Los
tiempos son de lluvia, pero de una verdadera tempestad política de la que
muchos tratan de sacar provecho de la desgracia sin que les caiga aún el veinte
de que es la clase política en su totalidad, la principal afectada por los
lamentables acontecimientos ocurridos en México y en Guerrero.
El
estercolero ha salpicado ya a casi todos los partidos políticos, al menos el
PRD, el PRI y el PAN no pueden decirse limpios luego de los trágicos hechos de
Iguala y al asesinato del secretario general del blanquiazul en el estado,
Braulio Maganda Zaragoza, a manos de otros panistas, según las autoridades.
Son
tiempos en los que lejos del oportunismo empleado por muchos para tratar de
dirigir las miradas hacia los adversarios políticos, cobrar facturas y ocupar
posiciones en medio de la confusión, se requiere un análisis serio y a
conciencia sobre la descomposición a la que ha llegado el Estado Mexicano en su
conjunto.
El
que estudiantes sean asesinados por policías
de Iguala al mando de un alcalde señalado de vínculos con la
delincuencia organizada y postulado por el PRD;
que policías de Cocula, municipio gobernado por el PRI hayan entregado a
43 jóvenes más a un grupo de la delincuencia organizada; que prominentes
panistas estén acusados de haber conjurado la muerte de su secretario general
Braulio Maganda para hacerse de candidaturas, son evidencias del carcomido
sistema de partidos.
Es
preciso recordar que el sistema de partidos es el pilar de la democracia
representativa lo cual explica que lo que lamentablemente está ocurriendo en
Guerrero es la más clara muestra de que la forma de gobierno del Estado
mexicano está en crisis.
También
hay que aclarar que estos hechos, sumados a la matanza de Tlatlaya, Estado de
México, al secuestro de un diputado federal en Jalisco y su posterior asesinato
en Zacatecas, así como a muchos otros hechos de sangre a lo largo y ancho de
todo el territorio nacional, no son sino el síntoma de que el país está tocando
fondo.
No
se puede seguir simulando como lo hace el gobierno federal que manda miles de
policías a tal o cual estado y luego de tomarles la foto los retira hacia otro
lugar para seguir el show. Tampoco se puede simular que con quitar a un
gobernador se acabó el problema porque eso es sólo un distractor para no actuar
sobre el problema de fondo y que es la enorme capacidad de los poderes fácticos
para poner y quitar gobernantes a su antojo.
Los
partidos políticos se han transformado en un canal para ello, así lo evidencian
estos hechos, y la muestra está en que aspirantes a gobernador como Armando
ríos Piter han tenido que salir hasta en dos ocasiones a deslindarse
públicamente de personajes como Rogaciano Alva y ahora de José Luis Abarca, al
igual que Lázaro Mazón tuvo que deslindarse del ahora prófugo alcalde igualteco
e incluso separarse de su cargo como secretario de Salud.
No
es gratuito que los políticos sean los personajes de menor confianza para los
mexicanos en todas las encuestas.
Sin
lugar a dudas Iguala tendrá efecto en las urnas que podrían en 2015 alcanzar un
abstencionismo histórico si no se voltea a ver a figuras emergentes sobre las
que no existan dudas de su honestidad.
Esto
deberá ser parte del obligado debate que las circunstancias imponen a los
partidos políticos pues su representatividad, es decir, que realmente
representen los intereses de los mexicanos, es lo que está en duda.
jalepezochoa@gmail.com