miércoles, 28 de mayo de 2014

Entre la verdad y la ficción EL "BULLYING" DE ANTES, LOS MUERTOS DE HOY. Por Jorge Luis Falcón Arévalo*

“El secreto de la vida es la honestidad y el juego limpio. Si puedes simular eso, lo has conseguido”  -Groucho Marx-

Las peleas infantiles o juveniles de hombres de antes, en 60’s o 70’`s, chance hasta los 80’s  en las escuelas de los diversos grados, no pasaban de darse unos cuantos cruces de madrazos o golpes, fintas o tirar un “patín” cercano a los “bajos del ejido”; con el solo afán de simular o embaucar al contrincante y medirle las “aguas a los camotes” para entender qué “armas portas”. Un cabeceo, dos pasos para adelante y tres de lado, izquierda y derecha. Zaz.
Un ligero escarceo, una farsa, como se llama en teatro. Falsear como se dice en canto. Pero era leve. Un “bailecito” carnal, se decía allá en chilangolandia.
Cuando más dos tres golpes: derecha… izquierda, cabezazo y pa´tras. Rápido y sin perder de vista al contrincante. Dos tres golpes al aire; y, murmurando algo así muy “cabrón”… la mentada de madre, era suavesona, ininteligible: un “gá tu madre”, que se quedaba entre los dientes y la punta de la lengua. Tras.
Los cuates, zancas o parnas, a la porra o vigilando que no se metiera otro, para estar al “alba”. Todos quizás en silencio, pues la pelea era entre dos; los demás era el cerco, las “cuerdas humanas”. Silencio que estamos velando armas.
Si acaso al golpe  de un “upers” caía el amigo disconforme -pues no eran enemigos- se detenía la pelea, y se esperaba a que se levantara el caído o “resbalado” como se decía entre apuros. “Aguanta me resbalé”; pero de antemano se sabía que el madrazo había sido seco y certero en la cara o el plexo. Y, uno esperaba. Nada de patadas en el suelo, ni nada de írseles  como cobardes los cuates, encima del tirado. Paz.
Eran peleas o simplemente un par de cachetadas guajoloteras. En otras ocasiones, si era medirse con el contrincante, pues ya los ánimos andaban “más caldeados” que las quincenas de los trabajadores municipales. Y, pues ni modo a medirse y a darse de puñetes, no de puñetas. Cuas.
Golpeados, revolcados o con sangre en la nariz o raspones en las rodillas y puños, no pasaba a más. Después de  la digresión, el baile boxístico, el cruce de palabras y de acusaciones mutuas que servía para expiar culpas, para purificar la reyerta,  para enmendar daños, todo volvía a la calma. Cada quien con sus amigos, para narrar la “odisea” el pierde o el gane o el indiferente “empate”, la vida se mantenía igual y estable. Tan amigos como todos.
Hoy, los tiempos, han cambiado. Ni narración permite esto. Requiescat in pace.

*sin.marca@gmail.com