En efecto, cuando los
capitanes –por usar un eufemismo—de la industria lechera mexicana se declaran
imposibilitados para comprar el lácteo producido en el país, se pensaría que
eso es consecuencia de las reglas del mercado y que, ni hablar, los productores
nacionales o venden a precio de regalo –hasta en dos pesos el litro—o lo tiran
a la alcantarilla.
Esa imagen la hemos visto
cíclicamente cuando los ganaderos salen de las negociaciones con las autoridades
de las secretarías de Agricultura y de Economía sin la posibilidad de vender el
lácteo al precio razonable que les reditúe, por lo menos, los costos de
producción. Prefieren tirar miles de litros al consumo de las ratas en las
alcantarillas que, en todo caso, regalarlo en colonias populares o en los
cinturones de miseria. Es tema político y de cientos de millones de pesos, no
cuestión de filantropía.
Es, por cierto, un asunto
de doble filo que al final de cuentas entraña un problema financiero que
beneficia a los grandes industriales, éstos que pueden –ellos sí—regalar
demagógicamente litros y litros de leche sin merma de sus inventarios o que les
implique pérdidas.
¡Ah!, pero los pequeños y
medianos productores de leche registran pérdidas porque solo cuando el problema
llega a niveles de escándalo entra en escena la paraestatal Liconsa para mediar
en la adquisición de los excedentes de leche, aunque no siempre al precio por
encima de los registrados en el mercado internacional porque, entonces, resulta
más barato importar que comprar en el mercado doméstico.
¿Y quién o quiénes son
responsables de esta grave situación en el mercado de la leche en México? No
son, por supuesto, los pequeños y medianos productores de leche que mantienen
los niveles de producción, con ciertos picos en los meses del otoño.
Los responsables de esta
situación en el mercado mexicano del la leche, son empresas como Alpura, Lala,
Chilchota, Danone, del Grupo Nestlé y el Grupo Zaragoza o Sigma.
¿Por qué estas empresas no
elevan el precio de sus productos? Por la sencilla razón de que suelen entrar
en el mercado especulativo. Vaya, cuando el precio internacional de la leche se
deprime, compran cientos de millones de litros de leche en polvo para colmar
sus inventarios y, de esa forma, estar en condiciones de desdeñar el producto
mexicano, en perjuicio de las economías de producción de los ganaderos
nacionales.
Por ejemplo, entre octubre
de 2013 y diciembre de 2014, los precios por tonelada de leche entera, en la
subasta de Nueva Zelanda, cayeron 56 por ciento debido a la contracción de la
demanda global.
Con esos precios
favorables en el mercado internacional, los industriales lecheros mexicanos, es
decir, los antes citados en su inmensa mayoría aumentaron sus importaciones de
leche en polvo de manera significativa, de tal forma que entre noviembre de
2014 y enero de 2015 las incrementaron en 20 por ciento más en comparación con
el mismo periodo del año anterior.
Veamos. Conforme con
información del Grupo de Trabajo de Balanzas Disponibilidad-Consumo, integrado
por las secretarías de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y
Alimentación y la de Economía, además del Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera y la Agencia de
Servicios a la Comercialización y Desarrollo de Mercados Agropecuarios, en
octubre de 2014 de importaron 191 millones de litros contra 185 millones del
mismo mes en 2013; en diciembre de 2014 fueron 264 millones de litros contra
212 millones de litros de diciembre de 2013.
¿Y cómo transcurre 2015 en
este mercado que tiene todos los visos de la especulación? Pues ni más ni menos
que, en enero, la importación asciende a 189 millones de litros, superior a los
160 millones de litros importados en el mismo mes de 2014.
Por tanto, en el primer
trimestre de este 2015 lo que se registra no es un problema de aumento en la
producción ni de caída en el consumo. No, el problema es de sobre inventarios,
porque la producción sigue su ciclo estacional normal y el consumo crece a una
tasa de 1.3 por ciento.
Lo que explica la sobre
oferta de leche es el incremento en las importaciones del lácteo en polvo en
los últimos meses de 2014. Las empresas, las grandes empresas que controlan al
mercado de la leche y sus derivados en México, sobre inventariaron y, por tanto,
están comprando menos leche fluida, es decir, la que comercian los pequeños y
medianos ganaderos.
Para el pasado mes de
marzo, el precio internacional para la importación de leche entera en polvo
estaba por encima del precio de compra del producto nacional, pero los
industriales lecheros no tienen problema alguno porque sus bodegas tienen, como
se refiere, sobre inventarios. Y ello, aunque se desincentiva la importación y
se pueda privilegiar la compra de leche doméstica, lo cierto es que los medianos
y pequeños ganaderos comienzan a enfrentar problemas en sus ventas y ello los
obliga prácticamente a regalar el lácteo e incluso de plano tirarlo.
Ante ello, la Sagarpa y la
Secretaría de Economía, junto con la Secretaría de Desarrollo Social, mediante
Liconsa y la Profeco, inclusive, han comenzado a operar un programa que evite
crisis entre los productores y que éstos no se sometan a lo que pareciera el
modus operandi de industriales de la leche para obligarlos a vender por debajo
de los costos de producción.
El líder del Frente
Nacional de Productores y Consumidores de Leche, Álvaro González, acusa a los
grandes industriales del sector de obligarlos a vender a precio de regalo.
Incluso, refiere González, en este momento se están derramando unos dos millones
de litros diarios de leche en el país; algunos venden hasta en dos pesos el
litro.
“Tal parece que hay una estrategia de la
industria, que está muy organizada en un cártel de industrias para someternos
en los precios”, plantea Álvaro González. ¿A quién interesa y beneficia un
singular monopolio de la leche? Es, sin duda, un multimillonario negocio pero
de muy mala leche. Digo.
LUNES. La jugada contra
Xóchitl Gálvez tiene varias aristas. Una de ellas tiene olor a fuego amigo. A
las buenas conciencias incomoda el decir y hacer de la hidalguense. ¿Dónde está
la pluralidad, democracia e imparcialidad del IEDF? Conste.
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