¿Qué relación existe entre la asignación por parte del Cámara de Diputados federal de 20 millones de pesos de los recursos públicos del estado, a la Iglesia Católica de Acapulco, el desfalco financiero a este municipio, una diputada local lacrimógena, la sicopatología del hijo de un ex gobernador y cacique camionero, la crisis interna del PRI en el estado de Guerrero y la próxima visita que hará el alcalde porteño Luis Walton (quien fuera apoyador acérrimo de López Obrador) a Peña Nieto?
La respuesta es Manuel Añorve, un ex alcalde priísta que gobernó Acapulco en el periodo 2009-2012, y que ahora, por trucos y maquievalidades de su partido, es diputado federal plurinominal, y su mujer, Julieta Fernández, diputada local. Legisladora ésta que, como única particularidad (según ha dicho su colega de bancada Rubén Figueroa Smutny), tiene el acompañar sus intervenciones en la tribuna legislativa soltando el llanto para causar lastima.
Para los que no están al día sobre estos temas que fácilmente dan para un best seller, como los de Mónica Lavín (Yo, la peor), o Laura Esquivel. El señor Añorve fue un alcalde que dejó al municipio de Acapulco con una deuda de mil 200 millones de pesos. En los primeros dos años de su gobierno usó a discreción la buena calificación crediticia que le heredaron los gobierno perredistas de Alberto López Rosas y Félix Salgado. Sin ningún escrúpulo pidió préstamos para obras que muchas no se realizaron, otras quedaron inconclusas como el puente de la comunidad de Cacahuatepec al que destinaron 800 mil pesos; otras más fueron hechas con materiales de mala calidad como el puente Bicentenario. A pesar del enorme volumen de deuda adquirida, el ayuntamiento fue desmantelado por un pillaje feroz, los servicios públicos colapsaron y en pocas palabras Manuel Añorve y su amada esposa dejaron a Acapulco en la peor ruina de que se tenga memoria. Hasta la fecha, más de 800 millones de pesos no han sido comprobados, pero además, las facturas con las que pretendieron hacer comprobaciones son falsas, al igual que la documentación presentada ante la Contraloría del estado en los periodos 2009-2011. Son documentos que no soportan una revisión seria y minuciosa, sin embargo, la Contraloría del estado del nuevo gobierno de Ángel Aguirre los ha dado por buenos. No por nada, Manuel Añorve se jacta de que sean los organismos auditores los que certifiquen el faltante.
A pesar de este evidente y descomunal atraco a los ciudadanos y contribuyentes de Acapulco, Manuel Añorve se pasea muy campante del brazo de Peña Nieto, del brazo de Manlio Fabio Beltrones, sus protectores, y desde su posición como vicecoordinador de la bancada priísta en el Congreso federal, sigue orquestando perversidades contra Acapulco. Desde allí busca someter al nuevo gobierno municipal en busca de impunidad, pues intervino para que no le concedieran un préstamo para paliar la crisis en que dejó a la comuna porteña. Intenta colocarse como el salvador de un colapso que su ambición provocó porque en su retorcida cabeza piensa que puede entrar en la competencia de la próxima sucesión por la gubernatura de Guerrero.
Sólo así se entiende la descarnada lucha de saliva que se trae con el tigrillo de los Figueroa, Rubén Figueroa Smutny, actual diputado local. Aprovechando el vacío crítico dejado por un PRD alcahuete y comodino, el vástago de un rancio y podrido caciquismo, ha tomado la bandera que arriaron los perredistas y hasta el momento es el único que ha exigido que Manuel Añorve devuelva lo robado y sea llevado a juicio. Ciertamente, no es la persona indicada para exigirle cuentas a otro pillo, tomando en consideración que procede de una familia que ha saqueado hasta la repulsión al estado de Guerrero. Los Figueroa son quizá el sinónimo perfecto de la arbitrariedad, la corrupción y abuso de poder. Con dinero público han construido un monopolio camionero que abusa de sus usuarios a los que ficha y catea antes de abordar sus camiones de la línea estrella blanca. Rubén Figueroa padre se le acusa de la matanza de campesinos en Aguas Blancas, entre otras arbitrariedades.
Está claro que la exigencia de investigación y castigo para Manuel Añorve por el desfalco de Acapulco, no es una demanda auténtica del que llaman diputado bipolar. Es parte de su estrategia para promoverse en previsión de una adelantadísima campaña por la presidencia municipal de Acapulco y la más próxima sucesión de la gubernatura. La guerra declarativa de estos dos clanes priístas de sinvergüenzas: los Figueroa y los Añorve, se da en el contexto del caos de gobierno que existe en el municipio de Acapulco, pues el recién asumido alcalde, Luis Walton, le ha faltado coraje y pantalones para poner orden en el municipio. Hasta la fecha no ha sido capaz de crear su propio organigrama de gobierno y sigue montado en la estructura corrupta que le heredó Añorve donde creó subsecretarías y subdirecciones al por mayor. Walton simplemente ocupó estas plazas a pesar de que se queja de que no tiene sustento presupuestal. Sólo sustituyó la burocracia añorvista por la waltonista.
Al caos imperante en el ayuntamiento de Acapulco se debe sumar, la apatía corruptora de síndicos, regidores y dirigencia estatal y municipal del PRD que ante el gran atraco cometido al presupuesto de Acapulco sólo se han lamentado que la Secretaría de Hacienda haya negado el préstamo para el rescate del municipio. Todo parece indicar que lo único que interesa a estos individuos es cobrar su sueldo y esperar a que llegue el presupuesto 2013 para transar con el dinero que recibirán para supuestas gestorías. No quieren, no desean ayudar al alcalde Luis Walton porque no desean que tenga una buena administración. Hay envidias, rencores e intereses turbios muchos.
Quizá por todo esto y sabedor de viejas mañas, el gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre Rivero, salió presto a ofrecer al alcalde Walton sus buenos oficios y le propuso llevarlo con su amigo Peña Nieto para que éste le otorgue el apoyo para rescatar Acapulco. No hay aquí ninguna buena acción, sino todo lo contrario, se trata de una transacción ventajosa para el gobernador, pues busca aumentar su relación con el presidente Soriana, acercándole un importante activo obradorista, es un efecto simbólico que daña la calidad moral y política de Luis Walton.
En el gobierno de Acapulco todo está patas arriba. Luis Walton que soñó siempre con gobernar este municipio, ahora vive una de sus peores pesadillas. Por ningún lado se ve que tenga talento ni creatividad para desempeñar este cargo, todo lo que dice es que no tiene dinero pero tampoco se las ingenia para conseguirlo. La falta de orden y de control en las dependencias que ingresan dinero ha permitido la fuga de la recaudación. No ha podido limpiar las mafias que trafican con los ingresos públicos como ocurre en Reglamentos y Espectáculos, Vía Pública, Mercados y Tránsito donde los agentes extorsionan con sobrada impunidad a los automovilistas. En Catastro no hay ni siquiera un padrón confiable y las tasas catastrales son alteradas a conveniencia. Luis Walton necesita urgentemente reinventar ese ayuntamiento si quiere terminar con buenas cuentas y participar en la adelantada sucesión por al gubernatura.
20 millones a la iglesia católica
A Manuel Añorve también se le endilga haber intervenido para que la Cámara de Diputados le etiquetara 20 millones de pesos para terminar de construir la iglesia católica llamada Cristo Rey, ubicada en Avenida Universidad. De manera tramposa, los curas de Acapulco (viva imagen de aquél párroco gordinflón llamado hermano Miguel que acompañó en sus trapacerías a Robín Hoot), inventaron una asociación civil para bajar recursos públicos hacia sus proyectos religiosos. Para justificar la asignación de ese dinero argumentaron que es para la creación del Centro Cultural Cristo Rey, donde dicen darán talleres artísticos, y conferencias. Tal engaño es de lo más repugnante viniendo de quienes hipócritamente predican un código moral distinto al que practican. Pero es más repulsivo el actuar irresponsable de los diputados que, sabiendo que se trata de un proyecto religioso, no lo pararon a tiempo. Como quiera que sea, el malicioso y pervertido actuar de curas y políticos, traidores de los principios juaristas, no prosperará como no prosperó el año pasado cuando también a la misma iglesia le etiquetaron ocho millones de pesos pero las reglas de operación vigentes en Conaculta no permitieron que pudieran disponer de ese dinero que ponemos todos los contribuyentes. Si la iglesia quiere hacer caridad o construir sus centros culturales o iglesias debe hacerlo con su dinero, para eso tienen un banco con inmensas riquezas que se llama Banco del Vaticano. Este actuar poco cristiano y poco ético es el mismo que usan empresas que supuestamente también hacen caridad con dinero ajeno.
Para salvar tal estupidez, lo que procede es que la Secretaría de Hacienda reasigne esos 20 millones de pesos que representan casi la mitad del presupuesto que el gobierno federal le otorgó al Instituto Guerrerense de la Cultura que para este año recibirá unos 45 millones, sumando proyectos que le fueron aprobados como el Faro Zapata. Es plausible que una parte de esos dineros públicos, malamente etiquetados para construir una iglesia, se destinen para apoyar los proyectos de formación e infraestructura cultural y artística del IGC, que hacen tanta falta a Guerrero. Otra parte debe destinarse a la dirección de cultura del municipio de Acapulco al que no le aprobaron ninguno de los proyectos que solicitó debido a la novatez e ingenuidad del grupo que se ha instalado en esas oficinas. Sin embargo, la petición para la reasignación de esos 20 millones, tienen que hacerlo los diputados federales de Guerrero a la Secretaría de Hacienda, aquí es donde tiene que verse si en realidad sirven para algo los diputados del PRD, PT y Movimiento Ciudadano, de no lograrlo, creo que votar por ellos fue una mala decisión…. Un ejemplo claro de la inutilidad de la dirigencia perredista de Guerrero es la lastimosa actuación de quien fuera diputado federal y local, Evodio Velásquez. Para no dejarlo sin chamba, el gobernador Aguirre le encargó que fuera el enlace con los diputados federales para buscar mayor presupuesto para Guerrero, todo él fue un fracaso, pues ningún diputado le hizo caso, y lo único que hizo fue lo que sabe hacer mejor: hacerse menso.
A propósito de dinero y de curas, llama la atención el activismo político y económico que se trae el cura Carlos Garfias Melo, arzobispo de Acapulco. Todo parece indicar que este sacerdote católico está empeñado en enriquecerse lo más rápido posible traficando con el poder religioso. Su activismo declarativo no es casual ni tampoco es cristiano. En un seguimiento de sus declaraciones de los últimos meses, casi todo lo que ha dicho va en el sentido de alcahuetear con los gobernantes y casi nunca se le escucha que sancione las conductas torcidas y corruptas de los políticos. Para mayor precisión, este cura fue un ferviente añorvista mientras estuvo al frente del ayuntamiento este personaje, por lo tanto, y por su solapamiento de un corrupto, es igualmente responsable de lo que ocurre a Acapulco. Para esos bueno ejemplos, mejor escuchamos al Costeño. Ahí queda eso.