Teresa Gil/Crónica de Libros de ayer y hoy. Cuando las cosas llegan a su límite, la gente se alegra o descansa –se relaja dicen algunos-, de que todo termine cualquiera que sea el final. No sucede así cuando la situación provocó una crisis profunda que solo puede resolverse con un cambio drástico que mejore las cosas.
Las guerras, -de cualquier tipo-, producen tal conmoción que quienes las padecen tienen que buscar ese cambio drástico en sus vidas. Nadie sale de un conflicto incólume.
Paúl Baumer narrador de Sin novedad en el frente de Erich María Remarque (muchas ediciones desde 1929; en 2013 publicación de la Rosa Luxemburgo Stinftung, Morena Cultura y Para Leer en Libertad A.C., edición gratuita), ha sido afectado de tal forma por la Primera Guerra Mundial, que a un paso del Armisticio, analiza su vida destruida.
El joven de 21 años, alter ego de Remarque (Erich Paul Remark, su verdadero nombre), describe desolado las vicisitudes de una guerra despiadada, las muertes inútiles –más de 8 millones en Alemania-, y la devastación general sobre todo en el interior de las personas. Es una larga descripción de la vida de los voluntarios, sus miedos, su compañerismo y la muerte que acecha cada día.
El aporte de Remarque a la crítica de la guerra, se fraguó desde su perspectiva de hombre de izquierda y sobre todo de su participación en ese conflicto como soldado. El vivió los avatares desde la trinchera alemana y se forjó un propósito como escritor: advertir a las generaciones futuras sobre el impacto de las guerras lo que desgraciadamente no tomó en cuenta la Alemania nazi diez años después. Su novela fue escrita en 1929 cuando él tenía 31 años.
Cuatro años más tarde fue objeto de persecución de parte del nazismo y tuvo que exiliarse. Pero antes sus libros fueron quemados junto con los de otros escritores, el 10 de mayo y el 21 de junio de 1933, en uno de los actos más execrables de la humanidad. Para entonces y posteriormente, su libro ha sido uno de los grandes betsellers mundiales y llegó a contar millones de ventas.
Se hicieron películas y Erich se casó con Paulette Goddard, una de las musas de Diego Rivera, con la que vivió hasta su muerte en Suiza, en 1970. En el prólogo de una de las muchas ediciones de la obra, se subraya, que las guerras no han tenido otro fin “que degradar al hombre y ahogar en lágrimas y sangre los más preciosos ideales de la cultura y la civilización”.
El final de la novela del que se toma el título del libro, sintetiza la frialdad de las guerras en las que el ser humano es un simple instrumento. Paúl cae muerto un día de octubre de 1918 y estaba todo tan tranquilo que el comunicado oficial emitió la frase “Sin novedad en el frente”. Un narrador omnisciente que cierra la página, señala: “Su rostro tenía una expresión tan serena, que parecía estar contento de haber terminado así”.