Dentro de toda la propaganda
política que hemos visto y escuchado en los últimos meses, destaca una en
particular; no postula a un candidato en sí, tampoco tiene un logo partidista,
pero sí ha tomado mucha fuerza en las recientes contiendas electorales: la
promoción por parte de ciertos sectores de la sociedad a anular el voto. No
representa ningún tipo de abstencionismo ya que este movimiento no es apático a
la elección de los representantes políticos, sino todo lo contrario. Es un
movimiento que quiere demostrar su inconformidad hacia el sistema político-electoral
y el rechazo a los candidatos a un cargo de elección popular mediante un intencionado
trazo erróneo en la boleta electoral.
A pesar de los múltiples
simpatizantes a anular el voto, y de los fines ideológicos de no coincidir con
ninguna propuesta partidista, no existe ningún reconocimiento legal a esta
expresión. El voto en blanco o voto nulo intencional se autodescalifica
automáticamente desde el momento en que el ciudadano inserta la boleta en la
urna, sin generar ningún impacto en los resultados de la votación. Mis teorías
del por qué no es viable anular el voto:
1.
En un sistema electoral como el de nuestro
país, mayoritario de tipo mixto, un candidato uninominal que obtenga un solo
voto de más, gana la elección. Como alguna vez lo declaró López Portillo cuando
fue candidato único por el PRI: “si yo
votara por mí mismo, gano”. Y en efecto, en la democracia mexicana, un sufragio
define la elección. Aunque el número de votos nulos sea mayor al porcentaje de votos que reciba un candidato, siempre
habrá un ganador.
2.
Mucho se ha especulado, que con cierto
porcentaje de votos nulos se cancela la casilla, y con cierto porcentaje de
casillas anuladas, se cancela un distrito y así sucesivamente hasta anular la
elección. Si bien es cierto, los votos nulos son contabilizados, más no existe
un umbral que sea determinante para cancelar la contienda electoral. De acuerdo
al COFIPE, en su artículo 295, inciso d): “El Consejo Distrital deberá realizar
nuevamente el escrutinio y cómputo cuando el número de votos nulos sea mayor a
la diferencia entre los candidatos ubicados en el primero y segundo lugares en
votación.” El alcance del movimiento anulista lograría a lo mucho, que se
abrieran los paquetes para una segunda contabilización, pero de ninguna manera
se anularía una casilla, ni un distrito y mucho menos una elección.
3.
Una contrariedad dentro del movimiento
anulista: Busca cuestionar el sistema político, busca cimbrar las elecciones a
través de la participación ciudadana como mecanismo de democracia. Sin embargo,
lo único que se logra es atentar contra las instituciones políticas,
debilitando aún más la democracia mexicana mediante el no ejercicio de un
derecho político.
4.
Supongamos un escenario distinto: Que el voto
nulo fuese una figura jurídica, y que realmente sucediera que con una amplia
mayoría del electorado que votara en blanco, se anulara una elección. ¿Qué ocurriría
después? La elección sí perdería legitimidad, pero aún así se tendría que
convocar a una segunda contienda electoral, con los mismos o nuevos candidatos,
lo que significaría un fuerte desgaste económico. El presupuesto del IFE para
estas elecciones es de más de 15 mil millones de pesos. De acuerdo al Programa
de las Naciones unidas para el Desarrollo (PNUD), México es una de las
democracias más caras del mundo.
5.
En teoría, un voto nulo no favorece a ningún
partido; sin embargo, al desechar la opción de emitir un voto útil a favor de
las segundas fuerzas electorales beneficia automáticamente al candidato
puntero, quien agradecerá que hayas preferido votar en blanco a utilizar un
voto en su contra. ¿Y un voto útil a favor del puntero? Mucho mejor aún.
La ciudadanía tiene el poder
de elegir a sus gobernantes mediante el sufragio y exigir cuentas de los
resultados de sus prácticas gubernamentales. El punto clave para la
participación ciudadana es el de la organización para demandar resultados, un
movimiento bien podría estar enfocado en impulsar las reformas ciudadanas necesarias
(referéndum, plebiscito, iniciativas ciudadanas, revocación de mandato y
candidaturas independientes) donde se incentive la participación de la misma a
través de estos mecanismos jurídicos; y no a través de un movimiento que ve a
un sistema político desde la resignación.