¿Cuántas izquierdas hay en México? Si de tribus hablamos, identificarlas doctrinariamente no tiene sentido cuando su actuar, como gobierno, es decir, en el poder ansiado y logrado, ha sido todo menos congruente con su condición marxista o de nacencia comunista. ¿Serán de izquierda representativa el PT, Movimiento Ciudadano y Morena?
Más que de izquierda, salvo el Gobierno del Distrito Federal que tiene características singulares, el resto ha logrado identificarse con los gobiernos priistas que criticaron y combatieron. Incluso los ha superado.
¿Son acaso Andrés Manuel López Obrador y René Bejarano representativos de la izquierda? Su modus operandi se sustentó en utilizar cimientos del PRI, cada cual en su espacio y en su momento, para ir en pos del poder, lograrlo, engolosinarse y terminar en calidad de dictadores de corte stalinista.
Andrés Manuel corrió de la mano de uno de los prohombres del PRI, Enrique González Pedrero, luego se montó en la lucha del Partido de la Revolución Democrática, de cuya dirigencia logró apoderase y desde ahí, con el control de las tribus, se hizo del gobierno del Distrito Federal, donde se le recuerda constructor de los segundos pisos viales, mas bajo la sospecha fundada de haber hecho el negociazo millonario, oscuros acuerdos que por esa calidad están encriptados dizque porque son de seguridad nacional.
Y René Bejarano construyó su andamiaje con el apoyo del entonces regente Manuel Camacho Solís y de la mano de Marcelo Ebrard Casaubon, cuando secretario general del PRI en la ciudad de México y luego parte elemental de ese grupo camachista que lo llevó a la jefatura de Gobierno del DF. ¿Son de izquierda?
En su informe de gobierno, Miguel Ángel Mancera definió de izquierda moderna a su gobierno. Bien que ideológicamente así defina a su equipo y que su accionar tenga ese carácter que implica pluralidad y tolerancia, en la que tienen cabida el activismo de la derecha y la del centro.
Porque si hay alguna preferencia por un grupo social en específico, no se nota como, en cambio, es evidente en los gobernadores que llegaron con el respaldo, mediante coaliciones, de los partidos identificados con cierta izquierda, además del PRD, es decir, el Partido del Trabajo y Movimiento Ciudadano.
En Oaxaca, Gabino Cué Monteagudo ha optado por gobernar para un solo sector que no necesariamente es representativo de las clases más desprotegidas cuando su lucha es sectaria, como es el caso de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación y las organizaciones que orbitan en su entorno.
En Puebla, Rafael Moreno Valle Rosas no ha privilegiado la atención a quienes creyeron en él y le dieron el voto. La ambición por ser candidato a la Presidencia de la República lo ha llevado a consolidar las alianzas que, como priista, logró capitanes de empresas y capitales, incluidos los representantes de los llamados poderes fácticos.
Y qué decir de los gobernadores de Morelos y de Baja California Sur. No son, con mucho, representativos de la izquierda moderna que persigue el Partido de la Revolución Democrática como un sello característico de sus nuevos tiempos, consecuencia de esa cruzada por despojarse del sello intolerante, beligerante, del todo o nada.
Sin duda, el PRD está en su momento. El michoacano Silvano Aureoles Conejo y el poblano Miguel Barbosa Huerta, pertenecientes ya a dos tribus distintas a Nueva Izquierda, la que llevó a la dirigencia nacional perredista a Carlos Navarrete Ruiz, se imaginan como lo más representativo de las tribus dispuestas a negociar, a pactar sin riesgo de fracturar al partido.
Silvano como presidente de la mesa directiva de la Cámara de Diputados y Barbosa en la presidencia senatorial, quieren ser gobernadores y saben que el electorado está harto de los fundamentalismos y la promesa del edén comunista que se quedó en promesa y desapareció para someterse a un singular mestizaje con el odiado capitalismo.
Lo interesante es cómo una de estas tribus, en similitud a aquellos pactos de hermandad priista, la de Nueva Izquierda, es decir, “Los Chuchos”, ha logrado consolidar su hegemonía al frente del PRD.
Porque, mire usted, no es ningún secreto la alianza que, desde la década de los años 80 del siglo pasado pactaron el aguascalentense Jesús Ortega, el sonorense Jesús Zambrano, y los guanajuatenses –ambos de Salvatierra—Miguel Alonso Raya y Carlos Navarrete Ruiz.
El turno en la dirigencia nacional perredista es de Navarrete, ejemplo de cómo una tribu que se sacudió al caudillo Andrés Manuel López Obrador ha podido remontar descréditos, pérdida de espacios y, sobre todo, superar diferencias con otras tribus, especialmente la de Los Bejarano, uno de cuyos representantes, el diputado Alejandro Sánchez Camacho, fue secretario general con Jesús Zambrano.
En este nuevo escenario, en las primeras horas de este domingo 5 de octubre, con la propuesta de reconstruir la relación con las izquierdas, Carlos Navarrete Ruiz rindió protesta como nuevo dirigente nacional del PRD; Héctor Bautista lo acompaña como secretario general en el Comité Ejecutivo Nacional perredista.
Dice Navarrete dijo que se sentará nuevamente a dialogar con los partidos de izquierda y con Morena de Andrés Manuel López Obrador, aunque oteó el riesgo de que no acepten.
De elemental civilidad política es que Navarrete dialogue con las corrientes representativas que integran al PRD, con estas dos nuevas a las que pertenecen señaladamente Silvano y Barbosa. Igual procede el diálogo y los acuerdos con el PT y Movimiento Ciudadano, pero ¿necesita el PRD a Morena? Es público que Andrés Manuel desprecia al PRD y se antoja un exceso de masoquismo que Carlos Navarrete lo busque.
La ruptura de Los Chuchos con López Obrador y, en especial de Navarrete con el tabasqueño, fue total y cada quien corre por sus vías. López a lo suyo, el mesianismo; Navarrete a la consolidación del nuevo PRD, de la izquierda moderna a cuya pertenencia ubica Miguel Ángel Mancera a su gobierno. Conste.
LUNES. ¿Un comisionado para el estado de Guerrero? Ya se tardaron, ya se tardaron. Digo.
@msanchezlimon