domingo, 1 de noviembre de 2015

EL BAILE DE LOS 41, O DE LAS BUENAS COSTUMBRES




«El baile de los cuarenta y uno» o «de los cuarenta y un maricones», fue el escándalo más sonado de los siglos XIX y XX en México. El hecho se refiere a una redada realizada el 18 de noviembre de 1901, durante el mandato de Porfirio Díaz. La redada, realizada en la calle de la Paz (hoy calle Ezequiel Montes), era contra un baile de hombres que se estaba realizando en una vivienda particular, de los cuales 22 están vestidos de hombres y 19 de mujeres. La prensa mexicana se ceba en el hecho, a pesar de que el Gobierno se esfuerza en tapar el asunto, puesto que los detenidos pertenecen a las clases altas de la sociedad porfiriana. La lista de los nombres nunca fue revelada

La noche del domingo fue sorprendido por la policía, en una casa accesoria de la 4a. calle de la Paz, un baile que 41 hombres solos verificaban vestidos de mujer. Entre algunos de esos individuos fueron reconocidos los pollos que diariamente se ven pasar por Plateros. Éstos vestían elegantísimos trajes de señoras, llevaban pelucas, pechos postizos, aretes, choclos bordados y en las caras tenían pintadas grandes ojeras y chapas de color. Al saberse la noticia en los bulevares, se han dado toda clase de comentarios y se censura la conducta de dichos individuos. No damos a nuestros lectores más detalles por ser en sumo grado asquerosos.
Enseguida se extiende el rumor, nunca confirmado ni negado, de que en realidad serían 42 los detenidos, siendo el número cuarenta y dos el yerno de Porfirio Díaz, Ignacio de la Torre y Mier, al que se le habría permitido la fuga. A pesar de que la redada no tenía asideros legales y era completamente arbitraria, los 41 detenidos acabaron por la fuerza en el ejército:

Los vagos, rateros y afeminados que han sido enviados a Yucatán, no han sido consignados a los batallones del Ejército que operan en la campaña contra los indios mayas, sino a las obras públicas en las poblaciones conquistadas al enemigo común de la civilización.

El castigo de quienes no compraron ni libertad, ni silencio fueron los trabajos forzados en el Valle Nacional, Oaxaca.

El 4 de diciembre de 1901 también hubo una redada en un local de lesbianas en Santa María, pero el asunto tuvo menos eco en la sociedad.

El número 41 o 42 pasa a formar parte de la cultura popular mexicana para referirse a los homosexuales, en el caso del 42 a los homosexuales pasivos. El hecho y los números se amplían a través de la prensa, pero también de grabados, sátiras, obras de teatro, literatura, pintura e incluso llega hasta los días de la televisión, como es el caso de la telenovela histórica El vuelo del águila emitida por Televisa en 1994. En 1906, bajo el seudónimo Eduardo A. Castrejón, se publica el libro Los cuarenta y uno. Novela crítico-social, que ha sido reeditada en 2010. Esta novela, pese a su virulento tono homofóbico, trata por primera vez en la literatura mexicana de forma principal un asunto gay, por lo que está considerada un precedente de la literatura homosexual en México, ya que trata sobre un asunto considerado, hasta entonces, tabú.

También son famosos son los grabados de José Guadalupe Posada, que se publicaron acompañados de varios poemas

Estos hechos causaron gran conmoción en la sociedad porfiriana de aquella época que velaba por las buenas costumbres. Sin embargo, debido a que gran cantidad de los participantes eran “aristócratas” de la época, se consideraba a la homosexualidad como un mal burgués, y se encubrió a gran cantidad de los participantes.

LA OTRA HISTORIA. . .
“El baile de los cuarenta y uno” o “de los cuarenta y un maricones“, fue el escándalo más sonado de los siglos XIX y XX en México. El detonante del escándalo fue una redada realizada el 18 de noviembre de 1901 en una casa particular donde se celebraba un baile. Esto sucedió durante el mandato del General Porfirio Díaz. La prensa de la época registra que en aquella casa se dieron cita 42 individuos, todos del sexo masculino. La mitad de los asistentes vestía de mujer, ataviados con coquetas pelucas, aretes, amplias y frondosas caderas postizas, además de rostros embellecidos de colores llamativos, mientras que la otra mitad vestía prendas masculinas.

Fiestas gays se han dado en todas las épocas y culturas, lo que este guateque tenía de especial, aparte de realizarse hace más de un siglo, bajo un gobierno militar y en medio de una sociedad ultra machista, era uno de los invitados que encontraron disfrazado en la fiesta:  Ignacio de la Torre y Mier, yerno del Generalísimo Díaz, esposo de Amanda Díaz, su hija mayor y consentida.

Según las pesquisas policiales, en aquella bacanal –uno de las tantas organizadas por Ignacio de la Torre-, se incluía también la rifa de un agraciado joven conocido bajo el mote de “El Bigotes”. Las crónicas añaden que los gendarmes hicieron una redada llevándose detenidos a todos los participantes del singular festín: 41 hombres fueron trasladados a prisión. El número 42, se supo más tarde, fue Ignacio de la Torre y Mier, al que su suegro salvó para cuidar la reputación familiar y la honra de su hija.

Aunque los periódicos de la época no lograron documentarlo, más tarde se supo que un gran número de los concurrentes pertenecían a las familias más prominentes del gobierno, algo así como un “círculo rosa” del Porfiriato. Los nombres de los más influyentes también fueron borrados gradualmente, y claro, no sufrieron las consecuencias de los menos afamados. Éstos, después de pasar por la cárcel, fueron confinados en campos de concentración militares como castigo a su “deshonrosa” actuación.

A pesar de los intentos del dictador de silenciar a la prensa e impedir un escándalo familiar, la noticia corrió como pólvora. Un ejemplo de esto fueron los ejemplares de la Gaceta Callejera, una hoja suelta que se repartía de mano en mano en esos días. Aquella edición especial se tituló: “Los 41 maricones encontrados en un baile de la calle de La Paz el 20 de noviembre de 1901“, y una caricatura mostraba a un grupo de hombres, todos con bigote acicalado, bailando alegremente en parejas, mientras que el editor Venegas Arroyo echaba más leña al fuego con un corrido subtitulado, “Aquí están los maricones, muy chulos y coquetones”, que incluía una irónica composición.
Por su parte, Amada, la hija favorita del dictador Porfirio Díaz, anotaba en su diario:
Un día mi padre me mandó llamar al despacho en su casa. Me quería informar que Nacho había sido capturado por la policía en una fiesta donde todos eran hombres pero muchos estaban vestidos de mujer. Ignacio -me dijo mi padre- fue dejado libre para impedir un escándalo social, pero quise prevenirte porque tienes derecho a saber del comportamiento con la persona con que vives.

Del famoso yerno, se dice que era un caballero de ambiguas costumbres sociales. En 1906 conoce a Emiliano Zapata, “recargado bajo la sombra de los ahuehuetes que rodeaban el corral de la hacienda de San Carlos Borromeo“. Ignacio quedó impactado y pidió referencias de aquel hombre “callado, moreno, orgulloso“. Muchos historiadores han reseñado que estos señores vivieron un fogoso romance, otros dicen que el revolucionario supo aprovecharse de la debilidad de Ignacio para sacar partido de su cercanía al poder.

El primero de octubre de 1918, Ignacio de la Torre y Mier falleció en Nueva York mientras le practicaban una cirugía de hemorroides. En México, no faltó quien dijo que aquella enfermedad fue producto de sus andanzas, de la vida disoluta que llevaba.

EL BAILE DE LAS BUENAS COSTUMBRES

Para entender el odio a lo diferente en el México de principios de siglo, conviene revisar la moral imperante durante la dictadura de Porfirio Díaz, en lo público estricta con todos, normales y "anormales" (en lo privado no les va tan mal a los heterosexuales promiscuos). A esta moral le indignan, por ejemplo, el adulterio, la pérdida de la virginidad antes del matrimonio, el sexo sin fines reproductivos, la exhibición de las piernas desnudas de las mujeres, el conocimiento de la anatomía. La masturbación, se afirma, causa daños irreversibles, entre ellos el florecer de vellos en la palma de las manos. Y sin definición alguna, se alaban el decoro, la dignidad, el pudor, la castidad.
Lo más significativo de la Redada de los 41 es, reiteradamente, la detención arbitraria de un grupo que se divierte una noche de sábado. En 1901 se alega que Los 41 "carecen de permiso", pero en las crónicas de la época no se menciona la exigencia de permisos o notificaciones previas de las reuniones. No se conciben siquiera los derechos civiles y humanos, y "el mal ejemplo" es delito suficiente. De allí el comentario de Daniel Cabrera, cuya frase explica las estrategias del silencio en torno a la homosexualidad: "La mordaza que ponen en nuestro labio el respeto al pudor y las buenas costumbres." Mencionar a "los sodomitas" no es sólo concederles existencia, sino despertar la curiosidad de los jóvenes, "ignorantes de las desviaciones del instinto".
En México no está prohibida la homosexualidad, y esto se debe en muy amplia medida a la admiración desbordada por Francia. En 1791 la Asamblea Revolucionaria suprime las leyes contra la sodomía, en rechazo explícito de las prohibiciones judeocristianas.