A
unos cuantos días de la jornada electoral, y tras tres meses de intenso
proselitismo, los cuatro candidatos a la Presidencia de la República eligieron
ciertas estrategias tanto en la composición de su estructura como en el
discurso político para atraer la mayor cantidad de votos posibles. Sin embargo,
no todas estas estrategias les funcionaron de la manera en que se pensaba. Y a
pesar del voto duro de cada candidato y muy lejos de los ciudadanos que van por
las propuestas; los errores de campaña siempre van a cobrar factura, sobre todo
por el grupo del votante indeciso, aquél que durante estos tres meses intenta
definir a quien otorgar el voto. Esta batalla electoral se disputó
prácticamente entre 3 candidatos:
Cuando
se realizaron las elecciones internas del PAN, la entonces precandidata
Josefina Vázquez Mota, tuvo un gran logro: que una mujer en un partido de
derecha pudiera vencer al elegido del Presidente de la República; eso ya es
histórico. Es por eso que Josefina inició campaña sembrando altas expectativas
dentro del ala conservadora, como en otros sectores del electorado. Con las
estrategias adecuadas bien pudo haber sido la candidata idónea para atraer el
voto útil. Pero no fue así, pareciera que su equipo de campaña tuvo como objetivo
el de perder las elecciones. Los errores de logística fueron múltiples, y más grave
aún optar por la permanencia del coordinador de campaña a pesar de los deslices
en la organización de eventos. Los asesores de Josefina le recomendaron “venderse” electoralmente como la mujer diferente; irónico, en su época
de legisladora, jamás trabajó en comisiones enfocadas a la equidad de género, y
peor aún, su discurso siempre tuvo ciertos tintes misóginos al exponer a la
mujer como un objeto sexual. A pesar de que mostró fortaleza en el segundo
debate presidencial, la imagen que proyectaba era la de una candidata
debilitada que nunca tuvo una estrategia definida. Resultado: Los pilares de su
partido político la abandonaron; el voto útil que pudo haber atraído se fue
para otro lado.
El
año pasado, antes de que se definieran las candidaturas, se especulaba que ya
había un ganador para el 2012: Enrique Peña Nieto. Desde que fungió como
Gobernador del Estado de México, trabajó al interior de su partido con la única
intención de contender por la Presidencia de la República, reuniendo al mejor
equipo de asesores que le han desarrollado todo un guión para obtener a toda
costa el objetivo. Sus estrategias de campaña y sobre todo de mercadotecnia
política han sido impecables. Sin embargo, como en toda campaña, nada está
escrito; y lo que era ya un hecho ahora se vuelve incertidumbre. El tropiezo en
la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, el desconocimiento del salario
mínimo, la rumorología en torno a cuestiones familiares, la visita a la
Universidad Iberoamericana, un movimiento estudiantil que se declara en su contra,
reportajes desde el extranjero que dejan entrever su relación con los medios de
comunicación y con políticos corruptos de su partido; y demás factores que no
estaban contemplados en el guión, ocasionaron un declive del candidato priísta.
A pesar de que numerosas encuestas le dan amplia ventaja, la credibilidad de
EPN se vino abajo, exhibiéndolo como un candidato acartonado y simulador. Otro
hecho histórico: es la primera vez que en una campaña presidencial en el país se
llevan a cabo reuniones multitudinarias para manifestarse en contra de un
candidato.
Andrés
Manuel López Obrador tuvo que optar por un mensaje completamente diferente al
del 2006, de un candidato agresivo a un candidato amoroso. Fue un viraje de 180
grados, el cual tenía el riesgo de que el electorado fuera incrédulo ante este
cambio; y es que los malestares del 2006 aún son recordados. A pesar que
durante el inicio de su campaña, no logró despegar como se esperaba, a los
largo de tres meses de proselitismo, ha sido el candidato que más ha logrado
atraer el voto útil y el voto de los indecisos. La estrategia de ataque hacia
el PRI y el PAN fue pilar de su mensaje político; siempre controversial, AMLO y
su República Amorosa, lograron remontar en las preferencias electorales.
Errores de campaña: Falta de claridad en su estrategia de comunicación al
descalificar nuevamente a algunas instituciones y victimizarse de un supuesto
fraude electoral; es decir, no mostrar los elementos ante esta hipótesis, lo
que genera una regresión a sus acciones del 2006. Aciertos de campaña: Generar
confianza en el electorado con la presentación de su posible gabinete y mostrar
al grupo de intelectuales que lo apoya.
Independientemente,
de la batalla entre los candidatos, si hay algo que aplaudir es que hubo una
mayor participación ciudadana que seguramente se verá reflejada en las urnas; desde
movimientos organizados en las calles (Movimiento 132) hasta las redes oficiales,
especialmente Twitter. De acuerdo a Milenio, fueron aproximadamente 25,500,000
tuits publicados sobre los candidatos. Más de 3,500 tuits por día, 208 por
minuto: tuits de ataque, tuits de apoyo, tuits de análisis, trending topics;
suficientes para lograr que algunos indecisos se definieran. La campaña y el proselitismo
que se vivió desde esta plataforma serán parteaguas en las estrategias de
comunicación electoral en México.
En
general, las campañas se desarrollaron dentro de la normatividad, hasta ahora
en términos pacíficos. Hoy nos corresponde a los ciudadanos decidir el rumbo
del país por otros seis años, nos corresponde determinar quiénes serán nuestros
próximos representantes. Aunque nuestro voto se haya definido por las
propuestas, por el descarte, por los errores de campaña de un candidato, etc...
Se trata de vencer el abstencionismo, de acudir a las urnas, se trata de
ejercer nuestro voto el próximo 1 de Julio.