El progreso cuesta, se
afirma con conocimiento de causa, pero
no creo que exista un costo muy caro de pagar, para lograr el progreso. Lo que
pasa es que hay gente que por un lado celebran el desarrollo y disfrutan de él,
pero por el otro, con una incongruencia absoluta, pretenden detener el progreso
para sus pueblos.
Verbigracia algunos
paisanitos ometepequenses (por suerte no son una penca, sino apenas unos
cuantos)que igualitos que Gabino Barrera, aquél ñor que no entendía razones
andando en la borrachera, se instalan en
la necia objetando todo beneficio común que conduzca al desarrollo de nuestro
Bello Nido, pretextando cualquier tradición obsoleta, para emular al tal Gabino
ese.
Sí, sí, sí, aquellas
Semanas Santas de mi chincualuda niñez, eran muy bonitas. Pero claro, también hay que decir, que no
abundaban los automóviles y mucho menos
había trasporte público. El puesterío apenas si llegaba al Hotel Rivera, y las
fondas que se ponían afuera de la iglesia, tenían la particularidad de ser enramadas con techos
elaborados con una hoja verde y olorosa. Sí, los dulces de Tlaxiaco resultaban
indispensables y eran muy esperados, en especial por esta chincualuda
chiquitilla, porque ni bien ponían su puesto, mi sacrosanto progenitor don
Manuel Valverde López, me mandaba a comprar un kilo de turrón, de ese quiebra
muelas , así como membrillos, higos y duraznos
cristalizados.
Ah, pero también eran muy
esperados los platanitos pasados, el pan de tapo de las enredadas de Pinotepa,
y toooda la vendimia de ‘’varilla’’ que era
como le llamábamos a las chácharas de accesorios de fantasía. Sí, es
añeja esta tradición ometepequense, que data de principios de 1900, pero
arajo hermanito chulo, entonces no imaginábamos que el
carrerío se multiplicaría como mochomos, amén de que en ese entonces nuestra
feria de Semana Santa apenas si llegaba a la tienda ‘’La Primavera’’ propiedad
de don Isaías Quezada y doña Elvira Domínguez.
Digo, si poblaciones
mexiquenses y de otros estados de mi tenochca país, más pequeñas que el Bello
Nido, sin despojarse de su idiosincracia, ni borrar de sus recuerdos la
tradición de montar su feria patronal, de Semana Santa, o cualquier otra
dedicada al extenso santoral al que son devotos, se han unido en un mismo sentir y apoyado a sus autoridades para que
sus ferias se lleven a instalaciones fuera del centro de sus ciudades, pensando
en el beneficio común ¿por qué hay paisanitos aferrados a seguir apostándole al
‘’santo dismoderment ‘’ que año con año se escenifica desde que inicia la
Avenida Cuauhtémoc, hasta donde se termina la Plaza Cívica, teniéndonos que
soplar propios y extraños, los consabidos cagaderos y miaderos en los que se
convierten las calles laterales a la avenida principal, sin contar con la
contaminación auditiva de los merolico ofertando desde cobijas, pomadas
milagrosas y hasta pócimas para quitarle lo arrecho al marido?...¡Sepa Judas!
Pero de que los hay, los hay.
Pero afortunadamente no
son pocos los que sí queremos, pedimos, urgimos a que este maloliente
‘’tianguis de Semana Santa’’ sea chispado en FA, no pa’ la paila, hasta eso que
no, sino aquí nomás a un ladito de las instalaciones de la Expoferia, para que
los ometepequenses y los puños de visitantes puedan andar libremente por las
callen del primer cuadro de la ciudad, sin ruidajo, sin tufos de agüita amarilla,
sin los asoleados olores a cuita humana, sin el abochornante calor que se
produce por el laberinto de manteados y lonas de los puestos, pero sobre todo
sin el riesgo de estar expuestos a vivir una dolorosa experiencia y quedar
atrapados en caso de provocarse un incendio, como bien lo expuso e la redes
sociales, la guapetona paisana y parienta mía, Lorena Montero Mayrén.