Moisés Sánchez Limón |
Fernando
Castri Trenti transita el camino que va de la derrota al escándalo por usar recursos
públicos del Congreso de Baja California para solventar su sueño de poder. Carga,
además, una especie de deuda de honor con “damnificados” de su campaña.
Por
ello, en Baja California la vieja guardia priista y damnificados de la
contienda comicial del pasado 7 de julio, saben y confirman que la elección de
gobernador no la perdieron Enrique Peña Nieto ni Manlio Fabio Beltrones Rivera
En
descargo de ambos va la fama de Castro Trenti, a quien la familia política lo conoce
como “el gran perdedor que finalmente siempre sale ganando… pero
económicamente”. ¿Usted cree que está deprimido? Para nada. Está acostumbrado a
recibir premios de consolación, como un escaño en el Senado y la actual curul
en la Cámara baja, ambos plurinominales.
En
esa línea, este domingo 21 de julio, fue a un acto de dizque agradecimiento a
la base tricolor La lideresa priista estatal, Nancy Sánchez, dijo que Castro
Trenti está de pie y no bajará la guardia. Y éste, llamó a la unidad y se curó
en salud. Por obligada referencia. A saber:
“Al cerrarse un capítulo inicia una nuevo (sic), no hay tiempo para la espera (¿de
qué?), no hay lugar para el duelo (¿por
su funeral político?), no hay lugar para
la división (¿espera el cobro de facturas?), no hay lugar para la desunión (¿de quién más?), no hay lugar para reclamos (¿de los
proveedores o los damnificados de su campaña?), no hay lugar para buscar culpables (“aquí me tienen”, debió haber
dicho), solo hay lugar más que para la
paz (¿en su guerra personal?), el
amor y la concordia en nuestro partido (¡amén!)”. Las anotaciones entre paréntesis son mías.
Empero,
me cuentan que Castro Trenti anda preocupado por los “muertos” y damnificados
que dejó en esta carrera por el gobierno estatal, entre ellos a Jorge Hank
Rhon. Algunos ya le cobraron la factura al no apoyarlo en la campaña electoral
que fue del gris al gris Oxford.
Utilizó
la estrategia de conseguir todo a costa de todo, sin cuidar formas ni detalles;
no registró el nivel del daño que causaba a personas, grupos e instituciones.
Su
historia viene desde cuando el PRI perdió el gobierno de Baja California en 1989.
Castro Trenti, Hugo Abel Castro Bojórquez y Antonio Miguel Meza Estrada (director
de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos como concesión de su amigo
Ernesto Zedillo Ponce de León) se hicieron cargo del control del tricolor
bajacaliforniano. Fue su botín personal, exprimiéndolo al máximo. Y de ahí
hasta la fracasada aventura de recuperar el gobierno, hay un camino lleno de
traiciones y oportunismos.
Por
eso vale insistir que, en todas las elecciones en que Castro ha sido candidato,
ha perdido. En Baja California se sabía que la clase política del PRI no lo
apoyaría, sobre todo por la imagen de corrupción que arrastra junto con su
camarilla, encabezada por Enrique Acosta Fregoso, famoso por invadir predios
pero casualmente ahora es el delegado de la Sedatu en Baja California.
Seguramente
en Los Pinos no saben del expediente de Acosta, quien fue acusado de delitos
federales cuando fue director de la Zona Federal Marítima de Baja California,
con la importación de vehículos usados. Otros integrantes de esa camarilla son:
Ariel
Lizárraga Montero, ex director de Comunicación del Congreso bajacaliforniano,
quien el año pasado fue señalado presunto responsable de un delito grave, pero
dicen libró la prisión merced a que Castro Trenti intercedió por el ante el
gobernador José Guadalupe Osuna Millán.
El
diputado local Julio Felipe García Muñoz, ex dirigente estatal de las
juventudes priistas y ex secretario particular del entonces senador Castro
Trenti, quien coordinado con Lizárraga fue conducto para entregar, en los
últimos tres años, recursos millonarios a su jefe y amigos, dineros procedente
del Congreso del estado, para promoverse en la prensa de la entidad.
La
versión no desmentida refiere que de Comunicación Social del Congreso
bajacaliforniano salieron unos 30 millones de pesos para fondearlos a la
campaña de Castro Trenti, a los que deben sumarse otros cien millones de pesos
para actividades electorales a cargo de Amador Rodríguez Lozano.
Incluso
el coordinador de la campaña del PAN, Óscar Vega Marín, anunció que al inicio
de la próxima Legislatura estatal, con mayoría panista, se emprenderá una
auditoría para documentar esa desviación de recursos a la causa de Castro
Trenti.
¿A
quiénes se puede responsabilizar de la derrota de Castro Trenti? Bueno, hay que
anotar a René Mendívil Acosta, quien recibió el nombramiento de coordinador
general de la campaña, como premio de consolación por haber declinado ser
candidato a la alcaldía de Tijuana. Otro, es el senador Héctor Yunes Landa, que
nunca impuso su jerarquía de delegado especial del CEN del PRI. Fue una especie
de empleado de lujo de Castro Trenti, según comentan fuentes cercanas al
círculo del derrotado candidato.
Y en
esto de las responsabilidades, hay la versión de que Amador Rodríguez Lozano simplemente
no hizo la tarea que, en Chiapas, posibilitó el triunfo de Manuel Velasco
Coello, e incluso junto con su operador de pedigrí, Hipólito Garnica, controló
la llamada “nube digital”, donde se concentró la información de los votantes
registrados.
Lo
de Jorge Hank Rhon es un secreto a voces. La versión más acreditada refiere que
el voto diferenciado en contra de Castro Trenti fue obra del ingeniero --quien
saboreó, como reza la máxima, frío el platillo de la venganza--. Castro Trenti
cosechó lo sembrado en 24 años. Que nadie culpe a Peña Nieto y Beltrones de la
derrota. Conste.