Ante el insuficiente crecimiento económico de México el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) ha puesto el dedo en la llaga: México no promueve políticas salariales para reducir la pobreza.
Gonzalo Hernández Licona, secretario ejecutivo de ese organismo del propio gobierno federal, revela que la única dimensión de la pobreza en la que no existen avances, es la que tiene que ver con el salario, y señala que “cuando la carrera la ganan los precios y no los ingresos va a ser muy complicado reducir la pobreza”.
En declaraciones publicadas en varios diarios nacionales plantea que el tema debe involucrar a diferentes secretarías del Estado y no solamente a la de Desarrollo Social, pues lo que le pasa al salario no depende de la política social, sino de la económica, pero un aumento a los precios incrementa también la pobreza.
Sustenta con datos duros que de 2005 a 2014 el ingreso sin restarle el efecto de la inflación subió apenas 33 por ciento, mientras ésta creció 45 por ciento y los precios de la canasta básica se elevaron hasta 72 por ciento.
Ante la reducción de la expectativa de crecimiento económico a 2.7 por ciento, el secretario de Hacienda, Luis Videgaray Caso, asegura que en el siguiente semestre del año la situación va a mejorar porque habrá más consumo.
El deseo es bueno pero con un salario mínimo de 67 pesos y aumentos mensuales en los combustibles que repercuten en los precios, no es creíble que eso suceda.
Otra esperanza del gobierno federal es que las leyes secundarias de la reforma energética sean aprobadas al cien por ciento, pero el mismo presidente Enrique Peña Nieto ha puesto el año entrante como punto de inicio a que los beneficios prometidos se sientan.
Aunque si tomamos en cuenta que el nivel de crecimiento es el mismo de los últimos 30 años y que ese periodo es el que comprende todas las reformas privatizadoras de la política económica neoliberal, también es poco probable que la energética de la actual administración logre un repunte que se sienta en los bolsillos de los mexicanos.
Por cierto que durante esas tres décadas la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), ha insistido en que México mejore los salarios para tener mayor crecimiento, en lo cual ese organismo de la ONU ha sido ignorado por los gobiernos que han transcurrido.
Pero si bien la política económica no ayuda en mucho a la social. También es cierto que hay programas sociales que han resultado un fracaso. En Guerrero lo vimos con el programa Guerrero sin hambre que se implementó en la Secretaría de Desarrollo Rural a cargo de Armando Ríos Piter durante el periodo de gobierno de Zeferino Torreblanca Galindo.
El propio Coneval estima que en 2008 el 34 por ciento de la población del estado sufrió carencias por acceso a la alimentación, y para 2010, el número aumentó a 42.6 por ciento. Esos fueron los resultados. Guerrero siguió con mucha más hambre. Por eso México necesita mejores salarios, y menos programas mediocres como el Guerrero sin Hambre de Armando Ríos Piter, que lejos de disminuir las carencias, las incrementan.