Quizá
no haya imagen más poderosa que la de un niño llorando. Y este llanto en
particular, el llanto de un niño “indígena” es una muestra de impotencia y de
miedo acumulados. Los abusos a los que están expuestos todo el tiempo. Porque
no es la acción de este funcionario, es la acumulación de acciones de muchos
funcionarios, de muchos ciudadanos que se empecinan en ver a los “indígenas”
como ciudadanos de segunda clase.
Lo
que sucede ahora es que las redes sociales empiezan a tener un papel importante
en asuntos como discriminación y abuso de poder. Andy Warhol dijo que en el
futuro todos tendríamos nuestros cinco minutos de fama. Está de sobra
comprobado que en los tiempos actuales esta fama bien puede ser positiva o
negativa.
Pero
el problema de fondo es otro. La impotencia y el coraje que sentimos todos no
necesariamente se traduce en acciones que cambien las condiciones de este
segmento de la población tan vulnerable.
El
racismo enmascarado que practicamos todos los días. Las palabras utilizadas
para describir a las personas de estas etnias, “oaxaquitas” como si todos
fueran “oaxaquitas”.
Inclusive
la palabra “indígena” suena peyorativa. La asociación mental derivada de la
palabra indígena muestra sus connotaciones raciales.
Hace
un par de semanas se filtró un audio donde una regidora del cabildo de Ensenada
llamaba a los niños una plaga, o topos:
Hoy
estos niños vuelven a ser noticia, después del video donde un funcionario
humilla al menor:
¿Qué
hacer cuando somos tan indiferentes al sufrimiento de los demás?
Porque
la indignación ha sido virtual. Lo bueno de esta indignación virtual fue que el
funcionario fue cesado y alguien publicó sus datos en internet. Karma
electrónico. Pero el asunto de fondo debería ser entonces nuestra posición, ya
no como internautas ofendidos, sino como personas que se empeñan en mantener a
las poblaciones autóctonas como invisibles.
¿Qué
hacer cuando todos mantenemos este racismo y lo ejercemos sin ningún pudor?
Esa
también es una asignatura pendiente. Y para ejemplificarlo me remito a un post
en Facebook. Una persona le toma la foto a una señora porque tiene en los
brazos a una niña rubia y de ojos azules. La cuestiona, le hace todo tipo de
preguntas. ¿Y si el bebé hubiera sido moreno? Ni lo voltea a ver. Por eso los
mexicanos no avanzamos. Lo haremos cuando entendamos que todos merecen el mismo
respeto sin importar el color de piel. Que son las acciones las que hablan.
Para
terminar. Si algún día usted se siente racista por más blanco que sea,
recuerde, esas personas a las que usted humilla diciéndoles “oaxaquitas” o
“indios” son de sangre pura, descendientes
de príncipes y reyes cuyo único pecado fue no tener anticuerpos y armas
avanzadas. Y que no le pidieron a los europeos venir.
Al
funcionario que humilló al niño ya lo corrieron ¿Y la regidora?