domingo, 1 de julio de 2012

DESMITIFICAR LA HISTORIA: UNA ASIGNATURA PENDIENTE. Por J.M. GOMEZ


Cuando observamos la historiografía de nuestro país, lo primero con lo que se topa el ojo entrenado del lector asiduo, es que nuestra historia no es el recuento sistemático y ordenado de los acontecimientos que le dieron forma y sentido a nuestra realidad actual, es mas bien una colección de personajes paradigmáticos que simbolizan un rasgo en particular de nuestra naturaleza humana, entonces la historia de nuestro pais, se vuelve una especie de  panteón mitológico de semidioses y demonios pecaminosos en vez de una disciplina forjada con estudio minucioso del pasado, y con esto pierde su sentido, ya no es el espejo en que podemos refugiarnos para evitar cometer los errores del ayer, si no es un caldo de cultivo donde se incuban los nacionalismos mas cerrados y prejuiciosos, a la orden de las elites del poder que siempre están prestos a convertirse, según sus discursos en defensores del mexicanismo mas puro.
Nadie mas cruel que Cortes, nadie mas traidor que Santa Ana, nadie mas ambicioso que Iturbide  o nadie mas ladrón que Carlos Salinas, la galería de villanos es variada y maquiavélica, es una colección de gentes sin escrúpulos que nadie que ame este país quiere ser. Por otro lado, el magnánimo Juárez, el solemne Cuauhtémoc, el honesto Álvarez  o el libertador Hidalgo,  son solo ejemplos de ese distinguido grupo de personas que lo han sacrificado todo en aras de consolidar una nación soberana sin importar el precio a pagar. El pasado entonces se vuelve una especie de texto dogmático en el cual esta prohibido cuestionarlo ahondar mas.
El panorama que llegamos a tener bajo esta óptica es realmente escaso, echamos la culpa de la perdida de nuestro territorio a las viles acciones de Santa Ana y pasamos por alto el hecho de que nuestro ejercito era francamente miserable y que el dinero recibido por la transacción sirvió para fortalecer las fuerzas castrenses, o que el poderoso Juárez siempre elocuente dejaba ver en sus acciones y en sus discursos el deseo de perpetuarse tanto como lo llego a hacer Porfirio Díaz por tan solo citar dos ejemplos.
Emmerson llega a afirmar que “la historia no es mas que el resumen de la vida de los grandes hombres” pero esa historia debe estar libre de prejuicios o mascaradas, solo viendo a través de la fría imparcialidad de las evidencias podremos de verdad llegar a aspirar a tener una historia coherente. El alma como las acciones de los hombres no son blancas o negras sino un raro tono de gris con infinitos matices en el medio, los hombres no son divinos o infalibles, son simples mortales, en cuyos errores y pecados muchas veces esta el verdaderos sentido de sus obras.