“… Si acaso doblares la
vara de la justicia, no sea con el peso de la
dádiva, sino con el de la
misericordia. (Don Quijote a Sancho Panza)
JULIO AYALA CARLOS |
SÉ QUE TE HAS PREPARADO
gran parte de tu vida para gobernar Guerrero, y dentro de unas horas, vas a
empezar a cumplir ese sueño. El destino de 3.5 millones de guerrerenses,
ciertamente estará en tus manos, de tal forma que lo que hagas o dejes de hacer
impactará, para bien o para mal, en sus vidas.
Nunca como ahora los
guerrerenses están esperando un cambio, no sólo en el gobierno, sino en sus
condiciones de vida, pues en los últimos 10 años, y más aún, en los últimos
cuatro, en Guerrero todo va de mal en peor, como consecuencia de malos gobiernos
y gobernantes irresponsables, sinvergüenzas, corruptos, insensibles y faltos de
visión y compromiso con el pueblo.
Es indudable que durante
todos estos años, ya como dirigente del PRI, o como presidente municipal,
diputado federal, senador de la República, y candidato a gobernador del estado,
la vida te ha forjado un carácter fuerte y un férreo espíritu, pero también la
conciencia de hacer bien las cosas, de velar por los que menos tienen, y de
mejorar las condiciones sociales y económicas del estado de Guerrero.
Es cierto. Quienes te
conocemos sabemos que eres un hombre bien intencionado, honesto, responsable, y
comprometido con las causas justas, de ahí que los guerrerenses, la mayoría de
ellos, te eligió como gobernador el 7 de junio pasado, y quienes ahora, ya pasada
la elección y vuelta la calma tras las pasiones políticas, todo esperan que
cumplas tus promesas de campaña, y en consecuencia, que no les falles.
No hay duda que tienes
experiencia, que sabrás cómo gobernar con justicia y rectitud, con sensibilidad
y respeto, con paciencia y sabiduría, pero, mi estimado gobernador, todavía
electo, no está por demás recordarte, aunque supongo que lo tienes presente,
los consejos de aquel hidalgo, Don Quijote de la Mancha, que dio a su fiel
escudero cuando supo que gobernaría una ínsula.
Te transcribo, pues,
algunos extractos del capítulo en cuestión, el XLII. “De los consejos que dio
don Quijote a Sancho Panza antes que fuese a gobernar la ínsula, con otras
cosas bien
consideradas”:
Le dijo Don Quijote: “…
Primeramente, ¡oh hijo!, has de temer a Dios, porque en el temerle está la
sabiduría, y siendo sabio no podrás errar en nada. Lo segundo, has de poner los
ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil
conocimiento que puede imaginarse. Del conocerte saldrá el no hincharte como la
rana que quiso igualarse con el buey…
“… Haz gala, Sancho, de la
humildad de tu linaje, y no te desprecies de decir que vienes de labradores;
porque, viendo que no te corres, ninguno se pondrá a correrte; y préciate más
de ser humilde virtuoso que pecador soberbio. … si tomas por medio a la virtud,
y te precias de hacer hechos virtuosos, no hay para qué tener envidia a los que
los tienen de príncipes y señores, porque la sangre se hereda y la virtud se aquista,
y la virtud vale por sí sola lo que la sangre no vale…
“… Nunca te guíes por la
ley del encaje, que suele tener mucha cabida con los ignorantes que presumen de
agudos. Hallen en ti más compasión las lágrimas del pobre, pero no más
justicia, que las informaciones del rico. Procura descubrir la verdad por entre
las promesas y dádivas del rico, como por entre los sollozos e importunidades
del pobre. Cuando pudiere y debiere tener lugar la equidad, no cargues todo el
rigor de la ley al delincuente, que no es mejor la fama del juez riguroso que
la del compasivo….
“… Si acaso doblares la
vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la
misericordia. Cuando te sucediere juzgar algún pleito de algún tu enemigo,
aparta las mientes de tu injuria y ponlas en la verdad del caso. No te ciegue
la pasión propia en la causa ajena, que los yerros que en ella hicieres, las
más veces, serán sin remedio; y si le tuvieren, será a costa de tú crédito, y
aun de tu hacienda…
“… Si alguna mujer hermosa
viniere a pedirte justicia, quita los ojos de sus lágrimas y tus oídos de sus
gemidos, y considera de espacio la sustancia de lo que pide, si no quieres que
se anegue tu razón en su llanto y tu bondad en sus suspiros. Al que has de
castigar con obras no trates mal con palabras, pues le basta al desdichado la
pena del suplicio, sin la añadidura de las malas razones…
“Al culpado que cayere
debajo de tu jurisdicción considérale hombre miserable, sujeto a las
condiciones de la depravada naturaleza nuestra, y en todo cuanto fuere de tu
parte, sin hacer agravio a la contraria, muéstratele piadoso y clemente,
porque, aunque los atributos de Dios todos son iguales, más resplandece y
campea a nuestro ver el de la misericordia que el de la justicia…
“Si estos preceptos y
estas reglas sigues, Sancho, serán luengos tus días, tu fama será eterna, tus
premios colmados, tu felicidad indecible, casarás tus hijos como quisieres,
títulos tendrán ellos y tus nietos, vivirás en paz y beneplácito de las gentes,
y en los últimos pasos de la vida te alcanzará el de la muerte, en vejez suave
y madura, y cerrarán tus ojos las tiernas y delicadas manos de tus terceros
nietezuelos”.
Es cierto. Como bien dice
el Libro de Libros, "...la justicia debe ser recta como la Torre de David..."
"...y firme...como las rocas del Sinaí...", pero si acaso doblares la
vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la
misericordia.
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