lunes, 10 de junio de 2013

Entre la verdad y la ficción LA REBELIÓN DE LOS IDIOTAS. Por Jorge Luis Falcón Arévalo*

"Nunca mandes a un jodido a la fregada, lo más seguro es que no tenga para el pasaje"

Hay un proverbio -y los proverbios son algo muy bueno-, hay uno, digo, que pretende que el apetito se abre comiendo. Este proverbio, por grosero que sea, tiene, sin embargo, un sentido muy amplio: quiere decir que a fuerza de cometer horrores se desean otros nuevos, y que cuantos más se cometen más se desean. México, se despedaza en la violencia, el desempleo y una sociedad corrompida por diversos agentes, entre ellos los extranjeros.

Tenemos petróleo; pero no refinerías. Tenemos Minas, pero no empresas mexicanas dedicadas a extraer los preciados metales, que tanto les urge a los canadienses y estadounidenses, sin descartar a los alemanes y japoneses. Tenemos reservas territoriales para la siembra de frijol, arroz y otras semillas y andamos importando tras el artero crimen del Tratado de Libre Comercio. Llegamos a los excesos de la importación; y, con ello vemos el aumento económico a la canasta básica y a la disminución de los escasos productos que de ella se anuncian; ya de medios kilos.

De hecho, la única verdadera anarquía es la del poder, en todo este embrollo. El poder sin poder definir políticas públicas de un país joven que se desvanece en la “progeria corruptus”. Ese estigma de la raza humana, ni dios lo ha podido erradicar de las almas perversas; de los espíritus malignos y carroñeros. Dios ha sido vencido por el mismo hombre -hecho a su imagen y semejanza- por ánimos impetuosos de soberbia y egolatría. Desde allí el mandato del poder. Se ha viciado no tan solo el término, sino que ha sido coronario de personajes que han perdido la razón de lo justo y equitativo. Luego entonces, nada tiene razón de ser respetado, desde esa trinchera de la perversidad, de la envidia y la execración.
En tanto, ocurren desgracias criminales en el país; desde los grupos de poder se sigue manteniendo intacta la dureza representativa, su arrollador “discurso moral”, su absoluta negación de la felicidad en vida y sí su retrato muy alejado del  ser humano. Se pretende, sí, hacer “entender”  que la vida es un montón de insignificancias e irónicas ruinas; a través de personas tan impúdicas que su modus operandi, es entre sinvergüenzas, escabrosos y libidinosos.

Y retomo la frase de líneas arriba: nunca mandes a un jodido a la fregada, lo más seguro es que no tenga para el pasaje. Es por ello, que todos están aquí, amontonados, jodiendo, fastidiando.

Los vinos y licores, cigarros -y ahora el payaso de Vicente Fox, con su empresa -prestanombre-  presto a entrarle al asunto de legalizarse  la mota- la tele basura, el uso indiscriminado y sin respeto de la mujer no tan solo en comerciales, sino en las violentas telenovelas de los dos “grandes” canales de televisión y la literatura meliflua dominan nuestro mundillo. Cuando la realidad nos carcome la espalda y nos da una patada donde termina el espinazo. Es decir masificar una sociedad muy light en la apariencia, pero brutalmente iletrada en la escenario, por remontar una mejor calidad de vida.

Los mismos políticos al referirse a los cleptómanos nos restriegan las historias de sus colegas ladrones; y, solo nos queda reír o escépticos comentar  de saber que serán dados de baja de sus partidos políticos, como si en ello se fuera la vida de estos ladronicidios, dijera Roa Bastos.

Queda claro que no son ningunos idiotas los que han convertido a México en inagotable vaca lechera que nutre a una oligarquía sin ningún vínculo solidario con la patria y con el pueblo mexicano. Somos nosotros, los incapaces de unirnos y contener la voracidad de esa jauría insaciable mediante un programa que rescate para el Estado el rol protector de la nación y los ciudadanos.

¿Puede considerarse idiotas a quienes han convertido el país en colonia del capital extranjero y en capital mundial de la desigualdad? ¿No será que los idiotas somos el rebaño de corderos que en la Pascua electoral son inmolados en el ara de la demagogia?