sábado, 7 de enero de 2012

NORMAL DE AYOTZINAPA Juan López


Las condiciones académicas, administrativas y de internado de la Normal Rural de Ayotzinapa, son anacrónicas. Establecida en otra época, cubriendo necesidades diferentes, atendiendo a un sobreseído régimen político, el establecimiento sobrevivió como un retablo inserto en el presupuesto público, a veces en el olvido, o bien aceptado como un mal menor al que hay que subsidiar.
Hervidero disolvente, cinturón sagrado, espacio prohibido, ha sido fogata votiva de estridencias, asonadas, disturbios y sedición.
Para Chilpancingo y Tixtla representa un hoyo negro civil que rompe con la tradición de vivir en paz y sin alborotos.
Hoy que la guadaña ultimó a tres inocentes personas -detonó el clamor de justicia y despertó fulgores anímicos alborotadores-, se multiplican las voces ciudadanas y gremiales exigiendo que la secular sede, proterva nodriza de los peores epítetos, desaparezca.
Esto sólo será posible si la Universidad Autónoma de Guerrero interviene de modo neutral y con un espíritu de solución, de arreglar, modernizar la educación superior agrícola y, acabar con un ciclo caduco en la enseñanza acuartelada, para transformarla en aulas abiertas, campus público, academia franca.
Pese a que las demandas sociales exigen que sea el gobierno del Estado quien desaparezca la Normal de Ayotzinapa.
No se apaga el fuego con gasolina.
Este lunar de efervescencia estudiantil debe transformarse en Aula Mater digna y prestigiosa, para que en vez de egresar muchedumbre vacía y multitud sin trapío, nos den orgullo sus profesionistas porque lleguen a representar a futuro, lo mejor de las generaciones estudiantiles de Guerrero.
Esto queremos.

PD: “Amo el amor que se transforma en pan”: Pablo Neruda.