A mis compañeros ceceacheros de Naucalpan
Moisés Sánchez Limón |
Corrían los días de abril de 1971 cuando el proyecto de los
Colegios de Ciencias y Humanidades recibió a la primera generación en sus
planteles, nuevecitos, de Naucalpan, Azcapotzalco y Vallejo, con un innovador sistema
de bachillerato avalado por el Consejo Universitario de la UNAM, bajo la rectoría
de Don Pablo González Casanova.
Bajo el puente ha corrido mucha agua. De aquella primera
generación hay universitarios que han dado lustre al proyecto que debió
enfrentar perversidades que lo instalaban en la línea del desbarrancadero.
Hoy, delincuentes a sueldo de intereses domésticos de la
UNAM, disfrazados de estudiantes aprovechan al CCH, plantel Naucalpan, para
desbarrancar al rector José Narro. En política no hay casualidades.
Veamos. Las causas son similares a aquellas que enfrentaron,
en su momento, Jorge Carpizo y Francisco Barnés de Castro, aunque éste último
debió dimitir y dio paso a la época de la concertación de Juan Ramón de la
Fuente.
Resulta que estos, dizque estudiantes, rechazan la
actualización del plan y los programas de estudio del Colegio de Ciencias y
Humanidades. Por eso han protestado violenta e impunemente lo mismo en el
plantel Naucalpan que en Ciudad Universitaria.
Son delincuentes disfrazados de estudiantes, símiles de
aquellos que, convertidos en porros, hicieron de las suyas en los planteles de
las preparatorias y se extendieron a los CCH que se ampliaron en número al
abrirse los campus Oriente y Sur. Robar y golpear a estudiantes, vejar a
jovencitas, asaltar al transporte de alimentos y misceláneas, era modus
operandi de esos hampones.
Aquellos de los 70 eran delincuentes comunes que en algún momento
se ampararon bajo la sombra de los miembros del Movimiento Universitario de
Renovadora Orientación (MURO), de filiación ultraderechista a la que
pertenecieron personajes como Diego Fernández de Cevallos. Estaban definidos,
pues, los objetivos de porros y muros obedecían a intereses políticos intra y
extra muros de la UNAM.
Y, como es recurrente
en asuntos de política metida en la Universidad Nacional Autónoma de México, el
MURO influía en la vida doméstica universitaria; incluso tenían voz y voto en nombramientos
de directores de preparatorias, facultades, escuelas y áreas sustantivas de la
máxima casa de estudios del país, con el aderezo de que ampliaban su influencia
en el ámbito político partidista, al final de cuentes brazo violento de la
ultraderecha mexicana.
Los de los años 80 y 90 del siglo pasado, como los que
recientemente hemos visto violentos que lo mismo golpean y patean a
funcionarios y empleados universitarios y a quienes se atreven a cuestionarlos,
que rompen ventanas y destruyen mobiliario propiedad de la UNAM, obedecen a
causas de grupos políticos, aunque suene a perogrullada.
¿A quién le interesa defenestrar al rector José Narro, cuya
reelección lo ubica en el cargo hasta 2015? Es la misma pregunta cuando el CEU
se empecinó en alargar una huelga en la UNAM, bajo el mando del Consejo General
de Huelga que sucedió en la práctica al CEU, hasta tumbar a Barnés de Castro.
El CEU nació opositor al rector Jorge Carpizo y sus
dirigentes, hasta el año 2000, cuando se instala en el liderazgo de esos
movimientos dizque de izquierda y contrarios a la reforma universitaria, son
funcionarios públicos, principalmente en el Gobierno del Distrito Federal,
legisladores locales y diputados federales.
¿Quiénes están detrás de esas capuchas? ¿Quiénes son esos
violentos e impunes jóvenes que se asumen estudiantes y rechazan la
actualización del plan y los programas de estudios del CCH? ¿Sólo ésa es la
causa de la protesta? Y qué tal si los detienen y aplican la ley. Bueno, sin duda serían presos políticos y
aderezo de una escalada que se antoja, a todas luces, enderezada oara tumbar al
rector José Narro. En política no hay casualidades. Conste.