Pues sí, Beltrones tenía razón en cuando menos tres puntos fundamentales que hoy gravitan en su partido y en el gobierno: Elba, Moreira y reformas.
Para el ex presidente del Senado, Elba Esther Gordillo no encarna ninguna idea de renovación ni de modernidad, sino todo lo contrario.
Para decirlo en palabras que usé cuando se anunció la alianza: era incomprensible que Peña Nieto se presentara como el abanderado del cambio si llegaba a las elecciones del brazo de Elba Esther Gordillo
El interés de la profesora es ganar espacios políticos, repartir puestos públicos entre sus incondicionales y estar cerca del poder. Cuando así convenga a sus intereses, tomará distancia y volteará la espalda.
Al PRI le quería cobrar carísimo esa alianza forjada en la dirigencia de Humberto Moreira, y que sin duda contó con el respaldo de Enrique Peña Nieto.
Se equivocaron con Elba Esther. No son los primeros, aunque tal vez sean los últimos.
El presidente del PRI en esta época electoral era Emilio Gamboa, no Moreira.
La juventud y la astucia verbal del ex gobernador de Coahuila no eran suficientes para dirigir al principal partido del país.
Mucho menos era carta de presentación su facilidad para retar y provocar al Presidente de la República.
Los manejos económicos del erario de su estado, con una deuda estratosférica, no corresponden a una idea de modernidad, sino que reflejan la manera de gobernar del priismo populista que hoy anida, mayoritariamente, en otro partido.
Los lazos de Moreira con Elba Esther Gordillo, sumado al populismo económico con que gobernó su estado, ponen en riesgo la credibilidad del PRI, abren un flanco enorme por donde torpedear a Peña Nieto, y arriesgan incluso la estabilidad del gobierno de su hermano Rubén.
La prudencia era la carta adecuada, pero se optó por la confrontación. Se equivocaron con Moreira.
Y ahora, por la crisis económica internacional y la sequía que demanda recursos públicos para atender necesidades urgentes, habría sido de gran utilidad tener una reforma fiscal como la propuso Beltrones.
Tal vez no igual, modificada, discutida, pero no una reforma congelada como es el caso.
La propuesta, que llevaba incluso el respaldo del PRD en el Senado, ponía IVA parejo en 15 por ciento. Tres por ciento se le devolvía al contribuyente al presentar su declaración mensual. Así se garantizaba que todos pagáramos impuestos, especialmente quienes más consumen.
En esa reforma se incorporaba una canasta básica totalmente exenta de IVA, para no lastimar a más de 25 millones de mexicanos que viven en pobreza alimentaria.
Se equivocaron al congelarla, y la deberán reactivar después de las elecciones.
Los hechos, ni modo, ahí están.