miércoles, 8 de octubre de 2014

REQUIEM POR UN ESTADO POR JOSE MANUEL GOMEZ

JOSÉ MANUEL GÓMEZ
Iguala, el ojo del huracán político y social que azota a la entidad desde aquel fatídico 26 de septiembre, quedara implantado en nuestra memoria colectiva, como el dia en que los argumentos del gobierno y los discursos oficiales quedaron sepultados en fosas clandestinas y acallados por un estruendo de balas.
Las consecuencias, van mucho más allá de los muertos y los desaparecidos, del dolor de las familias y de la premura del gobierno, por tratar de salvar una idea, de que todavía es él y no los grupos de la delincuencia organizada el que impone el orden y la justicia en el territorio de la entidad.
El sentir de los ciudadanos descansa en las preguntas sin respuesta, ¿Qué motivó un acto de tal brutalidad? ¿Por qué si había una investigación federal respecto a Iguala no se actuó a tiempo? Y claro, la detectivesca ¿Dónde diablos en el mundo está José Luis Abarca Velásquez, alcalde de Iguala?
Queda claro que Guerrero es un estado fallido, lo es porque sus alcaldes y sus cuerpos de seguridad están infiltrados por elementos de las organizaciones criminales. Lo es porque el ejecutivo estatal se ha visto rebasado y ahora parece estar caminando hacia el cadalso, porque recurrió al argumento de culpar a las autoridades federales por las circunstancias apremiantes que atraviesa, ese mismo gobierno federal que ya tenía conocimiento de las condiciones de ingobernabilidad que se vivían  en Iguala pero prefirió guardar silencio y estar a la expectativa.
Y aunque a algunos les cueste verlo de esa manera a muchos de los que estén leyendo este texto, Guerrero es un estado fallido porque su crisis no es solo política y social, sino también educativa, porque las instituciones responsables de formar a una nueva generación de profesores optan por vandalizar e imponer sus ideas en vez de darle un espacio al dialogo, mientras los resultados arrojados por Guerrero en las evaluaciones nacionales son realmente pobres, y lo alumnos prefieren plantarse en huelgas de hambre en vez de aprobar un examen de admisión.

La imagen del convoy de la gendarmería entrando  a toda velocidad en las calles de Iguala para restablecer la tranquilidad en el municipio, se vislumbra más como un cortejo fúnebre en donde el cuerpo a velar es el mismísimo estado de derecho.