jueves, 22 de mayo de 2014

Entresemana Egidio Moisés Sánchez Limón


Ganar elecciones mediante el voto de la compasión o solidario en la desgracia, es como sacarse la lotería sin comprar billete. Ejercer el cargo como gobernante producto de una elección popular de esa naturaleza, empero, tiene consecuencias poco gratas o positivas, nada constructivas política y socialmente.
La experiencia en México lo ha demostrado con personajes como Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Francisco Barrio y Egidio Torre Cantú.
El doctor Zedillo Ponce de León asumió la candidatura del PRI a la Presidencia de la República en relevo de Luis Donaldo Colosio Murrieta. “¡¿Dónde estás, pinche Colosio?!”, exclamó Zedillo en los primeros días del ejercicio del máximo cargo de elección popular del país, cuando se enteró de que ser Presidente no era cuestión de vanidades y menos de improvisados.
En seis años, el doctor le partió el espinazo al PRI, lo echó a la derrota frente al PAN y, huelga hacer un recuento de los daños, en la docena trágica el país se mantuvo a flote por obra y gracia de la fortaleza de los mexicanos. El doctor se fue a Estados Unidos y dejó a Vicente Fox que departiera como en cena de amigotes la mecánica de gobernar a cargo de la señora Marta.
¿Recuerda usted cómo, en 1992, Pancho Barrio Terrazas echó del Palacio de Gobierno de Chihuahua al PRI? Merced a una desgracia familiar. Lamentable citarlo, pero el accidente en el que perdió la vida una de las hijas de Barrio fue un impulso a su candidatura. Logró el triunfo, aunque seis años después el tricolor volvió por sus fueros con Patricio Martínez, quien estuvo a un tris de convertirse en mártir, cuando una mujer pretendió asesinarlo a balazos.
Hay personajes que nacen para ser líderes. Hay quienes llevan la vena de la popularidad pero igual del fiasco. Populistas que hipnotizan multitudes; políticos de izquierda, derecha y del centro, ultras e iluminados, símiles de líderes y hasta mesías, pero que al final son de carne y hueso, proclives al yerro humano, ayunos de la vacuna que los deje a salvo de las tentaciones carnales, de los dineros y el reparto de la fama, de símiles Calígulas y dictadorzuelos bananeros.
México, creo en ti, más no en estos personajes producto de la desgracia, recipiendarios de la consecuencia de luto, porque éstos se vuelven más que populistas, cínicos envueltos en la burbuja de quienes, palabra de honor, les juran que son los mejores y que el pueblo los quiere. Vaya, llegan a estar ausentes de la realidad social que gobiernan, al grado de acusar de engendros del mal y la mentira, enemigos públicos y simples gambusinos del erario público, vía publicidad o embutes millonarios, a sus críticos.
Ese, sin duda, es el caso de Egidio Torre Cantú, quien el mes próximo cumplirá 57 años de exitosa existencia. Gobernador de Tamaulipas por la desgracia política y consecuencia de la inseguridad que campea en esa entidad, que derivó en el asesinato de su hermano Rodolfo Torre Cantú, el 28 de junio de 2010.
No hay duda, entonces: el ingeniero Egidio se sacó la lotería sin comprar billete. Sus raquíticos antecedentes como regidor del Ayuntamiento de Ciudad Victoria, municipio del que luego fue presidente con un ejercicio gris tirándole a gris Óxford, no le daban el tamaño que, en cambio, le vio el PRI a su hermano Rodolfo para nominarlo a la gubernatura del estado, en relevo de Eugenio Hernández Flores.
¿Ha sido buen gobernador? Simple y llanamente ha cumplido con cargar con la investidura. Su gestión concluye en 2016, pero la crisis de seguridad deberá sucumbir antes. Para el sistema, el gobierno federal, es un imperativo. Egidio Torre Cantú debe entender que no se gobierna con discursos pagados ni fotos bien ajustadas ni “líderes de opinión” maiceados. Se gobierna con sentido común, el que tienen los políticos. ¿Alguien de sus caros asesores le habrá dicho eso? Lo dudo. Digo.
VIERNES. El secretario de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruiz Esparza, se reunió con empresarios del Consejo Empresarial Mexicano de Comercio Exterior –presidido por Valentín Diez Morodo--,  y empresarios españoles, ante quienes expuso los proyectos que realizará la SCT en el marco del Programa Nacional de Infraestructura. A la reunión asistieron el secretario de Relaciones Exteriores, José Antonio Meade Kuribreña; el Ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación de España, José Manuel García-Margallo, y el embajador de España en México, Luis Fernández-Cid.
De la exposición de Ruiz Esparza destaca el Programa Nacional de Infraestructura contempla una inversión de 7.7 billones de pesos o su equivalente a casi 600,000 millones de dólares al año 2018.
Igualmente la inversión público-privada en comunicaciones y transportes, que se estimó en 1.32 billones de pesos. Ruiz Esparza también les dijo que, para mejorar la movilidad y conectividad, se construirán 46 nuevas autopistas  en esta administración, con participación de capital público-privado, con un total de 2,772 kilómetros. En suma, se construirán y modernizarán cerca de 20,000 kilómetros de infraestructura carretera. Y, bueno, ni qué decir del tren interurbano México-Toluca, México-Querétaro y el Transpeninsular. Conste.

@msanchezlimon