miércoles, 4 de enero de 2012

REYES MAGOS Juan López García

Es frecuente escuchar que en México se miente hasta para decir la hora. Inventamos la frase de que es mejor una mentira piadosa a una verdad sincera. Miente el esposo, el político, el leguleyo, la señorita, el joven. México es un país en donde la mentira pública no es delito. No existe el perjurio como una figura jurídica que pueda ser atracción principal de la judicatura.
   ¿Dónde empezamos a engañarnos?
   ¿Y aún nos lo preguntamos?
   Hoy es 6 de enero, día de la epifanía católica en que los Reyes Magos hacen su arribo la noche de ayer, para colmar de juguetes a los niños que se portaron bien.
   Los buenos padres duermen temprano a sus chiquillos, pues parte de la tradición es que los obsequiosos monarcas, no sean vistos por los pequeñines beneficiarios.
   La fábula se enriquece con imaginarios suculentos. Hay que ponerles agua en un trasto y pastura en el traspatio, por si el elefante viene con hambre o el camello está sediento. Entre mayor sea la parafernalia, más atractiva es la incertidumbre por la cuantía del regalo de los Santos Reyes.
   Ningún padre que se precie de honesto y congruente, dice la verdad a sus hijos. La primera mentira de la infancia corre a cargo de nosotros. Consolidamos en nuestros descendientes nuestra cultura de la falsedad. El mito es parte de la estructura mental y moral de nuestra sociedad. Si somos los autores de un universo infantil de hipocresía, cómo queremos que ya adulto, no mienta el magistrado, el periodista, el legislador, la ministra, el profesor, el médico, la policía, si nuestra educación es precisamente la mentira.
   “Somos sembradores de  rosales, por ello cosechamos siempre rosas”: Amado Nervo.