoy empiezan a dar los primeros síntomas de la corrupción que tanto acompaña a los desarrollos inmobiliarios del país.
Las primeras víctimas de esta nula planeación urbana, de la ausencia de estudios de mecánica de suelos, de impacto ambiental, que en el Distrito Federal y en el país se subsanan a todo nivel de gobierno por medio de moches, entres, apoyos a campañas, donación o venta de casas o departamentos de lujo a funcionarios involucrados por parte de las inmobiliarias a precio de ganga, son centenares de familias de las Torres I y II del complejo habitacional Vista del Campo, en Santa Fe.
Con un costo de entre 15 y 20 millones de pesos por departamento o penthouse, los afectados son principalmente empresarios, políticos, artistas y deportistas que están preocupados por su seguridad y por la pérdida de una parte importante de su patrimonio, que empieza a derrumbarse junto con los deslaves que afectan a la llamada “Loma Vista del Campo” donde están edificadas cinco torres de departamentos donde viven alrededor de 300 personas.
No es la primera vez. En México cada año tenemos tragedias provocadas por esa corrupción y falta de planeación urbana. En Monterrey, en 1988, el huracán Gilberto provocó fuertes lluvias e hizo que el río Santa Catarina recuperara su cauce de agua y arrastró viviendas construidas en su lecho y ahogó al menos a 300 personas.
En La Pintada, en Guerrero, en 2013, donde a causa del ciclón Manuel, arrastró parte de ese pueblo, sepultando más de 70 personas y destruyendo 200 casas. Son decenas o cientos los asentamientos urbanos instalados, como en Santa Fe, en zonas de riesgo, sobre ríos secos, en barrancas, lo mismo en Temixco, Morelos, que en la costa de Chiapas o zonas de reserva ecológica en Xochimilco. Santa Fe hoy es noticia por el poderío económico que representa, pero la corrupción de autoridades e inmobiliarias se encuentra fincada en prácticamente todo el país. Tal Cual.