miércoles, 12 de junio de 2013

MIRADA INTERIOR, Tétrada sagrada: Dios en la política, santa muerte y templarios. Por: Isaías Alanís

Como en los viejos tiempos del antiguo testamento, quién sabe por qué, del imperio romano y del maestro de Belén, las sectas, fundamentalismos armados y sistemas religiosos andan juntos.
Y en un estado laico, la demanda in exelsis, de la consagración democrática, se dirime en tres frentes apostólicos, el estado laico, el crimen organizado y el nacimiento de sectas. El linaje de la democracia de los últimos días, profesada por profetas opositores a los santos cánones de la constitución de la nación, se ha metido en sotana de once varas. El súper mocho Chente Fox, que ahora anda de “pusher” motero, la puso de moda. De pronto, por iluminación divina, dios, que no tiene nada que ver en este mundo de fariseos, mercaderes y tramposos, se ha convertido en el chilemole de todo discurso político.
Consagrar es según el antiguo testamento, profesado por el de tres colores, y causa común del Pan y Prd; entregar el pan ácimo de las despensas, que en el nuevo testamento tricolor, rojo, azul y amarillo, son la clientela electoral. En el evangelio apócrifo de Calles, c. 1 v. 9, se lee: “no deis la gracia electoral a los perros, sino a los más necesitados que de ellos es el reino del voto y de la democracia de unos cuantos...”. Sigue la lectura obligada: “¿Por qué?, que es más gratificante, el oro invertido en votos, que el oro metido en bancos suizos…” A los votantes se les da la ofrenda de la esperanza, en los bancos, está la ganancia sideral de los mitrados de la revolución.
Y como precisamente entre mitrados de tres colores y azules y amarillos anda el diablo metiéndole la cola al erario público, de pronto se ha soltado una gran lista de ex gobernadores del sínodo, ayudantes de cámara, obispos de las arcas y cardenales leguleyos, que amparados en la corona mediática, dirimen sus diferencias acusándose de pactistas entreverados al ritmo de la compra de votos y despensas místicas para el pueblo sediento de pan y obras pías de pavimentación de calles, mínimo.

Pero en este sacrosanto cónclave de iniciados en la tranza, el óbolo por las obras entregadas a los cuates, se han colado otras dos creencias mayúsculas, la de la Santa muerte y la resurrección en Michoacán, de los Templarios y no del último rey purépecha Sicuirancha.
La Santa muerte ya tiene sus huesitos en chirona, a uno de los elegidos le cayeron en la tranza, y sus devotos son miembros de las fuerzas armadas, policías federales, estatales y municipales, que gente común que se dedica al comercio informal, casi el 50% de los mexicanos. Igual que narcotraficantes y gente de a pie.
“El pueblo mexicano tiene dos obsesiones, el culto por la muerte y el amor a las flores. El culto a la muerte fue pieza clave de la cultura y religiosidad prehispánica, hoy, convertido en un gran negocio como todas las iglesias, sectas y religiones del mundo.
Lo caballeros Templarios, y Hospitalarias, dos de las organizaciones templarías más importantes que tuvieron mucho que ver en el desarrollo de la economía, encargados de cuidar y sanar a los peregrinos durante la primera cruzada. En Michoacán nace con otros objetivos, producto de una escisión de la Familia michoacana, que tiene postulados que abarcan, el entorno local y nacional. 

Su organización la asume el Consejo, "órgano máximo conformado por los miembros de mayor experiencia". Y la lealtad, es la suma y resta de esta organización híbrida. En el cuadernillo que rola en la red y que fue distribuido casa en Michoacán, dice: "quien traicione al grupo será castigado con la pena capital; además, se le decomisarán sus propiedades y sus familiares correrán la misma suerte". "Si, por desgracia yo traicionara mi juramento, ruego ser ejecutado por el templo y por sus armas.

Esta tétrada bien documenta en la realidad, tiene coincidencias y divergencias notables, por ejemplo, lo templarios ejecutan a los traidores; los de tres colores, rojo, azul y amarillo, los premian. Adoradores de la Santa muerte, realizan pingües negocios con la flaca. La huesuda, la perfumada, la calca, la muerte, la cabezona, la patas de catre, la dientuda, la catrina, la tilica, etc.
Los de tres colores, ya escritos, se agandallan los recursos de la nación y el gasto público. Los templarios, no secuestra ni se drogan, los de los tres colores, sí. Miembros de la Santa muerte, ayudan a sus cuates igual que los de tres colores ya mentados. Templarios y santamuerteros, usan la fuerza cuando es necesaria. Los de tres colores, azul, rojo y amarillo, nada más cuando es requerida.
La diferencia es que los de los tres colores, aparecen en horario triple A, viajan en jets privados, se disfrazan de senadores y diputados, jueces, presidentes y secretarios de estado, gobernadores y magistrados, periodistas de pedigrí televisivo, escrito, y catecúmenos menores. Tienen a su servicio a una bola de pentontos, y como la violencia no para, poseen derecho a guaruras y guachomas, a defensores de oficio; tienen pasaporte y visa, casa en Estados Unidos y cuenta en dólares. Son intocables y sólo a veces, para despistar, a uno que otro, lo meten al bote. Por un tiempo y mantienen incólume el dinero robado a los pobres de México, que una vez saldadas la cuenta sexenales, les son devueltos con todo e intereses.

Si hiciéramos una encuesta transexenal, veríamos que los de los tres colores, rojo, azul y amarillo, les ganan en todo a los santamuerteros y a templarios. Los templarios según su código son nuevitos, los de la Santa Muerte, algo más viejos, pero los dinosaurios de los tres colores, son anteriores a los mitos, creencias religiosas, sistemas de procuración de justicia y esencia democrática. Por eso esa patraña de gobernadores, presidentes que consagran a sus pueblos a dios, es aberración laica y religiosa.

Si te encuentras a uno en el microbús, metro, camino de herradura, córrele que te pueden convertir en cómplice.

DE REOJO
Estadio Azteca, lleno. Ceremonia con trompetistas y tamboreros verde olivo. Dos banderas portadas por mujeres de armas. Dos equipos. Dos circunstancias.
El mismo barullo hipnótico y chocante con los comentaridstas ciegos de siempre. O se está con México o en contra. El equilibrio y justo medio no se pude. Después del fracaso en el partido anterior. Hablar de más te puede costar un ojo hinchado. Pero la verdad, el equipo del Chepo de la Torre. No funciona. A los cuatro segundos el primer disparo de los ticos directo al controlador de Corona. Cancerbero seguro. Si no hubiera sido por él. Ya estarían los mexicanos llorando y festejando no ir al mundial de Brasil. Total, los mexicas se consuelan con los brasileños.  El equipo no está bien articulado en la cancha. El predominio técnico y de manejo de los espacios de los ticos, supera a los mexicanos. Tardan eternidades en dar un pase. Lo saben los ticos y todos sus contrarios, menos entrenador y jugadores.
El juego de lo imprevisto no existe. De lo asombroso. Es casi nada. Chicharito se hace bolas él sólo. Es un vaina sembrada en la cancha con alfileres. A los 17 minutos, Aldo de Nigris, espanta a los hinchas ticos que abarrotan el estadio Azteca.
A los 36, otro susto cuando el disparo salió rozando el palo izquierda de la meta de Corona.
Lo que sigue es don de mando de Costa Rica. Los mexicanos no se encuentran, fallan. Equivocan los pases sencillos. Lentos, como la culebra de mi tía Concha. A Andrés Guardado habían de guardarlo lejos de la cancha. No atiza el fogón, da coces al aire. Chicharito es peor. Se equivoca a cada lance. Carecen de contención. Los ticos veloces y controladores del esférico hacen de las suyas. La cancha es de ellos. Con dos sustos más, se van a los vestidores. Apago la tele. Cuánta mediocridad narrativa y futbolera.
El segundo tiempo, ya no lo veo. No pasará nada. No habrá milagro en el azteca. La selección de viejos y jóvenes no cuaja y es casi seguro que no vaya al mundial, con tantito sentido común eso es palpable como su impotencia para meter goles y controlar a sus enemigos en la cancha con la magia de la que hablaba la Pantera Negra, Eusebio.
Sin cohesión como equipo, todo destartalados, sin individualidades, alguien que le pegue con fuerza al balón y dejar ese jueguito engaña bobos de pasear el esférico y adivinarle la jugada al contrario, los va llevar al abismo.
No podrían competir contra un seleccionado de verdad. La mediocridad es su meta y destino. Los futbolistas son semejantes a los políticos. Habría que recomendarles formar una cofradía secreta para encontrar el camino al gol. Pero está fuera de su contexto y la de los que por sadismo acuden al estadio, sabedores de que no van a ganar o si lo hacen, es por goles circunstanciales o una pena máxima sacada de la billetera de un comerciante de la FEMEX del fut bol mexicano. 
Y el vacío del orgullo ¿a dónde lo van a tirar?
Estadio azteca: vacío. Una mota de aire gira y cae en el césped. No hay nadie que la levante.