Te diría con orgullo
Como tu pueblo celebra/ vive/ revive tu voz
En el corazón del desvalido/del olvidado/del negro/del
niño/
De tu familia
De mi amor/amor/amor…”
Guadalupe García
El oriundo de Ometepec,
y considerado el mayor poeta “vernáculo” de
Guerrero cumplió cien años de haber venido al mundo. El nacido el 21 de
marzo de 1916 y que falleciera el 1 de abril de 1967 fue un educador, periodista
y un hombre de noches y madrugadas enteras, lleno de gracia y donaire con la
existencia y el deleite.
Al autor de Palabras en el bosque, no le cuadra el
encasillamiento en que lo han definido durante muchos lustros por comodidad, error
o costumbre, como un poeta “vernáculo”.
El diccionario de la
Real Academia de la Lengua, define este adjetivo como; “doméstico, nativo, de
la casa o país propios”.
Vernáculo viene del
latín; vernaculus, “nacido en la casa
de uno”, esta referencia es directamente a la lengua, sea en el caso de García
Jiménez o de García Lorca.
La lengua vernácula, es la lengua que se habló, por ejemplo, en Roma. En Mesoamérica, en grandes territorios fue el náhuatl. Desgraciadamente también el concepto tiene afirmaciones peyorativas que no viene al caso enumerar.
La lengua vernácula, es la lengua que se habló, por ejemplo, en Roma. En Mesoamérica, en grandes territorios fue el náhuatl. Desgraciadamente también el concepto tiene afirmaciones peyorativas que no viene al caso enumerar.
García Jiménez, es un
poeta mayor en el romance. Sus poemas están encuadrados en la gran tradición
del romancero español. Que nació cantado y permanece vivo no sólo acompañado de
música, sino como una expresión del pueblo ibérico y donde se habla esta lengua.
Lo mágico del romance,
es que puede llegar a todo publico. Menéndez Pidal lo definió así: “los oyentes
se hacían repetir el pasaje más atractivo del poema que el cantor les cantaba;
lo aprendían de memoria y al cantarlo ellos, a su vez, lo popularizaban,
formando con esos pocos versos un canto aparte, independiente; un romance…”.
Existen El Cancionero de romances, publicado en
1547, y el Romancero General de 1600.
Y a partir del siglo
xvi y xvii se populariza que escritores como Lope de Vega, Cervantes, Quevedo
los escribieran. Se les llama “Romances
nuevos” porque incorporan voces, metáforas y otros recursos formales, este es
un ejemplo escrito por el gran poeta del siglo de oro español, Luis de Góngora:
Servía en Oran al rey
un español con dos lanzas
y con el alma y la vida
a una gallarda africana.
Tan noble como hermosa
tan amante como amada
con quien estaba una noche
cuando tocaron el arma.
Durante el siglo
veinte, renace el romance con Antonio Machado, Gerardo Diego, Rafael Alberti y
García Lorca, entre otros.
García Jiménez, es
heredero de esta tradición, que ha sido considerada como uno de los ejes de la
poesía cien por ciento española.
Su versificación
perfecta, el giro de sus versos, y el acento que le imprime, nos permiten
afirmar sin lugar a dudas que García Jiménez, a quién en un ensayo definí como
el “poeta de los incendios”, es uno de los poetas populares más importantes de
Guerrero.
En ese texto hago
alusión a su entrañable amor por la Costa Chica, por el habla popular con la
que el poeta autor de Luna de barrio,
le infunde un ritmo propio, utilizando figuras retóricas y un metro que se amolda al habla popular de los
afrodescencientes. Por lo que también podríamos catalogar a García García
Jiménez como el gran poeta guerrerense de raíz africana, como el puertorriqueño
Luis Palés Matos y el cubano Nicolás Guillén salvando las debidas proporciones:
¡Bembo, bembo, Fredesvindo,
caramba, que eso no es tuyo!:
piernitas de tinguiliche,
metiche como el bejuco;
niguento, pero nigüento;…
no la rondes, Fredesvindo,
que no le cuadran tus gustos…
caramba, que eso no es tuyo!:
piernitas de tinguiliche,
metiche como el bejuco;
niguento, pero nigüento;…
no la rondes, Fredesvindo,
que no le cuadran tus gustos…
No voy a entrar en
detalles formales y estilísticos sobre la obra de García Jiménez, ese trabajo
está en un legajo que guardo en mi casa, y solo afirmar sin tapujos, que García
Jiménez es uno de los poetas surianos de mayor valía, sin menoscabo de otras
voces de su generación. Un poeta pulcro con el lenguaje, meticuloso en el uso
de las metáforas y la estructura de sus poemas. El esmerado estilo, dinámico y
natural de Juan García Jiménez en algunas de sus obras más importantes, me hace
pensar en que hay que regresar a su poesía, descubrir sus mecanismos simbólicos
y líricos, ahondar en sus poemas y encontrar el hilo conductor para llegar al
corazón y el alma de costachiquenses y guerrerenses.
Al autor de Palabras en el bosque, se le conoce más
por los romances que por su poesía intimista y delicada.
Y que mejor que a cien
años de su nacimiento el gobierno de Guerrero le rinda un homenaje, y además
sería bueno publicar sus obras completas revisadas y con un estudio crítico
profundo y profesional.
Recuperar cartas, manuscritos,
poemas sueltos y hacerle un homenaje al poeta de Ometepec y dejar constancia a
las nuevas generaciones de mexicanos y guerrerenses, que en un rincón de la
Costa Chica de Guerrero, en vez de balas y temor de salir a la calle, nos vamos
a encontrar con la voz pura del “poeta de los incendios”, Juan García Jiménez
que escribió un libro notable; Cuando el
amor cantaba.
En este tiempo de
terror, balas, amenazas, muertos por doquier hay que celebrar a Juan García
Jiménez cantándole al amor, a la poesía, a la vida.
Y que su poesía
natural, salvaje, intimista para ser hablada, repetida y vocalizada se
convierta en un canto al amor, como el que García Jiménez le imprimió a su vida;
y su obra perdure más allá de los homenajes merecidos y sea reconocida en su
tierra y fuera de ella. Porque como dice un tango muy popular, “es un soplo la
vida y cien años no es nada.
*Texto escrito para ser
leído en el homenaje que el gobierno de Guerrero, a través de la Secretaría de
Cultura le hicieron en la rotonda de los hombres ilustres en Chilpancingo y en
su natal Ometepec con motivo de los cien años de su nacimiento.