Moisés Sánchez Limón |
Lo ocurrido en el Partido
Acción Nacional confirma que asuntos de dinero rompen amistades entrañables y
compadrazgos jurados; sumándole la disputa por el poder político, es fórmula de
veneno puro contra la unidad partidista, como lo citó hace poco más de dos
semanas el ex gobernador panista de Jalisco, Alberto Cárdenas Jiménez.
Pero esa fórmula se
complementa con la mentira como elemento en la disputa. Medias verdades, medias
mentiras y el PAN naufraga en una mar tormentosa que puede llevar a pique al
barco que hasta antes de llegar al poder fue ejemplo de oposición.
La resistencia civil
impulsada por el panismo en el norte del país, con ejemplos como los de Luis
Héctor Álvarez en Chihuahua, fue método para evidenciar, denunciar y someter al
escrutinio público nacional e internacional a ese PRI hegemónico que, merced, a
esa presión social de derecha e izquierda comenzó a abrirse a la alternancia y
la transición democrática a partir del fraude electoral de 1988.
Incluso, una concesión
otorgada al Partido Acción Nacional en 1989, la gubernatura de Baja California,
pretendió apaciguar las aguas agitadas por aquel fraude operado desde la
Secretaría de Gobernación, por Manuel Bartlett Díaz que al final ha terminado
como senador del Partido del Trabajo, olvidándose de sus años en el poder
priista.
Sin duda esa concesión fue
como el mal fario para los prohombres del PAN que luego se alzaron incluso
mayoría en el Congreso de la Unión, pero ya habían perdido esencia demócrata y
endurecieron sus estatutos para que nadie más allá del círculo del poder
tuviera acceso a disfrutar de éste, salvo para servir a un motivo de grupo como
ha ocurrido con los candidatos externos.
El triunfo, incluso de
Vicente Fox en el segundo intento por ser gobernador de Guanajuato, tuvo barniz
de concesión y acuerdo entre la máxima cúpula del poder político en México, es
decir, desde la Presidencia de la República con los dueños del PAN.
Una simple revisión de
nombres y cruzamiento de intereses y carreras demuestra que en el PAN operó la
misma mecánica cupular que hay en el PRD y en el PRI, por supuesto. El listado
de quienes permanecen con el control del partido ubica al albiazul en la disputa
entre familia, donde nadie se puede llamar impoluto y menos sorprendido.
No es un pleito de sencilla
solución; no opera la medida salomónica porque a la rebatinga del control de
los dineros hay que añadir el odio y la mentira que ha sido elemento en esta grave
y ofensiva discusión política doméstica, con un subproducto más: el descrédito.
Veamos que Cárdenas Jiménez
y otros cuatro notables panistas ex gobernadores, no ha podido influir en la
solución a la severa crisis interna que ha colapsado al PAN, crisis de la que
su dirigente nacional, Gustavo Enrique Madero, declara públicamente
inexistente.
La disputa por el poder es
elemental cuando el calendario por la sucesión del líder cumple sus tiempos. No
es extraño que diferentes grupos busquen asumir la dirigencia partidista,
elemental procedimiento democrático en una sociedad como la mexicana que ha
transitado a trompicones en la ruta de la civilidad político-partidista.
Sin embargo, en Acción
Nacional operó la polarización en contra de su doctrina democrática y evidenció
la consecuencia de haberse engolosinado con el poder que nunca supo ejercer y
mucho menos comprendió en toda su extensión como la enorme oportunidad de
cambiar la correlación de fuerzas a la que tanto aspiró y por la que luchó
durante más de medio siglo.
El cambio de opinión de
Vicente Fox Quesada, su primer Presidente de la República desde su génesis en
la década de los años 30 en el siglo pasado, es ejemplo contundente de cómo se
convirtió en vehículo para satisfacer ambiciones personales y de grupo, porque
simple y llanamente nunca fue panista de convicciones.
Enriquecido a su paso por el
poder, Fox asume posturas de insultante credibilidad personal y arrastra tras
de sí a la pléyade de neo panistas y cachorros azules que al llegar a las ligas
mayores del gobierno federal vieron las arcas abiertas y se sirvieron de éstas
para olvidar convicciones de partido social, humanístico, la doctrina panista
se fue a la basura.
Luego Felipe Calderón
alimentó las ambiciones de grupo y gobernó con los amigotes, los cuates y los
compadres y las comadres y acabó por desmadrar al partido convirtiéndolo en
botín. Todo por dinero. No aprendieron a gobernar y están en el centro del
escándalo por corruptos.
¿Quién garantiza la
sobrevivencia y recuperación del PAN? Los cinco ex gobernadores se perdieron en
el discurso autocrítico. Diego Fernández de Cevallos ya no garantiza unidad. El
próximo siete de julio se sabrá cuánto ha perdido Acción Nacional, porque sus
figuras públicas, honestas, honestas, lo que se dice honestas, no lo son.
Conste.
sanchezlimon@gmail.com