Al parecer el delegado del
PRI en Guerrero, José Parcero López, no hizo suya la intención de su dirigente
nacional Manlio Fabio Beltrones de arropar a sus gobiernos.
A unos días de asumir la
dirigencia del priísmo nacional, el pasado mes de agosto, Beltrones advirtió en una entrevista
publicada por Excélsior que se acabo “la sana distancia” con el gobierno de
Enrique Peña Nieto.
La declaración debía
entenderse en el sentido de que el partido defendería a los gobiernos emanados
de sus filas, pero en Guerrero parece que no se entendió.
Cada vez que leemos en la
prensa los embates del Partido de la Revolución Democrática (PRD), en
particular de la secretaria general del Comité Ejecutivo Nacional, Beatriz
Mojica Morga, contra el gobernador Héctor Astudillo, es el propio gobernador
quien debe salir a responder.
¿Dónde está Parcero? Es la
pregunta que muchos priístas se hacen,
cuando observan que una vez conseguidos
los espacios en la administración pública, los grupos de poder se hacen a un
lado y dejan un espacio de vulnerabilidad que es aprovechado por los
adversarios políticos sin que el delegado haga nada por emitir siquiera un
boletín de prensa.
Ni siquiera para apoyar
las propuestas como la que Astudillo hizo en entrevista con el periodista
Carlos Puig en el sentido de legalizar la producción de amapola para alejar a
los campesinos de los tentáculos del narcotráfico.
Para más el propio
dirigente del PRD Celestino Cesáreo Guzmán y el de Movimiento Ciudadano, Adrián
Wences Carrasco salieron a respaldar esa postura.
Del PRI el único personaje
que se atrevió a atajar la polémica que pudiera desatar esa propuesta que rompe
con el conservadurismo y que demostró su apoyo al gobernador, es el alcalde de
Chilpancingo, Marco Antonio Leyva Mena.
¿Y Parcero? ¿Y los demás
alcaldes y diputados del PRI? ¿Abandonaron la plaza?
Esta “rara distancia” con el gobierno de
Héctor Astudillo debe ser tomada en cuenta. El PRI no debe dar por hecho que
una vez recuperado Guerrero ya no lo volverá a perder.
El haber aplazado hasta
agosto la selección de un nuevo dirigente, debe servir al PRI para pensar
seriamente, no sólo en la renovación de su estructura, el dar oportunidad a
liderazgos emergentes y la formación de nuevos cuadros, sino en un liderazgo
capaz de lograr cohesión y canalizar esa gran fuerza de partido mayoritario en la defensa del
proyecto político de mantener el poder en Guerrero y recuperar nuevamente la joya
de la corona que es Acapulco.
Eso solamente podría
lograrlo un dirigente con arraigo en Guerrero y legitimado por el priísmo
local.
El último electo
democráticamente fue precisamente Marco Antonio Leyva Mena, bajo cuya dirección
en 2008 el PRI recuperó Acapulco tras nueve años de gobiernos perredistas, y
ganó en casi todos los municipios importantes como Iguala, Taxco, y Chilapa,
Tlapa, San Marcos, San Miguel Totolapan y Tixtla.
Esto es una muestra de lo
que la legitimidad y el arraigo pueden lograr al interior de ese partido.
jalepezochoa@gmail.com