El brutal acto del que fueron victimas las turistas españolas en las cercanías a Barra Vieja y las posteriores y desafortunadas (por no decir imprudentes) declaraciones del alcalde Luis Walton, constituyen una historia a la que todavía le hacen falta algunos giros de tuerca que no estarán exentos de polémica en los días próximos. Algunos defenderán que la imagen del puerto no debe ser mancillada con un evento de esta naturaleza.
Pero lo cierto es que el grado de insensibilidad que las personas
directamente responsables de la promoción turística de la ciudad es tan
evidente, que realmente me pregunto si debo calificarlo como falta de tacto y
oficio o simplemente como ignorancia. Aquellos que dicen amar el puerto y estar
comprometidos con el resurgir de la ciudad como destino turístico, en lugar de
ello defienden un hecho que, a diferencia de lo que ellos opinan, debe ser
repudiado y exigir una investigación que arroje resultados reales no que nos
conduzca a una cacería de brujas para obtener un rebaño de chivos expiatorios, con
los cuales simular que se esta trabajando en pos de la seguridad.
Aquellos que se contienen en sus comentarios solo por no herir el
trabajo de difusión del puerto, es justo recordar que el discurso motivacional
y optimista mas un desfile puede disfrazar una situación apremiante solo hasta
que el clima de inseguridad e ineptitud terminen por hacer erupción y
enfrentarnos a una dura realidad. La promoción turística no debe confundirse
con disfrazar el mundo de color rosa pasando por alto la realidad con todos sus
defectos.
Más allá de las discusiones, el hecho fundamental es que Desde el
gobierno de José Francisco Ruiz Massieu, al puerto de Acapulco, no se le ha
hecho ninguna mejora en estructura.